Capítulo 7

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Capítulo 7.

-Harry-

Eran más de las diez de la mañana cuando crucé la puerta de la habitación. Todo seguía en su sitio, incluso los vidrios esparcidos por todo el piso de la habitación. El teléfono de Skylar seguía en el mismo lugar en donde lo dejé, ni un centímetro más, ni uno menos. Las cortinas cerradas, las ventanas selladas con llave. El aire acondicionado encendido helando el ambiente, y Sk...ylar en el piso, con los ojos cerrados y las manos esposadas. Tiritando de frío, al lado de mi cama.

Me sentí un tanto mal. La había amenazado de muerte y luego le había ordenado que se quedara ahí, y ella había acabado durmiendo en el suelo aguantando un frío cortante.

Cerré la puerta con el pie intentando no provocar un portazo, y le bajé al aire acondicionado, apaciguando el frío. Caminé con pasos lentos hacia ella, la cual seguía en su misma posición fetal con los párpados apretados y las cejas inclinadas. Me agaché hasta ponerme de cuclillas frente a ella, y por alguna razón comencé a detallarla.

Me acordé de Becky, la zorra ésa con la que tenía sexo cuando el estrés se apoderaba de mí. Sus pechos prominentes, sus caderas pálidas, sus insinuaciones excitantes… Su cabello negro azabache cayéndole en cascada por su espalda desnuda, sus ojos negros cristalizados a la luz de la luna…

Skylar era totalmente distinta. Sí, era muy pequeña. Incluso sus manos parecían veinte centímetros más pequeñas que las mías, como de juguete; y nunca me la hubiese imaginado insinuándose. Porque Becky había comenzado también como una víctima al borde de la muerte. Pero estaba demasiado buena como para matarla, y vendía su cuerpo con tal de mantenerse con vida. Ése había sido el trato. Skylar, en cambio, era tan insoportable e ingenua que provocaba tirarla por la ventana del auto para que se escapara de una vez. He ahí la diferencia.

Sus esposas se hallaban ensangrentadas y sus muñecas estaban llenas de cicatrices vivas y dolorosas. Los cabrones ésos me habían hecho un favor al mantenerle las manos atadas, pero al fin y al cabo era una chica, tampoco había que ser tan duros con ella.

La tomé de las caderas, lo que me produjo un cosquilleo en las manos, (¿por qué?) Y la cargué hasta acostarla en la cama, donde le quité las esposas con una llave maestra. Las tiré a un lado, y me senté junto a ella. No sé por qué me daba por observarla tanto, si se iría en unas cuantas horas y entonces me la quitaría de encima. No debería estar detallando cada centímetro de su frágil cuerpo tan minuciosamente, sabiendo que no era más que otra de mis víctimas.

Era insoportable, pero era realmente preciosa. Y tumbada en la cama… Oh, Dios. No me creía lo que yo mismo quería hacerle.

Suspiró en sueños, removiéndose levemente, y haciendo que me alejara de ella hacia atrás, dándome cuenta de lo que acababa de pasar por mi mente.

-Skylar-:

Tenía la certeza de que despertaría con el mismo puto par de esposas, y el mismo puto dolor en las muñecas. Pero en cuanto abrí los ojos, el ambiente de repente había cambiado. No recordaba que el suelo de madera podía ser tan suave, hasta que me percaté de que me encontraba encima de una cama, sin esposas, sin ataduras, sin nada que pudiera impedirme escapar. Me senté en la cama mientras intentaba aclarar mi mente y convencerme a mí misma de que la pesadilla aún no había terminado, que todavía me faltaban unas horas de agonía para luego irme de toda esa mierda. Y que luego podría regresar a mi vida normal, y nunca más volvería a pasar por esto.

Todo había sido tan irónico. Nadie se espera que lo secuestren buscando un baño en las montañas, saliendo de una fiesta. Nadie se espera que de repente se encuentre secuestrado bajo una amenaza de muerte. Nadie, salvo en las películas, cuando los protagonistas saben exactamente qué hacer, qué decir, siempre salen de ésa de la mejor manera, triunfantes, complacidos.

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