EXTRA 3

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-Amor, ¿Miramos una peli?

-No.

-¿Estas de mal humor?

-¡¿Tengo que estarlo para decir que no?!

-Muy bien... mejor me iré hacer unos sándwiches y miraré solo la peli.

Poco después me fui del dormitorio, dirigiéndome hacia la cocina.

Cuando mi mujer andaba en "días especiales" del embarazo, era mejor dejarla sola, ambos sabíamos que era lo mejor. Había veces en donde se encontraba extremadamente sensible, otras muy hambrienta, otras quejándose de que estaba muy rellena y más tarde, el mismo día, adoraba su barriga. Y ojo, en ese lapso no se te ocurra decir algo para ofender, así sea un buen comentario, la rabia llegaba de inmediato. Me hacía mucha gracia cuando cambiaba de humor cada dos minutos, era increíble como una persona pasaba de ser un perro rabioso a un corderito recién nacido. Pero la entendía, o, trataba de hacerlo. Ya llevaba 35 semanas una pequeña niña allí dentro, eso equivalía a más o menos ocho meses y medio. Amaba con mi vida a aquella bebé, mi bebé.

En esos momentos experimenté lo que es sentir, por segunda vez, el verdadero amor, y vaya que era cierto que el amor era ciego. Aún no la veía y ya le había regalado toda mi vida.

Deseaba con el alma tenerla entre mis brazos y protegerla de todo, al igual que lo hago con su mamá.

Guau, mamá y papá, que bien sonaba eso.

Al terminar de hacer los sándwiches, le di un mordisco a uno de ellos mientras me sentada en el sofá gris en forma de "L" y colocaba la película en el DVD para mirarla. La televisión encendió y empezó a reproducir "La bella y la Bestia" de Disney. Me había mirado todas las películas de Disney, porque quería estar preparado para cuando mi pequeña tenga su príncipe azul —creo que ni yo me creía lo que estaba viendo—, pero en fin Hale me había obligado a ver muchas veces esa película, y muchas otras, que me habían terminado de gustar.

Las escaleras rechinaron anunciando a la arrepentida Mariposa acercándose, camino hacía la cocina, a regañadientes, tomó unas palomitas y las colocó al microondas. Poco después empezó a caminar de aquí para allá detrás mío, bucando la forma en como llamar mi atención. Sabía de memoria sus movimientos. Al final me abrazó por el cuello, colocando sus manos en mi pecho.

-Lo siento... lo siento... lo siento- dijo reiteradas veces a medida que dejaba besos por mi cuello y mejilla.-, en verdad que si, amor.

Rodeó el sofá y se sentó en mis piernas, la mire con seriedad, formó un puchero el cual no me resisti ni un segundo en besar. Sabía que mi punto débil era ella. Después respire hondo y comencé a acariciar su pancita.

-Somos unos padres bastantes irresponsables.- Comentó de repente.

-¿Por?

-Nunca acordamos como se llamaría.

-La llamaremos Panchita de las Flores James-. Bromee, Sam comenzó a reír.

Su pancita se movió, además de porque se había reído, nuestra niña había pateado. Sonreimos.

-Hola, Pachita.- saludé de broma, la chica me golpeó juguetona.

-A ella no le gusta ese nombre.

-¡Pero si es muy lindo!

-¡Ay! debo ir a ser pipi.

-Si, ya estoy acostumbrando a que nuestra conversaciones terminen así de románticas.- me reí.

Se llama Amor |1/2|Where stories live. Discover now