XVIII. Intrusa

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Lía

—¡Pero qué coño...! —oyó que alguien se quejaba no muy lejos.

Lía volvió sobre sus pasos, curiosa, y una vez hubo cruzado la esquina las vio.

Era Evie, que estaba tirada en el suelo con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, y a su lado...

Lía tragó saliva. Su corazón había empezado a latir más deprisa que nunca y se había puesto nerviosa.

—¡Evie! —llamó riendo—. ¿Qué hacéis? ¿Por qué estáis en el suelo? —la aludida la miró y perdió el color a la par que el miedo se apoderaba de su rostro, cosa que Lía no entendió—. ¿Qué ocu...?

Ella, con su precioso pelo ondulado del color del fuego se había girado y ahora la miraba.

Lía sintió que su corazón había dejado de latir.

Pero no, no era porque creyera haber visto un ángel.

Ni porque una oleada de deseo se hubiera apoderado de todo su ser.

Su corazón se había parado en seco porque sus ojos, esos preciosos ojos, eran verdes.

Las tres se quedaron quietas, sin decir una palabra, cada una sorprendida por una razón distinta pero que compartían origen en una misma cuestión; una terrenal había descubierto la Ciudad de Arena.

Finalmente, la intrusa pareció recomponerse en primer lugar.

—Evie... ¿Qué es este sitio? ¿Por qué no me habías contado nada? ¿A caso no confías en mí? —dijo ella cada vez con más seguridad en la voz. Parecía estar recobrándose de la sorpresa inicial—. Ella —dijo señalando a Lía— también tiene los ojos blancos.

—Merian, no deberías estar aquí —dijo Evie furiosa—. No sabes lo que acabas de hacer.

Merian pareció enrojecer de rabia y se puso de pie en un ágil movimiento.

—¿Cómo diablos quieres que sepa lo que acabo de hacer si llevas semanas ignorándome? ¡Sabía que algo había cambiado en tu vida, pero no entiendo por qué no me pudiste hablar de esto! ¡Sea lo que sea sabes que puedes confiar en mí, joder!

—No es su culpa —intervino Lía finalmente—. Nosotros le hicimos prometer que nadie sabría de nuestra existencia ni de la de este sitio. De cualquier manera, Evie tiene razón en algo; no deberías estar aquí. Si alguien te ve vamos a tener problemas. Vamos a un sitio más tranquilo.

La cara de pena que puso la chica hizo que una nueva oleada de sensaciones la sacudiera de pies a cabeza. Esto no podía estar pasándole a ella...

—¡Venga! —dijo al ver que ninguna de las dos reaccionaba.

Una vez estuvieron a su lado, y tras sobreponerse al enorme deseo que había surgido en ella tras tener a aquella terrenal tan cerca, las guio hacia un jardín no muy lejano en el que podrían hablar tranquilamente.

—Yo no puedo ir. Merian, te dejo con Lía. Ella sabrá que hacer —dijo Evie mientras se daba la vuelta.

—¿Evie? ¿A dónde te crees que vas? —dijo Lía enfadada.

Era increíble, primero hacía que una terrenal descubriera su secreto y ahora se piraba sin más.

—Tengo que entrenar. No hay tiempo que perder —y, tras ver su expresión, Lía suspiró derrotada. No había nada que hacer.

Las dos chicas observaron a Evie hasta que se perdió tras un edificio.

—Bueno... A ver. En primer lugar, soy Lía. Ésta es...

Los ojos del SolWhere stories live. Discover now