Capítulo 76

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 Capítulo 76.

El Sol estaba brillando en lo más alto del cielo, así que no pude mirar el almacén hasta arriba. Salté del pequeño auto de Anne, y ella me siguió lo más rápido que pudo. Y de pronto, bueno, las dos nos dirigíamos corriendo escaleras arriba, sintiendo como que estábamos atravesando un laberinto....

Emitimos gritos ahogados cuando escuchamos disparos y nos agachamos por un momento, inclinando nuestras espaldas. Esto me recordó terroríficamente a la balacera de Oasis o a algún episodio de CSI. Ignorando mis pensamientos, tomé a Anne de la mano, no muy segura de si alguna de las dos llegaría consciente hasta arriba, y seguimos subiendo las escaleras. En mi mente, rogaba por que los policías no empezaran a llegar. Harry no podría saltar ventanas, y yo tampoco. Y Anne no era súper-mamá.

Sentía como que la mano de Anne temblaba, y me di cuenta de que la mía se bamboleaba de un lado a otro, rígida como una piedra a la vez. Tenía un horripilante nudo en la garganta, ahora mismo sentía que mi respiración iba y venía. Disparos. Nos agachamos, porque esta vez se escuchaban más cerca. Tragué saliva, subiendo las escaleras con rapidez. ¿Cómo diablos se me había ocurrido traer a Anne? Podrían atraparla, o lastimarla... o... o... ¡Ella podría ver a su hijo lastimado!

Vacilé, pero sabía que ya no podía volver hacia atrás. Entonces, la fría mano de Anne se congeló, y ya no pude seguir avanzando. Me giré para mirarla. Sus grandes pupilas verdes temblaban dentro de sus ojos.

-Ve tú -ella dijo. -No creo que éste sea un buen ambiente para mí.

-Escóndase -susurré, sintiendo mis cabellos cruzar mi nariz. -Donde sea.

Ella apenas pudo asentir frenéticamente, y me dio un último apretoncito antes de soltar su mano de la mía, para luego desaparecer corriendo por las escaleras, cubriendo su cabeza con sus manos. Tragué saliva, miré hacia las escaleras, luego hacia abajo. Miré al suelo; olía terriblemente a pólvora. Miré las escaleras, y empujé mis propios pasos hacia arriba, agitándome aún más. Ya no podía respirar tan bien como antes.

Cuando me encontré cruzando un largo salón lleno de muros y pedazos de hierro gigantes, como retazos de autos, escuché de nuevo balas, e inmediatamente sentí un peso superior al mío tumbarme al suelo, cuya rigidez noté con mi hombro. Inmediatamente, el mismo cuerpo me cubrió bajo él, y escuché un disparo tan terriblemente cerca, que incluso creí que iba a quedarme sorda. Pude oler el aroma dulce de siempre mezclado con sudor y pólvora. Harry.

-¡Suéltala! -él gritó guturalmente con su voz ronca por encima de mí. Me cubrí la cabeza al escuchar más disparos, y pude sentir mi cuerpo siendo arrastrado precariamente hacia una pared blanca. Harry dio más disparos, protegiéndome aún con su cuerpo. De repente, las escasas ventanas que rodeaban los altísimos muros del almacén hacían creer que era de noche, cuando no serían más de las cuatro de la tarde.

Nos encontramos detrás del muro, y me hice una bola al lado de Harry, manteniendo mis manos a ambos lados de mi cabeza, temblando, sintiendo que mi aire faltaba, sin voz necesaria para chillar o jadear. Definitivamente, yo no era una de esas chicas valientes que aparecían en CSI Las Vegas; o justo como la policía de rasgos asiáticos que salía todas las noches en Hawái 5-0. De la que los frikis del primer año definían como sexy todos los días en los pasillos desolados del club de ajedrez. Yo veía demasiada televisión por mi propio bien.

-¡Dame a Gemma y no te meterás en serios problemas! -Harry volvió a gritar, sosteniendo el arma a centímetros de su rostro. Luego, se escucharon unas risas, y luego disparos otra vez. ¿Por qué Matt había querido que yo viniera? Harry podría odiarlo por siempre.

-¡Dámela! -él volvió a gritar, volviéndose loco conforme pasaban los minutos.

-¡Bien! -escuché la familiar voz de Smith resonar en la habitación, e hizo que yo apretara los dientes. -Te doy a tu hermana... Si tú me das a tu chica.

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