×3×

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Yugyeom tiró su mochila hacia las bancas, no quería pensar. No quería sentir. Por primera vez creyó que la opción mas factible era olvidarse de Jungkook y toda la cosa del destino.

Él sería un alfa, sí. Pero había cientos de omegas al rededor que podrían quererlo a él.

Tiró de sus prendas sobre el mismo sitio donde había arrojado sus cosas, estaba molesto, frustrado y herido. Podía sentir claramente el nudo que raspaba su garganta cada vez que tragaba, tomaba bocanadas de aire para ahogar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

Estúpido.

No quería estar triste, odiaba sentir ese dolor opresor en su pecho. Sería mejor si se enojara, si simplemente se concentrada en el odio y empezaba a aborrecer a Jungkook. No quería el dolor, prefería la rabia.

Una vez en calzoncillos se ubicó sobre la tabla de partida y, estirando los brazos por sobre su cabeza, se lanzó al agua fría provocando que grandes cantidades de líquido salpicaran hacia los costados. Unos segundos después emergió hacia la superficie para empezar a dar brazadas que lo impulsaban hacia el otro lado de la piscina.

Era increíble que, a pesar de los años que llevaba nadando, jamas podría cansarse de la acción restauradora del agua. Sabia que era su refugio, el solitario lugar donde, paradogicamente, ahogaba sus preocupaciones.

Pero no era tan fácil, esta vez no le seria fácil porque había mas que pensamientos en juego. No quería imaginarse lo que Jungkook estaría haciendo en esos momentos, con esa beta. ¡Una mujer! Eso solo se sumaba a la larga lista de cosas que jamás podría hacer para complacer a su pareja. No sabía qué era peor, el hecho de ser engañado durante quien sabe cuanto tiempo o el hecho de querer volver hasta allí y arrojarse a sus pies.

Suplicarle que lo acepte.

Rogarle que no lo abandone.

Prometerle que iba a hacer lo que él quisiera, pero que permaneciera a su lado.

Mil veces estúpido.

¿Cuándo iba a entender? Jungkook no lo quería, y si es que lo hacia, pues le salia muy mal.

Cinco vueltas a la piscina y ya podía sentir los músculos de sus piernas y brazos quemar. No era suficiente. Él quería recibir tanto dolor físico que le permitiera olvidar el dolor de su corazon. De un momento a otro pudo saborear la sal de sus lágrimas mientras levantaba su cabeza para tomar una bocanada de aire y volver a hundirse. No podía confundirse, la sal de su llanto contrastaba con el sabor dulzón del cloro.

Sólo cuando sus pulmones ardieron por el esfuerzo fue cuando se permitió detenerse, sus manos se sujetaron al borde de la piscina y limpió sus ojos para exterminar los sobrantes de agua. No había nadie allí, por fortuna para él, los dueños del complejo conocían a sus padres, ese había sido su segundo hogar y tenia acceso libre cuando quisiera.

Se dirigió a las escalerillas, al poner sus pies sobre el suelo sintió el peso de la gravedad volver sobre él. Esta noche estaría tan contracturado que no podría ni siquiera girar sobre el colchón.

Bien, era mejor asi.

Cuando tomó la toalla para comenzar a secarse escuchó el estruendo del metal golpearse en algún lugar. Buscó con extrañeza mirando a todos lados, se suponía que no había nadie mas allí, colgando su mochila en sus hombros una vez más se dirigió a los vestidores para una ducha caliente.

Otra vez. Un golpe certero sobre la puerta y un gruñido posterior.

–¡Sal de ahi, ñoño! Acabaré contigo y con tu gran boca...– el muchacho le gritaba a uno de los casilleros cerrados mientras lo pateaba– Contaré hasta tres, si no sales considerate muerto–

¡No soy un bebé! × YugKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora