Capítulo XLIX

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El llanto de Anastasia me despierta a mitad de la noche. Hace unas horas me dijeron que Fernando había tenido que salir de emergencia así que estoy con mi bebé recién nacida con un papá que no quiere tener nada que ver con ella.

Abro mis ojos con pesadez y al voltear a ver la cuna, alrededor de ella están mis amigas junto con Leonor dormidas profundamente en lo sillones. Vaya niñeras...

Me levanto de mi cama, no me di cuenta cuando Daniel salió de la habitación pero ya no está acostado a mi lado. Camino tratando de no despertar a nadie pero supongo que si el llanto no las despierta menos lo harán mis pisadas.

Miro dentro de la cuna a mi pequeña hija y al verla llorar se me parte el corazón. La tomo entre mis brazos con extremo cuidado y al mecerla deja de llorar como si fuera magia. Siento en mí que ella tiene hambre cosa que me parece fascinante, no puede hablar pero entiendo lo que siente completamente.

Después de alimentarla la acuesto a mi lado en la cama y después de un rato no me queda más que verla dormir. De vez en cuando se forma una sonrisa en sus diminutos labios estando dormida. ¿Qué soñará?

En su cabecita se pueden notar cabellos rubios como los de Carlos y de mi abuela y puedo estar segura que será una niña hermosa con sus grandes ojos grises. Ahora que la tengo en mis brazos siento que es mi responsabilidad verla feliz... Que nunca le pase nada malo, que nunca pase por lo que yo he vivido.

Si mi madre estuviera aquí le haría miles de preguntas porque en verdad no tengo idea de cómo voy a criar a mi hija, no sé cómo hacerlo y tengo miedo de no hacerlo bien. Supongo que todas las madres primerizas pasan por esto, lo que reconforta es que no estoy completamente sola en esto. Leonor, Isabel, Cristy y Daniel estarán aquí para mí y para Anastasia.

-No te preocupes mi princesa, todo va a estar bien. –digo susurrando y acariciando su fino cabello de oro.

Una sonrisa se forma en sus labios como si en verdad hubiera entendido lo que le digo a pesar de estar dormida. Fernando puede que no haya querido una hija pero para mí es lo mejor que me ha pasado en mi vida.

Intento dormir pero no puedo tengo el pendiente de Anastasia y su fragilidad así que me mantengo despierta cuidando a mi bebé.

-Me hubiera gustado que conocieras a Duquesa, era la mejor perrita del mundo, ella también te hubiera amado. Jugarían todo el día juntas correteándose por todo el jardín hasta la playa. –una lágrima se me escapa al recordarla...

Hace 3 meses que Duquesa murió en mis brazos. Ya estaba muy viejita pero nunca quise aceptar que un día se tendría que ir. Hablé con ella y la acaricié hasta que sus ojos se cerraron, entonces supe que no había manera de despedirme de ella, Duquesa había estado conmigo en todo momento. Era como una dama de compañía.

Daniel estuvo conmigo en todo el proceso y fuimos juntos a enterrarla en el fondo del bosque junto a un pequeño lago, ahí dónde a ella le encanta jugar y nadar. Me despedí de ella sabiendo que me iba a ser falta el sonido de sus patitas al caminar a mi lado. Ahora sé que le hubiera encantado conocer a Anastasia pero nadie puede competir contra la muerte...

Empiezo a sentir los párpados pesados así que llevo a mi hija de nuevo a su cuna con cuidado de no despertarla y me acuesto de nuevo en mi cama quedándome dormida en el momento en que mi cabeza toca la almohada.

****

En la mañana siguiente todas siguen dormidas a excepción de Anastasia que está mirando el techo sin emitir un solo sonido, meses antes de que naciera, mande pedir un tapiz que representara la noche, color azul oscuro con estrellas de distintos tamaños.

Me asomo sigilosamente a la cuna y en el momento en que sus ojos y los míos se cruzan simplemente sonríe. El verla feliz es mi única meta en la vida y de ella se derivarán otras metas pero todas con el mismo fin.

Me pongo una capa cálida ya que por las mañas todavía se siente algo frío el castillo tomo a Anastasia entre mis brazos junto con la manta más cálida que encuentro y salimos de la habitación sin hacer ruido.

Aun me duele un poco al caminar así que me detengo en el ventanal más cercano admirando el paisaje.

-Mira esto mi princesa... Un día todo esto será tuyo y vas a tener la responsabilidad de cuidar a todos como si fueran tus hijos. Pero no te preocupes no es tan difícil, además ahí voy a estar para guiarte. –digo besando su frente con cariño.

-Te sienta esto de la maternidad

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-Te sienta esto de la maternidad. –escucho a Daniel detrás de mí.

-Qué gracioso. –digo sarcástica.

-¿Puedo? –dice mirando a la bebé.

Asiento y la pongo entre sus brazos. No llora simplemente lo mira con sus ojitos y le sonríe.

-¡Me sonrió! ¿Viste? –me pregunta emocionado.

-Sí, creo que le agradas.

-Tiene buenos gustos. –dice bromeando haciéndome reír.

-Que modesto.

-¿Has hablado con Fernando?

-No, pero creo que sé dónde está.

-¿Michelle? –me pregunta y yo asiento sin dudarlo.

-Se fue en cuanto supo que era una niña.

-¿Pero quién no puede querer a esta hermosura? –me dice mirando a mi hija.

-No lo necesitamos. –digo tratando de convencerme a mí misma.

-Es verdad –dice Daniel mirándome a los ojos- Me tienen a mí.

-Te ves bien de padre –cambio de tema.

-Tal vez pero no creo poder encontrar a la mujer indicada. –dice desviando su mirada hacia el paisaje.

-¿Por qué? –le pregunto mientras me devuelve a Anastasia.

Me mira a los ojos y tarda en contestarme, temiendo que no sea la respuesta correcta pero lo dice de todas formas con sus ojos color miel estando cristalinos.

-Porque ya la conocí y esta parada frente a mí con un bebé que no es mío.

-En verdad lo siento. –le digo bajando la mirada.

-Yo también, pero más te vale que te vayas acostumbrando a tenerme aquí porque no voy a ir a ningún lado. –me dice riendo.

Se acerca a mí y me da un pequeño beso en la mejilla al mismo tiempo que la bebé comienza a llorar. Esto va a ser más difícil de lo que pensé.

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