V e i n t i o c h o

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Mi aceptación trajo consigo la sonrisa de Rust; una sincera y sin segunda intención. Una sonrisa verdadera.

Busqué mi laptop y se la entregué para que la encendiera, luego cerré la puerta de mi habitación en caso de que mamá quisiera entrar. Rust entró a una página web, similar a la ya fallecida Netflix, donde subían series extranjeras; arrastró la flecha a la esquina derecha e inició sesión bajando la cabeza para que no pudiese verla, aunque ya me conocía su clave que, por cierto, repasa lo obsceno y absurdo.

El chico tenía cuenta premium y muchas series (en su mayoría coreanas) sin terminar ver.

—¿Te gustan los dramas coreanos? —pregunté divertida.

La respuesta era clara y la conocía, solo deseaba sacar un tema.

—¿Tienes algún problema con eso? —inquirió dirigiéndose hacia mí por encima de su hombro. Su expresión austera regresó con su respuesta.

—Por supuesto que no, baja las defensas. —Me senté a su lado, cruzando mis piernas y poniendo a Crush sobre ellas para acariciarlo a la fuerza—. Esto es algo inesperadamente tierno de alguien con tu fachada de chico malo.

—Me la sudan las fachadas, que las personas crean lo que quieran creer de mí —se removió completo con la laptop meneándose en su regazo—. La única opinión sobre mí que me interesa es...

—La tuya —lo frené—. Tranquilo, bestia, yo no juzgo tus gustos. De hecho, me parece bastante tierno. Y si lo muestras conmigo me siento muy halagada. Ahora dime, ¿en qué aporta esto a nuestra función desastrosa para el aniversario?

—Cultura, claro.

Mentiroso. Él solo buscaba una excusa para ver sus dramas.

Le dio clic a un drama coreano de nombre Moon Lovers: Scarlet Heart Ryeo. Su apariencia ruda caía en picada mutando a la de un niño entusiasmado, pero adorable. Sonreí bajo mi careta de renegada.

—Veamos qué tan buen gusto tienes... —comenté con escepticismo.

Volteó con gesto ofendido y regresó a la pantalla con el inicio del drama para colocarlo en pausa.

—Uno bueno —aludió con soberbia—, por eso no me gustas.

La risa quedó atorada en su garganta en cuanto arremetí un puñetazo en su estómago. Se quejó con aspereza, llevando una mano a su estómago por debajo de su camisa.

—Más cuidado, Pelusa.

—Lo siento, olvidé lo de tu herida —balbuceé con las manos sobre mi boca, llena de culpa—. ¿Todavía no sana?

Negó con la cabeza.

—Tu excelente kit de enfermería no sirvió de mucho, la herida resultó ser más profunda de lo que imaginábamos.

—Ja, y andar como simio escalando y lanzándote de mi ventana no ayuda. —Sus cejas se tornaron un camino recto y castaño, mi comentario no le sentó para nada bien—. ¿No te mandaron a guardar reposo o algo?

—No gasté en un médico real, Roja, me atendió uno más barato. —Llegó mi turno de mirarlo con seriedad. Solo existía un chico de su grupo de cómplices que tenía afiliación a la medicina—. ¿Qué?

—Si ese médico es Brendon...

—Él sabe de estas cosas.

Sí, las sabía, pero no lo volvía un experto. Hacer una comparación entre ambos y un médico de verdad era algo absurdo.

—Déjame ver —ordené a la espera de que se levantara la camiseta.

Rust me enseñó la venda que tenía puesta sobre su corte, después se la despegó para enseñarme unas puntadas hechas de manera casi profesional. No obstante, alrededor continuaba teniendo un color amoratado que me preocupó.

Díselo a la Luna ✔️Where stories live. Discover now