Cap. 9 - El último bastión de Apolo

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Cap 9.- El último bastión de Apolo.

Kiara

Nass, Leinster Irlanda Abril 872



Entre cuerpos de agua, canales, colinas verdes y árboles frondosos, estaba asentado el pueblo de Nass, en Irlanda y como siempre, se encontraba techado por nubes grisáceas y brillantes que amenazaban con dejar caer la lluvia. La princesa Kiara y su sierva Nadejha, se encontraban ahí y su estancia se había prolongado ya durante muchos meses, mucho más de lo que la princesa esperaba y deseaba. Y no es que la estancia fuera desagradable, en verdad el pueblo era bello y se vivía una hermandad entre los habitantes que no se repetía en otras ciudades, ya que eran un clan y no una monarquía tradicional. Pero, aun así, Kiara se sentía una solitaria extranjera y sus ojos se encontraban permanentemente tristes.

Esa mañana, ambas mujeres habían acudido al modesto templo del pueblo para rezar por las almas de los ausentes, tal como la madre de Kiara se lo había inculcado. Nadejha no tenía la costumbre de rezar pero aun así, seguía a la princesa a todos lados para cuidarla y apoyarla en todo momento.

Lo curioso es que, a simple vista, no parecía haber diferencias sociales entre las dos mujeres. Ambas estaban sentadas hombro con hombro y vestían ropas similares, ya que la situación precaria en la que se encontraba la joven princesa no le permitía usar joyas o telas lujosas para vestir. La gente que las miraba pensaba enseguida que posiblemente había un parentesco entre ellas, quizás hermanas o madre e hija. Pero no imaginaban el enorme abismo social que en realidad existía.

Lamentablemente, por más que la cristiandad dictara que todos los seres humanos son hijos de Dios y por consecuencia hermanos, tal condición no era trasladable al mundo real, en el cual los derechos sobre la tierra eran limitados a una minoría llamada nobleza y estos derechos se heredaban de padres a hijos, dejando al resto de la población con el título de siervos y viviendo en condiciones parecidas a la esclavitud. En el caso de Nadejha había tenido suerte, pues su ama Kiara era muy joven e inocente y su corazón aún no se llenaba con tantos prejuicios hacia los que realizaban trabajos manuales. La joven princesa le tenía un real afecto a su sierva y la consideraba, entre otras cosas, una guardiana, consejera y confidente; además de ser la única que entendía y controlaba sus esporádicos berrinches.

Al salir del templo, ambas mujeres se cubrieron las cabezas para pasar desapercibidas entre tantos irlandeses y caminaron de nuevo al palacio de los Ui Felain. En el camino la joven princesa rompió el silencio al ver que la sierva se había quedado muda y con el rostro compungido.

— ¿Estaba usted rezando por Lance y Mislav?

— Lo intenté, pero creo que me metí en problemas con Dios — respondió Nadejha al tiempo que le acomodaba el burdo tocado a la princesa. Ante la expresión interrogante que le surgió a Kiara, la sierva explicó —. Comencé pidiendo y suplicando como todo el mundo, pero luego me puse a recordar todo lo que he perdido y acabé enojada lanzando algunos regaños y amenazas — Nadejha puso cara de tristeza y añadió al final —. ¿Te dije que nunca fui muy buena para rezar? Mejor vámonos antes que Dios me castigue.

Kiara sonrió amplio y negó un poco mientras la reconfortaba de este modo.

— Mi madre decía que habláramos con él como si le habláramos a un amigo, no creo que esté enojado.

Nadejha se limpió las lágrimas y tomó del hombro a la joven para iniciar el camino a palacio, entonces la princesa tuvo tiempo para hablar de la preocupación que llevaba cargando y que había arrastrado durante meses.

— Nadja, el señor Mislav nos pidió a mi hermano y a mí que te tomáramos como sierva y que te cuidáramos. Dijo que nos necesitabas y yo le respondí con la verdad, que por ahora te necesitamos más nosotros a ti. Como te has dado cuenta todos estos meses hemos pasado carencias y confinamientos y ahora estamos atenidas a lo que Finn y Garrod nos den. Nos han tratado bien pero cuando se acabe este exilio no sé qué pasará y no puedo asegurarte el bienestar al lado mío, ni siquiera puedo asegurarte la comida.

El Imperio Sagrado II: Los hijos del oscurantismoWhere stories live. Discover now