XIV. Ay, mierda. -Primera parte-

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—¡Venga, que llegamos tarde! —decía emocionada Merian mientras tiraba de su brazo.

—La fiesta no se va a ir a ningún sitio Mer... ¡Y no puedo andar más rápido con estos malditos tacones! —se quejó Evie ante la prisa que intentaba meterle su amiga.

Habían pasado dos días desde que hubiera visto a Neil y Mikael besándose apasionadamente, y no había levantado cabeza desde entonces. Y, tras la horrible experiencia contemplando el Bosque Sombrío, Gael la había dejado en casa y no había vuelto a la Ciudad de Arena. Además, sus padres se habían ido de viaje un par de días por su aniversario, y la soledad no ayudaba tampoco a Evie. Su mejor amiga, Mer, se negaba a dejarla en casa en aquél estado, y, por ende, su solución ante tal situación –y cualquier otra– consistía en salir de fiesta y beber hasta olvidar los problemas. Así, aunque al día siguiente recordaras de nuevo todas tus penas, la resaca era tan grande que se quedaban en un segundo plano.

Finalmente había conseguido convencer a Evie de salir aquella noche, y tras una exhaustiva sesión de maquillaje y elección de vestuario –todo planeado y elegido por Mer–, habían salido en dirección al Busters, una de las mayores discotecas de su ciudad.

Pero Evie tenía claro que aquella noche no iba a ayudarla demasiado; a diferencia de Mer, a ella le costaba bastante más emborracharse. Y, por si fuera poco, a su amiga le daba por lanzarse a lo primero que se le pasase por delante, cosa que se le daba de maravilla. Si no conseguía engatusarte con sus hábiles palabras, su cuerpo despampanante terminaba el trabajo.

Y eso para ella solo significaba una cosa: iba a pagar 12 preciosos euros para estar entre una y dos horas sentada en la barra viendo como su amiga elegía a su presa para acabar yéndose sola a casa.

—Evieeeeeee —dijo Mer. Había pasado solo una hora, pero ya iba algo más que contentilla—. ¿Te hass fijado en ese tíiio? Esstá para comérselo.

Evie miró al susodicho y resopló. Sí, era guapo, pero por alguna razón a ella no le decía nada.

La presa de Mer tenía el pelo rubio oscuro, como Neil. Aunque en conjunto se parecía mucho a... Gael.

Evie notó que se le aceleraba el corazón, pero decidió mirar a otro lado y seguir bebiendo. No tenía ganas de averiguar qué narices le pasaba. Estaba mal por lo de Neil y sin embargo pensar en Gael hacía que se le disparase el pulso. Debía estar loca.

Tal como esperaba, su amiga la abrazó y le guiñó un ojo, gesto que solo significaba una cosa: había elegido. Acto seguido, Mer se dirigió hacia un nuevo chico que había visto e inició su táctica; pasó a su lado mirando a todos lados, como si estuviera buscando a alguien, y sin querer chocó contra el chico. Evie se giró; no necesitaba ver más. Sabía que su amiga no volvería y el chico tendría que coger un taxi desde casa de Mer a las tantas de la madrugada, cuando ella hubiera decidido que ya estaba satisfecha.

Sintió una punzada de celos al pensar en su amiga, pero sacudió la cabeza intentando alejar esos pensamientos.

Siempre había tenido algo de envidia de ella en ese sentido; Mer era capaz de disfrutar de la compañía de alguien sin darle importancia y sin sentir nada hacia él –o ella–. Evie, en cambio, lo veía imposible. Lo había intentado un par de veces, y en ambas ocasiones había salido mal parada.

Decidió tragarse sus penas literalmente y pidió otro whiskey con hielo al camarero. No le gustaba nada el sabor, pero sabía que así el alcohol surtiría efecto en ella mucho más rápido.

Siguió y siguió bebiendo hasta que todo le daba vueltas y parecía demasiado divertido para quedarse allí sentada.

Marchó hacia el centro de la pista y empezó a darlo todo.

—Hola —dijo alguien a su oído.

Evie se giró y se topó con el primer chico al que había echado el ojo Mer.

—Hola —le contestó con una sonrisa pícara.

Al día siguiente se arrepentiría, pero ahora eso no importaba.

Empezaron a bailar, cada vez más pegados. No le gustaba demasiado bailar así con un desconocido, pero se parecía tanto a Gael...

—«Te pareces a Gael» —pensó ella.

—«¿Evie?» —respondió el aludido en su cabeza—. «¿Sabes qué hora es?» —preguntó él enfadado.

—«Uy. No quería hablarte a ti, Gael. Quería decírselo a este Gael» —dijo ella echando a reír en alto. El chico con el que estaba sonrió a su vez, pensando que se debía a algo que habría hecho él mientras bailaban.

—«¿Estás borracha?» —preguntó el Gael auténtico, esta vez preocupado.

—«Puede que un poco. Pero no me importa porque estás aquí. Bailas muy bien» —contestó Evie.

—«Voy a buscarte ahora mismo, dime dónde estás» —dijo Gael muy serio.

—«¡En el Busters! ¿Es que no sabes dónde estamos?» — Evie rompió a reír nuevamente.

Pero esta vez el chico con el que bailaba se dio cuenta de que no era cosa suya, lo que pareció animarlo.

—Oye... Aquí hace mucho calor. ¿Por qué no salimos fuera? Podemos tomar el aire y echarnos un cigarro —dijo el chico con la cara más inocente que supo poner.

Evie asintió, sonriendo. No fumaba, pero en ese momento el daba igual. Gael le había pedido tomar el aire, y no quería decirle que no. Además, ella también tenía calor.

El chico tiró de su mano, y, una vez fuera, le ofreció un cigarro que Evie no supo ni cómo coger. Tras un par de intentos para que consiguiera encenderlo, desistió y volvió a guardárselo.

—¿Te he dicho que eres preciosa? —le dijo el chico mientras se acercaba un poco más a ella.

Evie rio, pero no dijo nada.

—Pues debería habértelo dicho. Estás realmente guapa con ese vestido. Realza tanto tus... tus atributos —dijo él con una sonrisa torcida sin apartar la mirada de sus pechos.

Fue entonces cuando Evie se dio cuenta de que algo iba mal. No podía pensar con claridad, pero todo su cuerpo le avisaba de que las cosas no iban bien. Gael nunca le habría dicho algo así ni la habría mirado tan obscenamente.

Sintió pánico al darse cuenta de que no era Gael. El alcohol había hecho que por un momento creyese que era él, pero ahí fuera, con las luces de la calle y con el aire despejando su cabeza, vio que no tenía tatuajes y que sus ojos eran marrones. Había cometido un grave error al salir con aquél extraño.

Evie giró torpemente sobre sus pies mirando a su alrededor, dándose cuenta de que se habían alejado del Busters. Mucho. Y seguía demasiado borracha como para saber volver.

El desconocido la agarró del brazo, sonriendo de una manera que le dio escalofríos, e intentó empujarla hacia un callejón que tenían al lado.

Evie se resistió, pero el chico era más fuerte que ella. Intentó buscar su energía y robársela para dejarlo inconsciente –una de las tácticas de defensa y ataque que había perfeccionado en sus entrenamientos– pero no conseguía concentrarse.

Unas lágrimas rodaron por su rostro, siendo consciente de que no tenía salida.

La arrinconó contra una pared, sujetándola contra ella con el peso de su propio cuerpo. Evie sintió las intenciones del chico contra su pelvis, lo que hizo que le dieran arcadas. Tenía que hacer algo rápido o las cosas no acabarían bien.

Empezó a gritar lo más fuerte que pudo, pero acto seguido le tapó la boca con la mano, evitando que pudiera seguir pidiendo ayuda.

Cerró los ojos e intentó buscar su hilo de energía, ignorando que había empezado a lamerle el cuello. Aunque en el fondo sabía que nuevamente no podría. Estaba demasiado asustada para concentrarse.

El chico consiguió abrirle la boca a la fuerza y le hizo tragar algo.

—No te preocupes preciosa, mañana será como si no hubiera pasado nada —dijo mientras reía.

Todo estaba perdido.

Los ojos del SolWhere stories live. Discover now