2-Miradas.

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SAMANTHA.

Caminaba por los pasillos del Instituto Berkeley, estos se encontraban solitarios.

Todos estaban en clases, por mi parte, la materia que me tocaba no había asistido la profesora, por estar enferma o eso fue lo que dijeron.

Era mi última clase, una hora más y ya podía irme a casa.

Decidí recorrer el gran edificio a pie, observar un poco lo que me rodeaba y ubicarme en el sitio donde ahora me encontraba.

Pare el paso, a mi lado había un gran ventanal, podías ver las enormes casas de Londres y en los parques muchas familias paseaban por allí.

Era una hermosa vista de otoño, con sus hojas anaranjadas sobre las calles y veredas.

Si te quedabas en silencio, sólo oías los motores rugir. También junto a ellos, carcajadas de los ciudadanos y algunos pajaritos cantar.

Una melodía extraña se formaba pero, sin embargo, era única y agradable de oír.

Aquella melodía fue interrumpida por gritos lejanos, mi entre cejo hizo su aparición provocando que buscase esas interrupciones.

Mire hacía el pasillo y este aún estaba vacío, entonces mire por la ventana, mi vista fue a la entrada del Instituto. Allí pude visualizar a dos muchachos empujándose, y al parecer una profesora diciendo que se separaran. Me asusté cuando no la escucharon, y al final uno de los jóvenes que le doblada de fuerza al otro, dio el primer golpe.

Me quede estática, jamás había visto pelear a los golpes.

De un momento a otro el joven, que estaba siendo golpeado, dio un giro inesperado y golpeó la quijada del que dio el primer golpe. Salió sangre de su boca, provocando una gran vena en su frente.

Lo miro fijo, parecía que estaba planeando como asesinarlo.

-¡NO!-. Salió de mi garganta sin pensarlo, golpee el vidrio con todas mis fuerzas y, no se como, pero me oyó.

Mi respiración era agitada, frunci los labios y respire sólo cuando él paro en seco el gran golpe.

La llegada de un hombre, los separo, era el director. Lo había conocido cuando me presente en la escuela.

No protestaron, e hicieron caso a las palabras del director.

La mirada de aquel chico me buscó, su rostro seguía rojo de la furia, su vestimenta iba de negro desde los pies a cabeza, tenía una chaqueta de cuero y al acomodarse la campera note algunos tatuajes.

De repente su mirada se fijo en la mía.

Todo mi ser se contrajo en un manojo de nervios.

Vi sus ojos, era grisasea; transmitía total furia e intimidaba mucho, lo suficiente como para querer desaparecer. Sus cejas pobladas demostraban la ira que tenía y en conjunto sus ojos lo ayudaban.

Se llama Amor |1/2|Where stories live. Discover now