×8×

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Yugyeom veía como Jaebum enseñaba a Bambam a usar los juegos del salón, habían comprado suficientes fichas como para dotar a una escuela completa, podrían estar allí durante meses y todavía tendrían fichas.

Y en otros momentos quizás él se hubiera encargado de darles un buen uso, pero hoy no. Hoy se sentía lo suficientemente irritado como para darle cincuenta vueltas a la piscina de entrenamiento.

Las palabras de Jimin aun hacían eco en su mente y no podía evitar rechinar sus dientes ante la imagen de un hermoso Jungkook en cinta, luciendo un vientre redondeado y respingado, con las mejillas sonrojadas y los ojos colmados del brillo de la paternidad. Esperando los hermosos cachorros llenos de vida... de otro alfa.

Con este pensamiento en su cabeza un fuerte puñetazo voló hasta la bolsa de boxeo que marcó una puntuación perfecta. La máquina comenzó a tintinear y las luces de colores refulgieron una y otra vez mientras la música de victoria llenaba el lugar. La ira era cada minuto más fuerte y su cuerpo había empezado a calentarse en sobre manera. Podía sentir las patas de su lobo caminando en círculos de un lado a otro, pisando fuerte en su interior, ladraba de rabia y le pedía explícitamente ir donde Jungkook.

– ¿Qué sucede contigo? – Jaebum lo sacó de su trance, obligándolo a parpadear. Se dio cuenta que sus puños seguían apretados y su respiración era irregular, como un toro embravecido.

La mano de su amigo se posó suavemente sobre la parte posterior de su cuello, sus hombros disminuyeron la tensión solo un poco y entonces su mirada viajo desde Bambam que lo observaba confundido a Jaebum con su rostro preocupado.

–Lo siento – Murmuró, exhalando toda su molestia, intentado recuperar su estabilidad emocional, pero estaba lejos de lograrlo.

Una nueva imagen de Kook lo golpeó. En otras ocasiones en las que había estado así de colérico por algún mal resultado en su competencia, Jungkook, se acercaría hasta él y acariciaría el rostro con dulzura, le plantaría un pequeño beso en los labios y lo hundiría en el frondoso aroma de su cuello. Yugyeom temblaría ante la dulzura de su esencia y terminaría cediendo ante su chico, tomaría su cintura con sus manos, ajustándose a su cuerpo y permanecerían de ese modo hasta que las piernas le temblaran y se viera en la necesidad de dormir unas cuantas horas con su omega a su lado, arrullándolo hasta que los dos sucumbían ante el sueño.

Necesitaba a Jungkook.

¿A quién quería engañar? Ese omega era todo lo que su lobo iba a aceptar y aunque, intentara lo que intentara, nunca iba a ser feliz sin su Jungkook a su lado.

–Lo siento, tengo cosas que hacer – Se disculpó, tomando su abrigo de una de las banquetas del lugar rápidamente –Bambam, quedas en buenas manos – Aseguró y corrió hacia afuera sin esperar respuesta

Bambam y Jaebum lo miraron confundidos hasta que la figura del chico se perdió del otro lado de la puerta doble. Sus miradas se conectaron una vez más y fue el menor quien levanto sus hombros antes de volver a la máquina de basketball en la que había estado jugando todo ese tiempo. Jaebum sonrió por la total falta de interés que demostró y lo siguió para alentarlo en su juego mientras él le pasaba indicaciones sobre sus tiros.





Jungkook sintió su cuerpo decaer en cada paso hacia su departamento, Jimin le había prometido que, si le daba el tiempo suficiente, Yugyeom iba a madurar la idea de la relación. Ambos iban a hacerlo.

Pero la espera era tan agotadora.

Los años seguían pasando y la soledad nunca es una buena anfitriona. La cama siempre permanecía fría, los días de invierno le reclamaban los brazos de su hombre aunque solo fuera para acurrucarse en su calor corporal, deseaba los besos de buenos días y el café frente a la pantalla del televisor mientras se reproducía alguna mala película de romance barato a la que no le prestarían atención, porque sus labios estarían muy ocupados degustándose.

¡No soy un bebé! × YugKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora