XXXVI. Despedida

41.7K 3.8K 444
                                    

Evie contemplaba los movimientos del chico mientras hacía la cena. Había accedido a que le borrasen la memoria, pero había pedido una última cosa: quería pasar primero una noche con él, los dos solos, en su casa. La sola idea de pensar que tal vez nunca volviera a mirarla de aquella forma la tenía petrificada de miedo.

Era un miedo egoísta, Evie lo sabía; sin ninguna duda prefería que el chico viviera feliz pero se olvidara de ella a que viviera siempre así, desconfiado y asustado. Era algo obvio. Pero en aquellos momentos saber que tendría que convivir con él sintiendo que probablemente nunca sería suyo, y que tendría que soportar ver cómo la olvidaba por completo –e incluso, tal vez, elegir a otra– la estaba matando por dentro.

Se sentía una persona horrible.

Además, estaba permitiendo que sus recuerdos se alterasen más y más por culpa de su capricho. Cuanto más retrasasen su borrado de memoria, más recuerdos que Mikael tendría que eliminar. Estaba, literalmente, quitándole parte de su vida.

—Al menos olvidarás lo egoísta que soy —dijo Evie en voz baja, lo suficiente para que Gael no la escuchara.

—Ya está —dijo de pronto el chico con entusiasmo.

El Guardián llevó la perola hasta la mesa donde estaba sentada Evie, y sirvió ambos platos con su contenido.

Ella contempló la comida fascinada; ¿había algo que se le diera mal a Gael? Parecía que no.

«Bueno... quitando lo patoso que es relacionándose con la gente».

Evie rió bajito a causa de su pensamiento, lo que hizo que Gael levantara una ceja, sin entender.

—¿No te gusta? —preguntó él con evidente decepción.

—¡Claro que sí! Tiene una pinta deliciosa, Gael. Me he reído de mis propios pensamientos. No te preocupes —dijo ella mientras estiraba su mano para coger la suya—. Gracias por esto. Por todo —dijo refiriéndose no solo a la cena si no al hecho de haber accedido a pasar un último día con ella.

Gael le devolvió la sonrisa, pero no dijo nada.

Evie decidió centrarse en la cena que le había preparado el chico; risotto de setas y pollo. No recordaba haber hablado nunca con él de comida, y sin embargo, había acertado cuál era uno de sus platos favoritos.

—He hablado con Mer y le he preguntado qué te gustaba —explicó el chico como si hubiera leído su mente—. Nunca hemos tenido... Bueno, una cita —dijo algo avergonzado—, así que no sabía qué te gustaba. Espero haber acertado.

Evie sonrió de oreja a oreja para hacerle ver al chico que así era, y sin esperar más, se metió una cucharada en la boca.

—¡Dios mío! —dijo ella con la boca llena— ¡Esto está cojonudo!

Gael rió sonoramente ante el comentario de la chica y empezó a comer también, orgulloso. Evie vio que parecía realmente feliz.

Continuaron cenando y charlando animadamente; casi parecía que todo estaba bien y nada relacionado con su secuestro y el Bosque Sombrío hubiera sucedido.

Entonces, justo cuando Evie se había abandonado a aquél espejismo de felicidad, una sombra cruzó la mirada de Gael mientras dejaba caer bruscamente su tenedor contra la mesa y su sonrisa se apagó de golpe. Evie fue a preguntar qué pasaba, pero no hizo falta: el Guardián buscó su mano desesperadamente y la cogió con fuerza.

Los ojos del SolWhere stories live. Discover now