Capítulo 20

Depuis le début
                                    

Fregué los trastes en cuanto terminamos de almorzar y salí disparada hacia mi habitación, mientras esperaba con ansiedad la llamada de Danny, no muy segura de por qué quería recibirla, ni de qué le diría exactamente. Sólo sabía que la necesitaba. Ahora.

Pero así transcurrieron las horas. Lentas y agonizantes. En un segundo me encontré tirada encima de mi cama con los brazos abiertos y extendidos, con mi cabello tendido en abanico en la colcha y una respiración acompasada, dando vuelcos inesperados a veces. Él no me había llamado. Nadie lo había hecho. Miré mi celular, desesperada. Ni siquiera Alison. ¿Qué acaso ya no le importaba a nadie en esta puta vida? Tiré el teléfono a un lado. “Skylar… Acaso estás ¿dolida? ¿Deshecha, tal vez?”, sí, deshecha, definitivamente estaba deshecha. Más que eso. Destrozada. Adolorida. Confundida. Asustada. No sabía a qué dirección mirar, ni a dónde acudir. Tenía una especie de telaraña dentro de mi cabeza.

Me había preocupado en primer lugar, porque Harry había vuelto a buscarme, y yo había accedido. Fue una simple salida. Pero luego volvió a buscarme, esta vez había sido un encuentro físico, que había sabido detener a tiempo. Me había buscado más veces de las que debería, ¿por qué no me dejaba en paz? Y lo peor, sin duda alguna era que, yo acudía a él todas esas veces, porque sentía esa estúpida protección que solamente él me daba. ¡Qué irónica es la vida! Me amenaza de muerte si abro la boca, pero me siento segura estando con él. Tres veces. Tres putas veces. Demasiadas, demasiadas…

¡Cuánta suerte tenía de estar sola! Nadie comprendería. Ni siquiera yo misma lo hacía, en todo caso.

El sueño me invadió, dejándome tumbada en mi cama sin dejarme hacer un movimiento más antes de eso. Me había parecido una siesta corta, pero al mirar el reloj digital de mi mesa de noche, me di cuenta de que habían pasado tres horas y media desde que cerré los ojos.

Levanté el tronco con mis propios codos, y me quedé observando un lugar fijo por mucho tiempo, hasta que desvié la vista de golpe. Me froté los ojos y encendí la luz de la lámpara. Eran las siete y dos minutos de la noche, y sentía que no había dormido absolutamente nada.

Miré la luz lúgubre y nocturna que se proyectaba por mis viejas cortinas a través del balcón y las ventanas. Un descomunal despliegue de emociones me traspasó en un segundo. La primera fue la sorpresa; estaba alejada de todo rastro de sociedad y no esperaba compañía. Además, me sacudió una ráfaga de desgarradora esperanza cuando fijé la vista en la silueta y vi la absoluta inmovilidad y la piel pálida. La suprimí con ferocidad mientras luchaba contra el igualmente despiadado azote de la agonía cuando mi vista siguió bajando: debajo del pelo castaño estaba el único rostro que yo quería ver. Después vino el miedo. Luego la confusión, y el miedo de nuevo, ambos a la vez. ¿Era esto un sueño? Me froté los ojos de nuevo. Allí estaba. Me los volví a frotar, ahora más rápido. Otra vez. Allí seguía.

-Harry –sonreí lánguidamente, con cierta alegría. Era una reacción irracional. Probablemente debería haberme quedado con el miedo.

-¿Skylar? –preguntó; y a pesar de que estábamos en mi habitación, parecía sorprendido.

-Me recuerdas.

Le sonreí. Era ridículo que estuviera tan feliz porque un asesino cruzara mi habitación.

Esbozó una gran sonrisa.

-Esperé verte aquí.

Se acercó a mí dando un paseo, pero con expresión seria y cautelosa. Casi olvidaba lo de la última vez. Qué incómodo.

-Yo no –admití. Asintió con la cabeza mientras evaluaba la habitación, como si estuviese pensando algo.

-Perdona que no te haya avisado –masculló. Bueno, es un asesino con clase -. No calculo bien el tiempo a veces.

-Sólo vienes por las noches; justo en el único momento en el cual mi padre está trabajando y mi madre está ocupada –arqueé una ceja. Frunció los labios.

-Pero a veces sí lo hago –me guiñó un ojo. Asentí, tragando saliva, luchando para que bajara.

-¿Qué haces aquí? –inquirí, con una pizca de sumisión en mi voz. Se dio la vuelta hacia mí, acercándose un poco, cortándome la respiración. Dejó al descubierto su brazo sangrante con una cortada desgarradora en él que me revolvió las tripas.

-¿Quién te ha hecho eso? –susurré.

-¿De verdad importa? –sonrió, esbozando una mueca de dolor después -. Sólo espero que tengas alcohol o algo y estaré bien.

Asentí, nerviosa, y me levanté de la cama de sopetón, mareándome un poco. Odiaba recibir estrés justo después de despertarme, me ponía los nervios de punta.

-Quédate aquí –me giré hacia él, quien asintió aniñadamente mientras se sostenía la herida con la otra mano. Suspiré, me volvería loca.

   

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