12 La Legionaria y el Samurái

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Kusanagi para contenta de poder volver a asesinar dragones.

Kenny no tanto.

El dragón romano voló encima de ellos rugiendo fuego creando una muralla de la que podrían escapar. Kenny cortó todo el fuego que estuvo a punto de hacerles daño a él o a Reyna. Kenny concentró su ki en crear olas gigantescas de agua que apagaran el fuego, pero sólo lograron aminorar su intensidad.

Kenny vio como Reyna estaba luchando a pares contra el dragón japonés que lanzaba rayos de su hocico. De inmediato notó el patrón de la semidiosa romana, estaba haciendo que atacara al gashadokuro que empezó a perseguirla. Kenny decidió unirse al plan de la pretora.

Con su ki lanzó una piedra tamaño extra grande a la cara del dragón romano.

El dragón no pareció contento y atacó de lleno a Kenny que ya estaba saltando entre las salientes del palacio Troyano, dirigiéndose al gashadokuro romano. El fuego y los ataques eléctricos hicieron que el gashadokuro bramara de dolor, pero no lo detuvo. Kenny mantenía la atención del dragón romano sobre él.

Se le estaba ocurriendo uno de sus planes habituales, uno de esos dónde probablemente acabaría muerto. Invocó raíces de todas las murallas de Troya, sintiendo poco a poco su ki se iba a gotando cada vez más y más. Agitó la cabeza para dejar de pensar en la jaqueca horrible que le estaba dando. Las raíces aprisionaron de nuevo al gashadojuro, elevándolo varios metros por el aire. Kenny se colocó debajo de la pelvis del esqueleto gigantesco, viendo como el dragón de fuego estaba a segundos de rostizarlo y devorarlo.

— ¡Reyna!—Gritó Kenny a la pretora— ¡Altura!

Reyna asintió corriendo hasta él y haciendo una escalera con sus manos.

El impulso que la pretora le dio hizo que Kenny atravesara todo el sistema óseo del gashadokuro hasta llegar a sus fosas nasales. El dragón lo siguió y quedó atrapado dentro del gashadojkro romano. Reyna hacía lo suyo haciendo que el dragón japonés rodeara al esqueleto romano como si se tratara de una boa constrictor.

Reyna quedó en la frente del gashadukuro aprisionado con la cabeza del dragón eléctrico a punto de comérsela. Kenny dio un tajo profundo en la garganta del dragón y concentró todo su ki metiendo su mano dentro de la herida de la bestia. Invocó todo el agua que pudo e hizo que la serpiente gigantesca comenzara a convulsionarse y lanzar rayos sin control.

— ¡LA CABEZA!—Gritó Kenny señalando al gashadokuro.

Reyna asintió y extendió la espada troyana hacía uno de los relámpagos, y gritando enterró el arma en el cráneo del esqueleto. Kenny apenas tuvo tiempo para convertirse en hierro, pero eso lo salvó de la explosión.

Cuando Kenny abrió los ojos, se encontraba en un patio destruido del palacio de Príamo. No pudo levantarse del agotamiento. Reyna estaba a su lado respirando agotada y agitada.

—Eres bueno asesinando dragones, Kuromori.

El chico trató de responder con algo ingenioso, pero su cuerpo se estaba desvaneciendo. La pretora pareció notarlo y tomó la mano de Kenny de inmediato. Reyna cerró los ojos y Kenny sintió como su cuerpo y ki se rehabilitaban con velocidad. Cuando Reyna acabó, Kenny no estaba en su mejor momento, pero al menos no sentía que se moría a cada instante.

— ¿Cuál es el plan para derrotar al Lobo Oni?

Reyna sonrió con crueldad y le contó el plan a detalle.

Kenny corrió entre las sombras de lo alto de la sala del trono de Príamo.

Vio a Reyna entrar con la espalda lista para atacar.

Bryce se levantó de su trono de plata con la katana enfundada y la Ame-no-nobuko en ambas manos. El chico ya no llevaba su túnica morada, más bien llevaba una armadura samurái a partes, romana a otras. Todo de tonos dorados opacos. Seguía llevando puesta su máscara kabuki.

—Vaya, vaya—dijo riéndose Bryce—. Mi pretora sobrevivió a Troya...de nuevo.

—Detén esto, Bryce—dijo Reyna—. Cuando acabé contigo no seré tan indulgente como la última vez. No serás exiliado de ninguna parte, me encargaré de que recibas el trato más estricto de los jueces del Plutón y que las mismas Furias te torturen para la eternidad. Será mejor si lo haces sencillo y quizá tenga piedad de ti.

Bryce pareció preocupado ante la amenaza.

Sabía que las palabras de su pretora eran enserio.

Bryce se colocó en posición de ataque con la Ame-no-nobuko en una mano y su katana de oro imperial en la otra.

—Que así sea—dijo Reyna lanzándose al ataque contra Bryce.

Allí dónde los cortes de la espada Troyana alcanzaban, era reducido a escombros.

Bryce a penas y podía defenderse de la furia de la pretora Romana.

El Lobo Oni se resistía a usar la Lanza de la Creación, pero viendo que no podría someter a la semidiosa colocó la lanza en posición de ataque y un fuego asquerosamente rojo comenzó a brillar en la punta. Kenny se lanzó en el acto que el fuego salía de la lanza. Su kusanagi cortó el ataque de la Ame-no-nobuko haciendo que una explosión envolviera a Bryce.

Reyna saltó en una patada al rostro del Lobo Oni destrozando la máscara.

Bryce recuperó brevemente el equilibrio con el rostro ensangrentado.

Al instante Kenny hizo que raíces envolvieran las piernas de Bryce y se lanzó para cortar las graebas de oro imperial del ladrón. Kenny conocía que pasaba cuando destruía el oro imperial. Una explosión hizo que el brazo de Bryce se deshiciera en sombras. El Lobo Oni se había quedado sin la Lanza de la Creación.

Kenny hizo que las raíces, que ya rodeaban hasta la cintura a Bryce, se prendieran en fuego. Toda esa parte de la armadura de oro imperial explotó dejando a Bryce indefenso y con pedazos de carne colgando en un esqueleto ceniciento. Reyna cortó la mano con la que llevaba su katana de oro. Kenny se colocó frente a la pretora y ambos dieron el último golpe a Bryce, haciendo que el semidiós se deshiciera en un lamento de sombras y tinieblas.

Kenny tomó la Ame-no-nobuko junto a Reyna.

Su trabajo aún no estaba terminado.

Ambos chicos azotaron la Lanza contra el piso del palacio y este vibró de poder.

Mantuvieron sus fuerzas con la lanza en el piso.

Como una corriente de aire llevándose una cortina de cenizas, el fuego de la Ame-no-nobuko, hizo que todos los restos del Yomi desaparecieran de Troya. Que todos los monstruos restantes se hicieran polvo. Y que poco a poco, Troya volviera a la gloria de la que Reyna se sentía tan orgullosa.

Los dos chicos se quedaron sentados contra una pared del templo de Príamo.

—Troya es linda—dijo Reyna riéndose—. Cuando no trata de asesinarte, claro.

Kenny se rió también.

—Eso mismo digo de Japón.

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Epílogo: Próximamente

La Lanza de la CreaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora