VI. Fénix

62.7K 5.2K 1.3K
                                    


Evie ya no tenía ni una gota de oxígeno en los pulmones, y solo veía oscuridad. Pero, a pesar de todo, no sentía miedo. Se encontraba en paz.

Estaba preparada. Solo tenía que dejarse ir...

—«Quédate conmigo» —resonó en su cabeza.

¿Quién era? No conseguía recordar.

—«Evie, quédate conmigo» —imploró de nuevo la voz en su cabeza.

Al mismo tiempo que escuchaba sus palabras de súplica, empezó a notar su cuerpo más liviano, como si toda la fuerte presión que la había estado asfixiando desapareciera.

«Este es el fin.»

—¡EVIE, JODER! ¡DESPIERTA!

Esta vez no había sonado en su cabeza; había alguien junto a ella. Intentó abrir los ojos, pero no tenía fuerzas para ello.

—Evie, Evie, por favor. Sigue mi voz. Vuelve conmigo —insistió desesperadamente.

Estaba luchando con todas sus fuerzas, pero no podía.

Fue entonces cuando notó una especie de ola de calor por todo su cuerpo. En un primer momento le pareció agradable, pero en cuestión de segundos, quemaba. Su cuerpo ardía.

—¡Quema! —gritó Evie abriendo los ojos.

Al hacerlo, se encontró a un muy asustado Gael tirado en el suelo, sujetándola firmemente entre sus brazos. Vio que tenía una gran brecha sobre una de las cejas que aún sangraba, pero no parecía importarle lo más mínimo. El ardor que había sentido fue cesando hasta desaparecer.

«Así que la voz eras tú.»

Solo entonces fue consciente de lo cerca que había estado de la muerte, y una oleada de miedo invadió su cuerpo, haciendo que estallara en sollozos.

—Sshh, no llores, Evie. Ya está, se acabó. Estás conmigo. No voy a permitir que te ocurra nada malo —le susurró Gael al oído.

A pesar de lo tranquilizador que resultaba su contacto, el chico casi le hacía daño de lo fuerte que la estaba abrazando.

—Gael... Me estás aplastando —consiguió decir Evie, haciendo que Gael aflojara un poco su abrazo. Pero no la soltó.

El chico, algo más tranquilo ya, cerró los ojos mientras apoyaba la frente contra la suya, haciendo que el corazón de Evie estuviera más vivo de lo que había estado nunca.

—Me has salvado —consiguió decir en un susurro.

Evie quería cerrar también los ojos y descansar, pero tenía miedo de volver a sumergirse en aquella oscuridad, por lo que decidió quedarse observando a un Gael que no reconocía.

Siempre había parecido estar enfadado cuando la miraba, pero en esos momentos no había ni rastro de su habitual ceño fruncido. Ahora que ya no parecía aterrado, tenía una expresión de alivio y felicidad que hubieran hecho que a Evie se le cayera la mandíbula hasta el suelo en otras circunstancias. Parecía un Adonis de carne y hueso.

—Creo que nunca había corrido tan rápido —dijo el chico sonriendo tristemente—. Ni siquiera sabía dónde estabas. Si no hubiera sido por esa explosión... —calló de pronto a la vez que se apartaba un poco de ella.

Evie reprimió las ganas de quejarse por su leve distanciamiento. Aún estaban a pocos centímetros, pero se había encontrado extrañamente feliz sintiendo su contacto.

—¿Qué la ha provocado? —preguntó Gael haciendo que saliera de sus pensamientos.

—¿Ha habido una explosión? —respondió Evie frunciendo el ceño.

Los ojos del SolWhere stories live. Discover now