Capítulo XXII

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Mientras pasa el tiempo tengo más temor de lo que mi padre me advirtió sea real. Tengo miedo de que el hecho de enamorarme de Fernando vaya a tener que acabar con el reinado que mis padres tanto se esforzaron por llevar a la cima.

El atardecer llega junto con pequeñas estrellas en el profundo azul del cielo. Han pasado horas desde que cabalgamos hasta aquí pero es reconfortante tener estos momentos para relajarnos.

-Creo que ya es hora de que regresemos, Alexandra. Seguro se preguntan dónde estamos.

-Sí, creo que tienes razón. –le digo sin dejar de ver las hermosas estrellas sobre nosotros, pareciera que si tan solo estirara mi brazo las podría alcanzar.

Subo a mi caballo y siento un reconfortante calor que emana su cuerpo después de tanto tiempo de estar aquí afuera mientras nieva. Fernando sube al suyo y juntos nos dirigimos al castillo, de nuevo.

El paisaje es relajante, los árboles que antes eran verdes ahora los cubre una fina capa de nieve, se puede apreciar el castillo a lo lejos con el fondo del cielo lleno de nueves y estrellas mirándolo desde lo alto.

A veces me pregunto si mi padre me podrá ver desde el cielo, cuando era pequeña me decía que las estrellas eran nuestros antepasados que cuidaban de nosotros desde lejos pero que nunca nos dejaban solos.

En ocasiones me pongo a imaginar cómo sería mi vida si David no hubiera muerto, seguiríamos igual de unidos y sería como mi diario para poderle platicar todo lo que me viene a la mente; si mi padre no hubiera ido a la guerra, podría pedirle consejos y consultar con él mis decisiones sin temor de tomar por mí misma, sin su apoyo; si mi madre no se hubiera vuelto loca, estuviera esperando el día en que nos volviéramos a ver y pudiera pedirle los consejos que solo una madre te puede dar; si no hubiera conocido a Fernando...

-¿Te encuentras bien? –los ojos preocupados de Fernando encuentran los míos, no me di cuenta de que el caballo por sí solo había llegado a la entrada del castillo.

-Sí, lo siento, estaba pensando en mi padre. –le digo y su expresión cambia de inmediato.

-Estoy seguro que estaría muy orgulloso de lo que te has convertido. –Hace una pausa mirando hacia el cielo- Yo lo estoy.

No puedo evitar sonreír. Pero ¿en verdad estaría orgulloso de mí al estarme enamorando de Fernando?

****

Después de la cabalgata y ver el atardecer con Fernando tomé un largo baño con burbujas. En ese momento pensaba miles de cosas pero al mismo tiempo nada importante. Solo soñando con la vida que tendría si nada de lo que he vivido doloroso en mi vida hubiera pasado. Más tarde me di cuenta de que no valía la pena, las cosas no van a cambiar, no existe el hubiera.

Unas damas de la corte Rusa me prepararon para la cena especial por la llegada de los invitados que mis amigas tanto han esperado. El conde de Escocia, George Estuardo y el duque de España, Louis Borbón.

Llevo puesto un vestido azul claro con pequeños detalles en plateado con una tiara del mismo color, de mis orejas cuelgan unos hermosos aretes plateados al igual que los zapatos de tacón. Dentro del castillo no hace tanto frío así que decidí que no era necesario llevar una capa, las damas de todas formas dejaron una afuera de mi gusto por si llegaba a enfriar pudieran venir por ella para entregármela.

Una vez que mi peinado de chongo está listo junto con la tiara salgo de mi habitación acompañada por las damas hasta llegar a la fiesta en el salón de baile.

Al llegar me doy cuenta de que mi mirada está buscando a alguien en especial. Mi hermana. Mi pequeña hermana de 17 años. ¡Dios cuánto ha crecido!

Entonces a lo lejos la encuentro junto con el encantador Príncipe Carlos. Mi hermana lo mira con sus ojos castaños con un brillo especial en ellos al igual que en los ojos azules de Carlos miran a Leonor, se escuchan sus risas desde lejos y no puedo evitar sentir una enorme felicidad por mi hermana. Encontró a su Príncipe de cuento de hadas.

Al otro lado del salón me encuentro con un rostro familiar con un vago recuerdo de él de cuando éramos niños. Su cabello negro y esos ojos color miel que tanto admiraba cuando era pequeña, parece percibir mi mirada ya que voltea a verme directamente a los ojos. Entonces recuerdo exactamente de quién se trata.

El chico de 17 años se acerca hacia mí con paso lento hasta que llega a estar justo frente a mí.

-Reina Alexandra, han pasado tantos años. –dice con una sonrisa en sus labios haciendo una pequeña reverencia.

-Luis Borbón, quién lo diría, duque de España...

-Quién lo diría, Alexandra Aragón, Reina de Suecia... -ambos reímos haciendo que algunas personas volteen a vernos, incluida Isabel. Lo que me recuerda...

-¿Cómo te la estás pasando? –le pregunto casualmente.

-La corte rusa ha sido muy amable.

-¿Ya conoces a mis damas? Te agradarán. –Louis levanta una ceja.

-No, no he tenido el placer de conocerlas. –me mira sabiendo lo que pretendo.

-Bueno, ven conmigo.

Louis camina detrás de mi hasta que llego con Isabel y Cristy. Para mi sorpresa Cristy ya estaba conversando con el conde de Escocia. No pierde el tiempo...

-Isabel, Cristy quisiera presentarles a un querido amigo, Louis Borbón. –ambas lo reconocen al instante. En las mejillas de Isabel se puede notar como lentamente se vuelven rojas mientras que sus labios forman una sonrisa nerviosa.

-Un placer conocerlas.

Dejo que Louis e Isabel platiquen mientras lentamente me alejo de ellos. Camino unos pocos pasos hasta encontrarme de nuevo con Cristy platicando con George. El conde de Escocia, un chico de 22 años con el cabello rubio y ojos color verde olivo acompañados con una tierna sonrisa y elegantemente vestido.

-Veo que ya se conocieron. –George hace una pequeña reverencia.

-Reina Alexandra, un gusto volverla a ver.

-¿Qué lo trae por aquí, conde? –le pregunto sonriendo.

-Bueno mi padre me ha mandado para conseguir una alianza para nuestro reino.

-Quiere decir una esposa. –asiente con una sonrisa nerviosa mientras Cristy se sonroja.

-Bueno, espero que tenga suerte. Disfruten la noche. –Cristy me sonríe triunfante antes de irme.

Entonces lo encuentro. Fernando al fondo del salón con sus ojos azules y su sonrisa encantadora pero no está solo. Platica con una chica aproximadamente de mi edad que no reconozco, tiene el cabello castaño claro, casi rubio, desde lejos no puedo apreciar muy bien el color de sus ojos pero parecen ser azules o grises y para mi mala suerte tiene una sonrisa perfecta.

Los dos ríen de cosas que no logro escuchar, siento una sensación dentro de mí que nunca había sentido. Celos. Celos de que el Príncipe Fernando este platicando con esa chica.

¡Ay no! Esto ya no está bien.

La Próxima ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora