XXIX. Realidad alterada

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—Estás aquí de verdad —susurró junto a ella—. No eres un sueño. Me alegro tanto de que estés bien, Evie.

Ella siguió abrazándolo sin decir nada, pero tuvo un mal presentimiento. Conocía a Gael lo suficiente para saber que, aunque podía ser perfectamente romántico, aquellas palabras escondían algo más. No lo había dicho solo por haberse reencontrado. Pero fuera lo que fuese, creyó que podía esperar. Ahora lo único que necesitaba era estar junto a él y decirle lo que sentía de una vez.

—Gael, te quiero —dijo armándose de valor. Directa al grano.

Pero la reacción del chico no fue para nada la que esperaba. Gael se separó de ella, con el gesto sombrío, y negó con la cabeza. La Sanadora supo que su mal presentimiento estaba a punto de hacerse realidad.

—Evie, no tienes que compadecerte de mí. Ahora entiendo perfectamente que lo de aquella noche nunca debió haber pasado. Yo sigo sintiendo lo mismo por ti, pero no tienes que forzarte. Siento mucho todo esto —dijo separándola de él.

¿Qué diablos estaba pasando? Evie no entendía nada.

—¿De qué estás hablando, Gael? Te acabo de decir que te quiero; ¡y lo recuerdo todo! —dijo ella entre furiosa y asustada.

Aquello no podía estar pasando; ¿había puesto todo en juego para volver a escuchar que no debía haber pasado nada?

—Sé que lo hiciste por compasión. No tienes que fingir más —dijo él simplemente.

—¿Fingir? —repitió a punto de perder los papeles—. ¿Qué cojones te pasa, Gael? ¿Qué te hace pensar que diría que te quiero por compasión?

Vio de reojo que Lía –que estaba sentada en la otra cama junto a Lairon–, Mikael y Neil se habían callado y se sentían incómodos presenciando todo aquello. Pero en ese momento le daba igual que todos la escucharan.

—No solo eso. También la noche que pasamos juntos. Sé que para ti no significó nada, que simplemente te di pena—dijo.

No pasó ni medio segundo cuando Evie le cruzó la cara sonoramente.

—¿De verdad crees que me abriría de piernas por pena? ¿Quién coño te crees que soy, Gael? —dijo chillando. Le daba igual que toda la ciudad la escuchara si hacía falta. Estaba colérica.

—Eres la chica a la que amo —dijo como si hubiera comentado algo sobre el tiempo—. Pero estuve ciego cuando creí que tenía alguna posibilidad. Ahora sé que no es así.

Evie estuvo a punto de volver a abofetearle de rabia cuando vio que Mikael iba hacia ellos.

—Esto... Siento interrumpir —dijo Mikael acercándose temeroso—. Pero necesito tu ayuda, Evie. He sacado del letargo a Lairon, pero necesito más energía para terminar de limpiarle la sangre. Estoy cansado y yo solo no puedo —dijo bajando la mirada. Mikael no solía fardar de su gran poder, pero sabía que estaba muy orgulloso de sí mismo. Haber tenido que pedir ayuda no debía haberle resultado nada fácil. Y menos en medio de aquella fatídica discusión...

—Claro —dijo ella secamente. No podía seguir peleando con Gael. Ahora mismo no quería verlo.

Decidió concentrarse en Lairon y olvidarse del tema por el momento.

Siguió a Mikael y fue junto a Lairon, que estaba echado en una cama paralela a donde había visto al Guardián nada más entrar. Lía estaba sentada en el borde de la cama, sosteniendo su mano. Parecía agotada. Lairon por su parte entreabría de vez en cuando los ojos, pero seguía sin poder hablar.

Los ojos del SolWhere stories live. Discover now