XXXIV. Escondite

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¡Felicidades @2603_iciar !

Al día siguiente, Evie se levantó con unas ojeras que no había tenido en mucho tiempo. No solo no había podido dormir por las risas de las chicas que subían del salón, sino que encima estaba realmente nerviosa. Cuanto más tiempo pasase, menos probabilidades tendrían, y tenían que conseguir que funcionase el plan con Merian, sí, o sí.

Se estiró perezosamente y tras unos segundos en los que se preparó mentalmente, se levantó. Fue al cuarto en el que debería haber estado Mer, pero tras llamar varias veces y no recibir respuesta, entró y comprobó que la cama estaba intacta; allí no había dormido nadie.

Bajó a toda prisa las escaleras asustada; ¿y si la habían descubierto y se la habían llevado?

Pero al llegar abajo soltó todo el aire de golpe y se tapó la cara con las manos sintiéndose estúpida por haberse preocupado: Merian y Lía se habían quedado dormidas en el sofá.

«Con lo tarde que os habéis dormido sería una pena que alguien os despertase tan pronto...»

Evie fue silenciosamente hasta la cocina, cogió dos tapas de perola y se las puso en las manos como si fueran dos platos musicales y volvió junto a ellas, situándose justo a la altura de sus cabezas –se habían quedado dormidas medio abrazadas, con la cabeza de Merian sobre el pecho de Lía–. Aguantó la risa que le estaba entrando, cogió aire, separó los brazos y...

PAM PAM PAM PAM

—¡Aaaaah!

Lía se incorporó de golpe mientras gritaba y tiró a Merian, que cayó al suelo de bruces y se encogió como una pelota mientras chillaba sin saber qué estaba pasando.

Evie soltó las tapas de perola y se tiró al sillón que había tras ella sintiendo que se ahogaba del ataque de risa que le había dado; hacía mucho tiempo que no reía tan agusto.

—Evie, ¡¿pero qué cojones?! ¡Casi me matas del susto! —le gritó Lía enfadada.

Vaya, era raro ver a Lía de mal humor. Su semblante siempre serio hacía creer que pensases que iba a tener mal carácter, aunque luego resultaba ser todo lo contrario; era tremendamente dulce. Pero en aquél momento parecía un tigre a punto de arrancarte la cabeza –cosa que hizo que Evie aún riera más–.

—¡Te odio, Evie! —se quejaba Merian mientras se levantaba a duras penas del suelo.

Cuando se quedó agusto, Evie dejó de reír y se puso frente a ellas recuperando la seriedad.

—Bien, bromas aparte. Esto es lo que vamos a hacer: Lía, contacta con tus padres y averigua si Gael ha vuelto a casa o no. De no ser así, intenta pensar en el lugar al que podría haber ido. Y Mer, prepárate: no sabemos si los recuerdos que tiene Gael sobre ti habrán sido ya alterados o no, así que tienes que estar preparada para todo. En cualquier caso, quiero que le convenzas como sea de que quiero ayudarle y que le quiero; solo necesito que me deje darle la mano unos instantes. ¿Todo claro? —preguntó tras el discurso.

Las dos chicas se miraron entre ellas y asintieron. Lía se levantó y se puso el transmisor –que había dejado la noche anterior en la mesa– y se sentó de nuevo con ellas. Evie observó que brillaba intermitentemente, lo que parecía indicar que habia conseguido hablar con alguno de sus padres.

Esperaron pacientemente –aunque con los nervios crispados– hasta que finalmente el transmisor dejó de brillar y Lía las miró.

Los ojos del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora