Capítulo 43

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Capítulo 43.

-¿Qué dice? -preguntó, cuando estuvimos detenidas frente a un semáforo en rojo. Levanté la mirada hacia ella, y tragué saliva.

-Oh, nada, nada -sacudí la cabeza -. Era sólo el crédito.

...

Frunció el entrecejo.

-¿El crédito? ¡Qué extraño! Yo no he pedido el crédito -comentó, alargando la mano para tomar el celular. Eché la mano hacia atrás para que no pudiera hacerlo.

-¿Quieres que lo borre? Va a cambiar a verde -sonreí con nerviosismo.

-Ah, vale -sonrió, y apretó ambas manos en el volante, frotándolas contra el mismo. Fingí eliminar algo y sonreí, dejándolo caer dentro de su bolso.

-Listo -sonreí -. Ya está.

Desvié la mirada hacia la ventana, y cerré los ojos por un momento, recostándome en el asiento e intentando sopesar lo complicado que se estaba volviendo todo. ¿Ahora le enviaban notas también a Alison? ¿A mi mejor amiga? La situación giraba alrededor de Harry, por ende también de mí, y por consiguiente... también de mis allegados. Ahora sólo faltaba saber quién seguía en la lista, y cuánto tiempo podría esconder esto de todos, incluso de Harry; quien sería el primero que se enterara.

Tiré el bolso al lado del perchero, y me apresuré a subir las escaleras, con aire lúgubre. Caché a mi madre mirándome por encima de sus lentes, mientras acomodaba ropa dentro de un bolso enorme. Desvié la mirada y seguí caminando.

-¿Qué tal la escuela? -quiso saber, doblando un pañuelo amarillo.

-Bien. He aprobado el examen de Trigonometría -me detuve para contestarle -. ¿Qué tal la clínica?

-Ahora mismo estoy saliendo -dijo -. Tengo un parto y dos cirugías hoy, tengo que estar ahí a las seis y media.

-Ah, vale -apreté los labios, y seguí subiendo, pero vacilé, y apoyé un pie en un peldaño menor -. Eh, mamá -la llamé, y ella siguió acomodando sus cosas.

-¿Sí?

-Ya sé que estoy castigada, pero... -me froté las manos en el pantalón, y ella resopló, imaginándose que ya iba yo a pedirle algo -. Pero Alison me invitó a ver películas en su casa... Me preguntaba si puedo ir.

-Ya hemos hablado de esto, Skylar -masculló, con tono de voz mesurado.

-Ya sé, mamá, pero es que he sacado buenas notas, me he esforzado, no he salido a ninguna parte -protesté, apoyando mis codos en mis caderas. Bueno, digamos que en lo último sí mentía, pero no iba a retirar lo dicho -. Tú y papá me castigaron injustamente, sólo porque rompí con mi novio.

-Te castigamos porque estuviste fuera toda la tarde sin avisar, y además llegaste empapada -levantó la voz, y se quitó los lentes, apuntándome con ellos.

-No pueden tenerme así toda la vida -achiqué los ojos, negando con la cabeza -. No es justo.

Ella suspiró, frotándome las sienes.

-¿A qué hora me dijiste que van a rentar las películas?

-A las cuatro. El sábado -respondí.

-Muy bien, vale -accedió, volviéndose a poner los lentes -. Puedes ir, y si quieres te quedas ahí en la noche, pero si no recibo más de dos llamadas tuyas, iré a buscarte.

-Suerte en la clínica -suspiré, y corrí a mi habitación. Tiré la chaqueta encima de la cama, y me preparé para llamar a Alison y decirle que sí me habían dejado ir a la matiné. Me quité la camisa y me senté en la cama a husmear en mis cajones en busca de algo más cómodo que una camisa Hollister pegadita. ¿Dónde había dejado esa bata...?

-¿Y el striptease? -dijo una voz ronca desde algún rincón de mi habitación que yo no había sabido identificar. Me volteé de golpe, con el corazón agitándose contra mi caja torácica. Me cubrí el bra con ambos brazos, avergonzada y roja como un tomate.

-¡Harry! -casi grité -. ¿Me puedes explicar qué narices haces aquí?

Levantó las manos en autodefensa.

-Yo no sabía que iba a encontrarme con un espectáculo -arqueó las cejas. Arrugué la frente y me miré las zapatillas Converse, que no había lavado desde que se habían caído en un charco de lodo hacía cuatro meses. Pensaba quedarme así hasta que él no me mirara.

Se levantó de la pequeña mecedora arrumada en una esquina de mi habitación, la cual no utilizaba desde que me impuse al cumplir los nueve años; la edad donde todo te parece ridículo e inmaduro. Hoy en día moría por sentarme por horas a hacer de vaga en ese lugar. Caminó hacia mí, y me apartó los brazos de los pechos con delicadeza, sonriendo al mirarme al rostro atemorizado. Tragué saliva y desvié la vista.

-Estoy con mi madre aquí -musité cuando él plantó besos húmedos en mi cuello.

-Nena, toma un riesgo -murmuró contra mi piel. Suspiré al inhalar su perfume dulce y varonil, y aferré su cabello con mis dedos, jalándolos.

-Ya he tomado demasiados -mascullé, interrumpiendo un beso frenético. Me atrapó en sus ojos claros, acariciando mi cintura. Apoyé mis manos en sus hombros, frotándolas en ellos. Esbocé una sonrisa lánguida, pero la borré de inmediato, porque sospeché que había sido demasiado triste -. ¿Qué haces aquí tan temprano?

-Un pequeño problema doméstico -hizo una mueca.

-¿Qué? -me eché a reír.

-En mi departamento se ha ido la luz.

-Ah, vaya -arqueé las cejas, y me acerqué a su rostro, mordiéndome el labio -. Y... ¿Hay algo que yo pueda hacer por ti?

-Sí, de hecho -asintió con la cabeza -. ¿Puedo ducharme aquí?

-Me encantaría -sonreí -. Y creo que mi madre tampoco tendrá problema; estará hasta tarde en la clínica.

-Entonces es un trato hecho.

Juntó sus labios con los míos, y reanudamos el frenético beso salvaje que habíamos dejado por la mitad. Introdujo su lengua dentro de mi boca, mientras movía sus labios un poco más rápido que los latidos desbocados de mi corazón. Gemí cuando apretó mi trasero con sus manos, y contorneó mi espina con sus dedos. Bajé mis manos hasta su camisa, la cual subí unos centímetros arriba al introducir mis manos por debajo de ella, palpando y acariciando su espalda definida y musculosa.

-o-

-¿Dónde está el baño? -inquirió, antes de que mi escurridiza mano bajara sus bóxers con lentitud. Acaricié su espalda y lo solté al fin. No habíamos alcanzado a hacer nada por ahora.

-Una puerta a la derecha -respondí, con voz pastosa. Él esbozó una media sonrisa, y mordió mi labio inferior. A continuación, se levantó de la cama, dejándome libre, y cruzó la puerta hacia afuera. Joder, Harry me ponía tan caliente cuando quería. Me recosté en la cama echando mis cabellos hacia atrás, quedando tendidos en forma de abanico mientras yo intentaba volver a mi respiración normal.

Ahí, tendida en ropa interior sobre mi cama, en la casa de mis padres, con mi novio-asesino en bóxers dentro de mi ducha. Fascinante. Si pudiera contarle esto a Alison, de seguro me pediría que colgara una foto de su trasero en el muro de mi Facebook. Desafortunadamente, no podía decir nada a nadie.

Pasaron minutos y no podía escuchar el sonido de las gotas finas de agua caer de la regadera plateada, aún cuando agucé el oído menudas veces. Me levanté de la cama, y me dirigí al baño dando grandes zancadas, con los brazos cruzados sobre el pecho.

La puerta estaba entreabierta, y el grifo del agua caliente ni siquiera había sido abierto. Harry permanecía en ropa interior mirando el espejo de enfrente con desdén, donde, con letras garabateadas escritas en lápiz labial rosa pálido, habían escrito un mensaje lo suficientemente grande para cubrir el gran cristal:

"No podrás esconderlo por mucho tiempo. Los observo a ambos. Los observo a todos. -Tu amigo".

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