Capítulo 26

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Capítulo 26.

-Harry-:

...
Vacié la botella de cerveza en el fregadero luego de apenas haber tomado dos sorbos relativamente pequeños. Por alguna razón no tenía ganas de beber esa noche.

Recorrí la sala vacía y oscura sin intenciones de hacer nada más interesante con mi vida, como ir a algún bar y tirarme a alguna prostituta, o arreglar asuntos pendientes con desgraciados que me debían unas grandes. Simplemente no tenía ganas de hacer absolutamente nada, pero tampoco me sentía tranquilo. ¿Por qué mierda la vida es tan confusa a veces? No lo sabía, y probablemente nunca lo entendería. Quién sabe.

Pensé en Skylar. Ella es ese tipo de persona molesta y pesada que de repente quieres estrangular, pero que luego te consigues mirándola e imaginándote una vida entera con ella. Era una verdadera lástima que mi futuro estuviera jodido, y tan incierto que de seguro nunca podría tener hijos, ni esposa, ni vida, probablemente. Lo que yo vivía no era vida. Pero, si yo no hubiese estado donde estoy, de seguro que no dudaría acerca de ella.

Y entonces me encontraba pensando en ella como un puto enamorado otra vez. Gruñí por enésima vez en el día, dentro de mi cabeza esta vez. ¿Por qué es que me atraía tanto una chica-rica-novia-de-un-gilipollas-popular? Lo más seguro era que actuara como una de esas niñatas superficiales que sólo respiran por sexo, me lo había demostrado la última… vez.

Podía verlo, su novio le importaba más que su vida. A pesar de la vida que llevo, nunca pude entender el afán de las mujeres por complacerlos a ellos en lugar de su propia vida, o sus propios intereses. ¿Es acaso así como el amor funciona? Si es correcto, entonces, Skylar de veras que estaba enamorada de ese chico. Y me lo tenía que meter en la cabeza.

Agarré el teléfono celular de la mesa de la sala, y marqué el número ya memorizado sin siquiera estar pendiente de lo que marcaba en la pantalla. Mientras repiqueteaba, me tiré en el sillón con los brazos abiertos, deseando que alguien estuviese ahí conmigo. Había días en los que yo me sentía muy solo, a pesar de tener a John y a Matt… No era lo mismo. Era como estar rodeado de un montón de gente que nada entiende, ni sobre ti, ni sobre tu vida. Pero ¿qué podrían entender ellos, si ni a veces yo mismo lo entendía?

Entonces me di cuenta de que llevaba más de cinco minutos esperando una respuesta. Colgué y volví a llamar, nada. Repetí la operación. Nada. Nadie contestaba. Me levanté del sofá de sopetón, Skylar me había mentido. ¡Se había ido a la jodida fiesta! En cinco minutos podría estar muerta, o quizá ya lo estaba. Esa niña testaruda y caprichosa me llevaría a los confines de la perdición. Me agarré los cabellos, jalándolos hasta que me dolieron las sienes, y me apresuré a guardar el teléfono en mi bolsillo, deseando que en el camino ella contestara y no hacerme querer matarla.
Salí por la puerta disparado, encendiendo y arrancando el auto ignorando los insoportables chirridos de los neumáticos cuando derrapé. ¿Y ahora qué coño hago? No podía llamar a John sin estar seguro de que Smith andaba por ahí, porque también pudo haber sido una trampa para joderme la vida… O efectivamente ya estuvieran ahí torturándola. Skylar, con cada paso que daba, se conducía a sí misma a su propia muerte. Mierda, mierda, mierda.


-Skylar-:


En Oasis, la población ricachona y ebria era equivalente a muchachos de dieciséis en adelante, la mayoría hijos de gente importante o extranjeros con mucha pasta. Nunca verías a gente de bajos recursos merodeando por ahí mientras se fumaban un cigarrillo, pero eso no significaba que por ahí no se circularan armas, droga e incluso se encerraran en los baños en busca de sexo crudo. Me pregunté si Jake haría eso conmigo. Quizá lo hiciera, pero aún no se le veía borracho.


(A partir de aquí lean escuchando esto, que es la canción que sonaba en Oasis: http://www.youtube.com/watch?v=32udqal_lyQ )


Me atajó de la cintura cuando intenté pasarle de largo y emití una leve sonrisita. Danny me observaba desde el otro lado del salón a través de sus profundos y aplastantes ojos azules, repletos de odio y de resentimiento. Quería estrangular a Jake desde el primer momento en que se enteró de que él me atraía, y a veces lo creía capaz, mucho, más capaz de lo que yo pensaba. Alison me saludó con la mano y me guiñó el ojo con picardía, insinuándome que hoy-tendrás-sexo-con-Jake-Montgomery. Rodé los ojos con una sonrisa, mientras sentía el rubor correr directo hacia mis mejillas pálidas.

Jake me rodeó la cintura con sus brazos férvidos y musculosos, apretándome contra su pecho férreo mientras se movía al compás de mi canción favorita. Solía encerrarme con Alison en los vestidores de la escuela a cantarla y bailarla encima de los inodoros, mientras las porristas golpeaban la puerta con sus tacones, haciendo pequeñas abolladuras en las maderas de la puerta. Seguidamente, ella sacaba su botella de Vodka y la vaciábamos en menos de veinte minutos; luego salíamos tambaleándonos y decíamos que quizá habíamos contraído gripa. Nunca me imaginé estar bailando esto con él, y había pensado en que sería más… ¿especial? ¿Mágico? No lo sé. Lo único que sentía era estar bailando con un maniquí. No sentía nada.

La intensidad de nuestro baile seguía subiendo mientras Jake lentamente me subía la blusa azul oscuro hasta la mitad de la espalda, introduciendo sus manos debajo de la tela y acariciando mi espalda. Sentí un retortijón en el estómago. Y de repente pensé que era Harry, e incluso inhalé profundamente su perfume dulce y varonil, y sentí su voz ronca en mi oído mientras las piernas me flaqueaban. Todo alrededor parecía desaparecer, estaba en mi más profundo estado de trance. Levanté la vista para mirarlo a sus profundos ojos verdes… Que de repente se habían vuelto marrones, y todo había cambiado. No era Harry, era sólo mi novio, Jake. Bajé la mirada con desilusión hacia mis zapatos, los cuales estaban clavados en el suelo sin hacer nada. Aparté mis manos del cuello de Jake y a él le costó soltarme.

-Voy a… -vacilé -. Al baño.

Lo dejé atontado cuando me alejé con pasos firmes hacia el baño, recorriendo el laberinto que era Oasis.


-Harry-:

Oasis estaba a sólo dos cuadras del internado Oxford, en una de las calles más ricachonas de Phoenix. Recordé la dirección porque, una vez hacía un tiempo, había tenido que matar a dos sujetos que nos debían dinero. Hacían de bartenders en el lugar cuando en realidad colocaban drogas a las bebidas justo detrás de los muros. La gente sólo pedía más alcohol y muchos terminaron locos. Luego del tiroteo, los desgraciados terminaron tras las rejas. Y era increíble cómo, después de eso, la gente continuaba yendo allí. Supongo que nunca entenderé el grado de estupidez humana de la gente con tanta pasta.

La música se extendía hasta fuera, pero las calles estaban vacías. Algunos coches estaban aparcados a unos metros lejos del estacionamiento. El lugar estaba repleto de estudiantes. Joder, me estaba metiendo en un lío por salvarla a ella.

Me adentré en el lugar por la parte de atrás para entrar con facilidad, y de hecho, supuse que habían dos grandulones resguardando por ahí. Caminé hacia ellos como si nada.

-Buenas noches, caballeros –musité, con rostro sereno. Uno de ellos, el pelirrojo, comenzó a revisar una lista de papel descolorido.
-¿Qué se le ofrece? –musitó el otro.
-Tengo un problema –admití -. He llegado tarde a la reunión.
-Búscalo, Phil –le dijo al pelirrojo, quien continuaba pasando páginas de su libreta. La luz apenas iluminaba mi rostro. “Bien, esto me favorece”, pensé. Luego de diez minutos, Phil negó con la cabeza.
-Lo lamento, joven –dijo el calvo -. Usted no está en la lista.
Me acerqué hacia la luz para que pudieran verme apenas el rostro, y saqué mi pistola de la chaqueta, sosteniéndola con fuerza.
-Exacto –sonreí. Ambos se miraron las caras.



Bueno, ésa es la ventaja de matar gente en los clubes nocturnos. Los grandulones me habían reconocido al instante que vieron mi rostro, porque les había perdonado la vida esa vez. Y estuve lamentándolo hasta la noche de hoy. Skylar, ¿ahora dónde te has metido?


-Skylar-:


Me abrí paso por entre la gente apretujada y hacinada en un mismo lugar. En el lugar no cabía un alma. Me costó encontrar el jodido baño, pero esta vez mi vejiga no estaba en juego, sólo quería echarme agua en el rostro. Una férvida y robusta mano me agarró por el brazo, quemándome la piel.

-Hola, chiquita –sonrió un chico desconocido. Su cabello rubio y alborotado llegaba hasta por debajo de sus cejas, y sus dos ojos enchapados en piedras azules me miraban con lujuria. Me aclaré la garganta.
-Las prostitutas están en Luxur Way, detrás de la vieja biblioteca –mascullé. Conocía el lugar porque los chicos del equipo de natación se pasaban la vida hablando de ellas, las cuales habían sido abiertas incluso más veces que el buscador de Google en toda su historia. Él sonrió con sorna.
-Qué chistosa –rió ásperamente -. ¿Por qué no vamos al Bar y pedimos unas copas?
-¿Fuiste invitado? –inquirí.
-Oh, claro –sonrió -. Soy del equipo de natación de la escuela.

“Con razón”, pensé. Aunque, la verdad, nunca lo había visto antes.

-Oh. Con permiso –musité, intentando pasarle por al lado. Me atrajo hacia él con fuerza.
-Quítate la ropa.
-¿Qué?
-Quítate la ropa –repitió -. Quiero comprobar si sigues siendo virgen.
-Lo soy.
-Quiero asegurarme. Tu padre me lo agradecerá.
-¿Mi padre?
-Él sólo quiere una buena chica –sonrió.
-Apuesto a que sí –sonreí con amargura, y me solté de sopetón, dándole una patadita en sus miembros -. Buena noche.





     

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