Capítulo I

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(Foto: Alexandra 8 años)

Leonor y yo corremos por los largos pasillos del castillo. Nuestro alrededor está cubierto por ladrillos y altos pilares de piedra. Unos grandes ventanales dan a los grandes jardines principales del castillo y tienes una perfecta vista hacia el bosque que no parece tener fin.

Gracias al bosque alrededor del castillo suele ser muy frío, pero puedes aspirar aire fresco todo el tiempo. El pueblo está un poco alejado del castillo, a unos 20 minutos en carruaje.

Conforme pasamos nos encontramos con duques, damas, sirvientes, cancilleres, todos discutiendo temas importantes pero eso no impide que si pasamos frente ellos hagan reverencia ante nosotras. Todos repitiendo lo mismo, "Princesas"

Tratamos de ser educadas y esas cosas que nos enseñan en la clase de etiqueta, pero solo queremos un momento para divertirnos.

Mi pequeña hermana trata de alcanzarme con sus frágiles piernas, su cabello café claro se agita mientras trata de seguirme el paso, mientras que su incómodo y ajustado vestido azul cielo estorba para poder jugar.

Leonor tan solo tiene 5 años de edad pero es como un pequeño tornado. Soy tres años mayor y por eso soy responsable de ella.

Mi madre siempre me dice "Si algún día quieres reinar debes de cuidar a todo un pueblo, empieza por tu hermana, intenta de que no destruya nada"

Lo que me pide es un milagro, Leonor destruye todo lo que le estorbe en su camino. Puedo controlar un reino, mi hermana es un tema más complicado.

Mi padre no nos deja jugar dentro del castillo porque dice que podemos romper algo de valor importante.

Que es casi todo lo que está dentro del castillo.

Nada vale poco...

El Rey es un hombre alto, con barba, cabello café como el de nosotras, ojos cafés casi negros y fuerte, es el hombre más fuerte que conozco... Nadie se mete con él.

Corremos lo más rápido que podemos a los grandes jardines verdes dónde podemos jugar a gusto, libres de las miradas que nos acechan a cada minuto, cuidando de las princesas de Suecia.

Una vez fuera corro al bosque cerca del castillo porque es el lugar perfecto para esconderme y poder asustar a Leonor. Siento el viento en mi cara, despeinando mi cabello chocolate ondulado y haciendo que mi pequeña tiara plateada salga volando.

Sigo corriendo sin mirar atrás. Me adentro al bosque y espero escondida detrás de un árbol. Leonor se quedó atrás, cómo siempre. Corre muy despacio y me desespera, así que por eso lo va a pagar.

-¡Alexandra! ¡¿Dónde estás?! –escucho los gritos de mi hermana y río por lo bajo para que no logre escucharme.

-¡Princesa Alexandra! –está vez escucho el grito de una de las damas de compañía- ¡Princesa!

Seguramente mi madre me está buscando y por eso llama a una de sus damas para que venga por mí. Bueno si me quiere, deberá encontrarme...

Me adentro más en el bosque y mi vestido anaranjado de seda se atora en una de las ramas secas de un gran árbol. Lo jalo con fuerza escuchando que la tela se rasga, mi madre me va a matar.

No le doy demasiada importancia y me quito las zapatillas beige para correr más rápido. Escucho muy cerca los pasos de Leonor y de la chica que me sigue. Siento el césped y la tierra húmeda con pequeños insectos entre los dedos de mis pies conforme voy corriendo.

Me canso, siento que mi pecho sube y baja rápidamente y decido esperar a que me encuentren escondida detrás del árbol más frondoso, ancho y alto que encuentro.

-Aquí están sus zapatillas –Leonor las encontró, falta poco para que me encuentren.

Sus pasos se escuchan conforme avanzan y pisan las hojas secas de los árboles. Es otoño y el bosque se pinta de naranja, café y amarillo. Sus pisadas se escuchan cada vez más cerca.

-¡Buuu! –salgo de mi escondite de un salto, la dama y Leonor gritan y sus caras es lo mejor.

Su boca forma una O perfecta y pareciera como si hubieran visto un verdadero monstruo. Los preciosos ojos cafés de mi hermana se llenan de miedo lo que me hace reír más fuerte. Carolina, una de las damas de compañía de mi madre, viste con un vestido verde oscuro y con un pequeño arreglo de flores en su largo cabello negro que la identifica como dama. Tiene aproximadamente 30 años al igual que mi madre.

-¡Alexandra Aragón! ¡Me asustaste! –me reclama mi hermana dándome un pequeño empujón haciendo que caiga para atrás.

-¿Qué te pasa Leonor? –le grito.

-¡No vuelvas a asustarme así!

-Yo hago lo que quiera –le respondo y me saca la lengua.

Bebé...

-¡Princesas! –las dos nos quedamos calladas- Princesa Alexandra su madre la está buscando.

-Ya lo sé.

-Es momento que conozca al Príncipe Fernando Romanov.

-¿Tan pronto? –me quejo.

-Es el tiempo adecuado su alteza.

Lady Carolina me ayuda a levantarme del piso y Leonor me toma de la mano volteándome a ver con ojos cristalinos. Ella tampoco quiere que me comprometan con alguien, quiero ser libre... Ella me entiende.

Pero claro, una princesa no se puede dar ese lujo. Siempre estamos atadas a alguien, a nuestros padres, a nuestro prometido, al Rey. No quiero una vida así, pero no sé cómo salir de ella. Ser una princesa es lo peor que te puede pasar, tienes dinero, pero te quitan todo lo que más deseas. LIBERTAD.

Incluso un palacio se puede convertir en una prisión.

****

Mi madre me mira furiosa, con esos ojos color azul grisáceo que tanto adoro, solo que ahora no son muy amigables al ver mi vestido rasgado. Leonor y yo heredamos los ojos cafés de mi padre.

Terminando de jugar con Leonor, Lady Carolina me trajo a la alcoba de mi madre. "Me sentenció a muerte"

Ahora estoy atrapada con la feroz bestia entre las cuatro paredes tapizadas con un elegante acabado del escudo de la dinastía Aragón. Una bandera con líneas verticales rojas y amarillas con una corona dorada sobre estás.

-¡Alexandra Aragón Neoburgo! ¿Cuándo vas a aprender a comportarte como una verdadera princesa?

-Lo soy madre.

-No pareces una princesa Alexandra. Lo tienes en la sangre pero no puedo hacer que te comportes como tal. Pero eso se va a solucionar pronto... -me mira y sus profundos ojos azules me asesinan- Mañana mismo vas a conocer a tu prometido, el Príncipe Fernando Romanov.

-¡No entiendo por qué debo de pertenecer a un hombre!

Salgo corriendo de la alcoba de la Reina con lágrimas en los ojos, pero nunca le daría el placer de verme llorar.

Lo que he aprendido de ser princesa es que todo mundo está esperando a que derrumbes, no tendrán esa satisfacción.

La Próxima ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora