Se arrodilló hasta quedar a mi altura, mantenía aquella sonrisa serena que tanto la caracterizaba, cerró los ojos y se acercó a mi oído.

- Si no fuese por las personas que están alrededor, probablemente yo ya te hubiese colgado de un palo. Tenlo en cuenta para la próxima – cuchicheó.

Se alejó un poco para quedar de nuevo frente a mí, seguía con su misma expresión. Por lo que entendí, lo que me dijo significaba "Por esta tontería, hoy no cenas" ¡Perfecto!

- Está bien – dijo mientras acariciaba mi rostro. Se levantó y miró a los demás – Todos, tómense un descanso para almorzar. Las fotos deben estar listas para antes del atardecer. Nada de alcohol en el refrigerio, ¿entendido muchachos? – dijo señalando a todos como... Como lo que era, una madre responsable, una alfa dominante, líder de una gran familia, creadora de una de las empresas productoras de yukatas más famosas en la región.

- ¡Hi! Otsukaresama – dijeron todos a la vez.

Poco a poco la sala se fue vaciando hasta que solo quedamos mi mamá y yo. Cuando el último trabajador cerró la puerta, mi madre soltó un suspiró y luego cogió mis mofletes entre sus dos manos. Eran cálidas y suaves...

- ¿¡Qué voy a hacer contigo!? – dijo entre risas mientras pellizcaba mis pobres cachetes y movía mi cabeza ligeramente hacia los lados.

- ¿Amarme y mimarme por ser el mejor hijo y modelo que puedes pedir? – pregunté, haciendo una pose "sexy".

Mi madre ante aquel gesto se puso a reír, esa risa era tan dulce y tan contagiosa que no pude evitar reír también. Soltó mis mejillas y me tomó de la mano, la acariciaba suavemente entre las suyas con mucho cariño. Bajé un poco mi cabeza para verla a los ojos, esos faros color café siempre estaban rebosantes de emoción y alegría.

Una mirada de ella hacía desaparecer todas mis preocupaciones. Un abrazo de ella me hacía sentir protegido y amado. Un beso en el pómulo de ella era como sentir el roce de una delicada flor. No había palabras suficientes para expresar el cariño que sentía por mi madre, lo mucho que la valoraba o lo importante que ella era en mi vida. Sin darme cuenta, una boba sonrisa se formó en mi rostro.

- ¿Estás sonrojado? – preguntó ella mirándome fijamente.

Le mostré una de mis mejores sonrisas y le di un cálido abrazo.

- Tu belleza hace que me sonroje mamá... – dije en voz baja, lo suficiente como para que ella escuchase lo que había dicho.

- Así debe ser – dijo ella con voz sarcástica mientras correspondía a mi abrazo – Por eso es qué tú eres tan guapo. Lo sacaste de mí, no de tu padre, él es más carisma que guapura – comentó eso último entre risas – Pero ya no me hagas esas cosas niño travieso.

- Hiii – respondí canturreando.

- Vamos a almorzar – dijo ella jalándome del brazo derecho.

(...)

- No me sorprende para na-da – dijo mi hermana mientras terminaba de comer su arroz – Mi hermanito se vuelve loco cuando se trata de comida – dijo metiéndose un poco más del cereal a la boca. Ella era una beta muy talentosa, una de las mejores diseñadoras de yukata del grupo.

- Hijo, tu madre ya te ha dicho que no hagas esas cosas – dijo mi padre con voz calmada – La dejas como una mujer sin autoridad, y ambos sabemos que eso no es así – dijo dejando escapar una pequeña risa.

- ¡¿De que estás hablando querido?! – dijo mi madre dándole un codazo a mi papá. Él era un omega, desde joven había sido un chico calmado y para nada problemático, pero cuando conoció a mi madre... Todo se volvió más divertido según me cuentan.

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