XI. Entrenamiento

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Los días pasaron e Evie seguía hecha un lío; no sabía a quién echaba más de menos y quería verlos a ambos, pero sabía que antes o después tendría que decidir sus sentimientos.

Neil era un trozo de pan y una persona maravillosa, no había maldad en él. Era atento y gracioso, con él era imposible aburrirse. No hacía falta explicarle todo porque el chico la entendía como si pudiera leerle la mente.

Gael era algo serio y distante, pero cuando olvidaba la presión constante a la que estaba sometido era tierno y dulce como el que más. Y tenía un toque de chico malo –pero sin serlo de verdad– que le encantaba.

«Esto es un desastre.»

Evie se estiró perezosamente en la cama, consciente de que no podría pasarse así la vida. Tenía que decidir para evitar hacerse daño a ella misma y a los demás. Pero para ello tenía que hablar con Neil sobre lo que pasó con Mikael, y no era algo que le apeteciese mucho. Tenía miedo de la verdad y aún no estaba preparada.

Pero al menos sí que había avanzado en algo: sabía qué quería ser en la vida. Quería ser una Sanadora.

Decidió levantarse de la cama e ir a la Ciudad de Arena; obviamente con Mikael no pensaba entrenar, pero tenía que haber más Sanadores.

Una vez allí, Evie se dirigió hacia la única Casa de Sanación que conocía –y donde ocurrió todo con Neil– y fue directa hacia la puerta

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Una vez allí, Evie se dirigió hacia la única Casa de Sanación que conocía –y donde ocurrió todo con Neil– y fue directa hacia la puerta. Solo esperaba no encontrarse con Mikael.

Al abrirla vio que esta vez había tres Sanadores; dos chicos y una chica. Estaban sentados en círculo, con las piernas cruzadas a lo indio y con las manos unidas entre ellos. Parecían realmente concentrados, y el hecho de que ninguno se hubiera percatado de su presencia lo confirmaba.

No sabía qué estaban haciendo, pero no quería interrumpir, así que se sentó en el suelo cerca de la entrada y esperó.

Tras lo que Evie le pareció una eternidad, los tres se soltaron las manos a la vez y se levantaron, girándose al unísono hacia ella. Tragó saliva, consciente de que había llegado la hora.

—¿Qué necesitas? —preguntó amablemente el más alto de los chicos mientras se acercaban a ella.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, pudo ver que los ojos de los dos chicos eran totalmente de color ámbar, mientras que los de ella eran mitad y mitad como los de Mikael; blancos por fuera y ámbar en la zona más próxima a las pupilas.

—Hola. Eh, yo... Querría ser una Sanadora, como vosotros —dijo Evie nerviosa.

—Es broma, ¿no? Tienes que tener los veinte años ya cumplidos —Evie asintió, y el mismo chico siguió hablando—. Mira, no tenemos tiempo para bromas. Tengo que pedirte que te vayas —sentenció.

—¿Qué? ¿Por qué? —dijo Evie angustiada. No había hecho todo el camino hasta allí para no conseguir nada—. Sé que parecerá mentira, pero no sabía de la existencia de éste sitio ni de los solares hasta hace unas semanas; yo crecí en Olira. Por favor, tenéis que creerme.

Todos abrieron mucho los ojos, y ninguno dijo nada durante unos segundos hasta que la chica decidió romper el silencio.

—Así que el rumor es cierto; la hija de alguna familia aniquilada hace veinte años sobrevivió y fue criada como terrenal. Vaya, es increíble —dijo ella aún con los ojos muy abiertos.

—Sí, esa soy yo —Evie suspiró—. Por favor, dejadme ser una de vosotros —dijo tristemente— quisiera ser una Sanadora. Por favor —volvió a suplicar.

Evie se fijó en que los colgantes de la chica y el chico más alto brillaban levemente, por lo que supo que estaban hablando entre ellos. Pasaron los segundos, y se empezó a temer lo peor.

—Está bien —dijo el alto—. Dado que tu caso es especial, lo más justo sería dejarte hacerlo. Pero tienes que entender que ser Sanador requiere mucho tiempo y práctica, si estás pidiéndolo en base a un capricho pasajero, te recomiendo que te eches atrás desde ahora.

—¡No! —gritó Evie—. De verdad, quiero serlo. Me han explicado en qué consisten las clases y realmente creo que esta es para mí. En serio; estoy decidida.

—Bien —dijo el chico alto sonriendo—. Entonces empezaremos por presentarnos; yo soy Alexander, él es David y ella es Emma. ¿Y tú eres...?

—Evie —contestó con una sonrisa.

Lo había conseguido; podría ser una Sanadora.

—Bueno... ¿Y ahora qué? —preguntó ella.

Los chicos empezaron a reír, lo que hizo que Evie hiciera un mohín.

–Ahora tan solo prepárate para mañana —respondió David sonriéndole— vente al amanecer con ropa cómoda y mentalízate de que vas a salir con agujetas y sudando. Tendrás tu primer entrenamiento, y los primeros días son agotadores.

—Vale —dijo Evie, tragando saliva.

«¡Con lo que odio madrugar! No me libro ni siendo prácticamente sobrenatural...»

Al día siguiente hizo lo que le habían pedido; se levantó a las 5:30 de la mañana, llegó al amanecer a la Casa de Sanación y, exactamente como le habían aventurado, salió dolorida y sudada

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Al día siguiente hizo lo que le habían pedido; se levantó a las 5:30 de la mañana, llegó al amanecer a la Casa de Sanación y, exactamente como le habían aventurado, salió dolorida y sudada. Mucho.

El entrenamiento había consistido en media hora de meditación –en la que Evie no pudo concentrarse ni un minuto por los nervios–, una hora de algo parecido al yoga, otra hora intentando sentir presencias –como había hecho con Mikael– y por último una especie de lección de defensa personal que la había dejado tirada por los suelos.

Le explicaron que la razón de haberlo hecho así era que los Sanadores eran una mezcla entre los Guardianes, físico, y los Vigilantes, alma. Por tanto sus entrenamientos consistirían a partir de ahora en alternar diferentes disciplinas.

Siguió yendo día tras día a entrar, intentando no cruzarse en ningún momento con nadie. No quería toparse con alguien que supiera quién era y llegase a oídos de Neil o Gael que estaba allí. En cuanto a Mikael, supuso que por cómo hablaban sus entrenadores de él la relación no debía ser muy buena, así que en ese sentido estaba cubierta.

A pesar de todo, conforme pasaban los días se sentía cada vez más angustiada. No conseguía quitarse a ninguno de los dos chicos de la cabeza, y no sabía si podría elegir.

Pero decidió que aunque no pudiera tomar una elección aún, debía empezar por hablar con Neil.

Si debía olvidar a uno de los dos, al menos quería saber la verdad.

—«Neil» —llamó Evie usando el transmisor.

—«Evie» —respondió el chico con sorpresa. Parecía triste—. «Pensé que no volvería a saber de ti...» —

—«Neil» —repitió ella—; «tenemos que hablar».

Los ojos del SolTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon