Capítulo 3

460 12 0
                                    

Capítulo 3.

Como pude, me abrí paso entre la multitud encendida dejando caer gotas de sudor por todo el estrecho camino. Jake me observó desde un lado de la alberca, justo al lado del puesto hawaiano de licores, sonriéndome, detallándome tanto como su pulso se lo permitía. Me iba a desmayar ahí, lo sabía, así que le correspondí la sonrisa y seguí caminando hacia los baños portátiles, casi adentrad...os en las montañas. ¿No los podían haber puesto un poquito más lejos?

Ah, Jake. Sus ojos color chocolate me habían derretido desde el primer momento en que los había visto en séptimo grado, y desde pequeño siempre había sido sexy, solía levantarse la camisa para enseñar sus bíceps apenas marcados, y de pronto tenía una fila de quince niñas detrás de él. Nunca me había hecho caso, pero ahora las cosas comenzaban a cambiar. Yo lo deseaba demasiado.

Mientras me alejaba de la fiesta, las luminosidades de los faroles fluorescentes de la misma iban perdiendo su brillo, convirtiéndose en una tenue luz blanca que apenas me permitía ver mi lánguida y medio desvanecida sombra sobre el pasto húmedo y oscuro, y luego en nada. El ambiente era bastante lúgubre, pero no me permitía creer en fantasmas, mucho menos cuando Jake Montgomery me estaba esperando en la fiesta.

Me abrí paso entre la maleza hasta encontrar el baño portátil, el cual tanteé con las manos a ciegas para encontrar la manera de abrir la puerta. Todo parecía ser plástico, y nada de perilla, o candado, o llave, o nada. Mi vejiga estaba muriendo y todavía no lograba encontrar la puta forma de abrir la puerta. Di unos golpecitos de desesperación con la mano derecha, mientras que con la izquierda jalaba hacia delante un pequeño pestillo.

La puerta seguía sin abrir.

Mierda.

¿Dónde hay un arbusto por aquí?

Me pareció asqueroso, pero en unos minutos comenzaría a agonizar si mi pobre vejiga no se la desquitaba. Había tomado demasiado vino esta noche, lo suficiente para haberme emborrachado, y sin embargo estaba allí, sobria, intentando abrir un estúpido baño portátil. Esto es de lo que la vida se trata, ¿no?

No fue suficiente el correr hacia uno de los arbustos que creí divisar entre la negrura, cuando me fui de bruces al tropezar con un robusto tronco caído y sentí que alguien me tomaba de los pies, jalándome hacia atrás. Pataleé en el aire mientras mis manos luchaban contra el opresor al aferrarse en la tierra húmeda, la cual pronto se venía conmigo y me hacía perder lentamente la batalla. Gemí y grité mil veces de una manera gutural, desde el fondo de mi ser, pataleando y resistiéndome al repentino ataque violento.

-¡Ayúdenme, mierda! –grité de repente en un sonido extremadamente gutural, que espantó a unos cuervos en el Oeste y que me dejó reseca la garganta, mientras me ardía. Agité la cabeza para zafarme, en un intento desesperado por mantenerme a salvo, pero todo lo que conseguí fue que me apretara más fuerte, lastimándome los músculos.

No me di mucho de cuenta cuando volé en el aire y aterricé sobre mis rodillas, sino cuando fui cargada por las piernas y encaramada en un auto de color negro cristalizado, o mejor dicho, arrojada dentro como un auténtico saco de tomates, hasta golpearme la cabeza con las ventanas blindadas. No podía ver absolutamente nada, era como si mis ojos estuviesen cubiertos con algún tipo de tela súper gruesa, ¿por qué coño estaba tan oscuro? No eran más de las diez.

Intenté zafarme y salirme del auto cuando un gordinflón me empujó hacia los asientos de cuero, atándome las manos con una de esas esposas que usan los policías, las que dejan las muñecas lastimadas y con cortes por casi todo el antebrazo. Me levantaron las piernas bruscamente y me obligaron a doblar mis rodillas, entonces me amarraron ambos pies con una soga, y me pegaron un elástico sofocante a la boca, frotándolo bien. Seguidamente, cerraron la puerta delante de mí, y todo se volvió oscuro.

LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora