0 El Lobo Oni

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                                                       Japón, palacio de la diosa Inari

—Genkuro-san—dijo la diosa con los ojos cerrados—, puedo sentirte entre las sombras. Sal para que pueda verte.

La diosa escuchó los ligeros pasos en el pasto.

—Sé a qué vienes.

Silencio.

—Cuestionas de nuevo mi decisión sobre Kuromori-san—la diosa agachó el rostro sintiendo la duda incluso en sí misma—. A veces yo también dudo, mi más leal servidor. Creo que volverlo mi samurái fue un poco....impulsivo. Pero de nuevo nos demostró a todos sobre sus capacidad, fue capaz de derrotar a Tsukoyomi en el espacio, e incluso se ganó un favor de la diosa emperatriz Amateratsu.

Silencio.

— ¿Genkuro?

La diosa Inari sintió un movimiento letal en el aire y actuó al instante abriendo los ojos.

Detuvo el golpe de la katana con dos dedos.

Frente a ella se encontraba un guerrero samurái, con una túnica morada y la máscara kabuki de un Oni... Un Lobo Oni. El intruso invocó un kanji de elemento fuego que causó una explosión que obligó a la diosa a apartarse.

Inari intentó leer los pensamientos del intruso, pero había interferencias que se lo volvían imposible. Vio los dedos con los que detuvo el golpe de la katana, se encontraban ligeramente quemados. A instantes después el Lobo Oni seguí atacando con velocidad demencial, mientras invocaba kanji tras kanji, de fuerza y pdoer demoledor que fue dejando a la diosa a raya poco a poco.

Inari se hartó e invocó el kanji de bosque para que las raíces de su templo atrapasen al intruso de una buena vez. Mientras las raíces monumentales comenzaban a atrapar al samurái de túnica morada, la diosa Inari se fijó el algo muy particular de la katana de sus atacante; era una katana hecha de oro.

Antes de poder indagar más, el Lobo Oni invocó una lanza que volvió cenizas todas las raíces.

—No puede ser...

Inari palideció al reconocer la lanza del intruso que se reía de manera demencial.

—Así es, Inari—dijo el atacante mientras apuntaba la lanza a la diosa—, es su preciada Ame-no-nuboko. La lanza de la creación.

El intruso lanzó una onda expansiva de explosiones constantes contra la diosa apenas pudo desviar debido al poder desmedido. Al abrir los ojos de nuevo, Genkuro-sensei se encontraba con una katana desfundada y con un kanji de protección invocado.

Su discípulo se lanzó al ataque contra el intruso, que desviaba todos los ataques de Genkuro con su katana de oro, kanjis sobrehumanos y el ataque de la Lanza de la creación. Inari se unió a la batalla para detener al intruso. Entre la diosa y el discípulo hicieron ceder un poco al intruso, pero el poder que seguía manteniendo era simplemente descomunal.

Inari invocó de nuevo las raíces mientras Genkuro preparaba un ataque para asesinar el intruso. El samurái pareció percibir las intenciones de los protectores de Japón e hizo algo que Inari no había presenciado en miles de años; El samurái se desvaneció entre las sombras de un árbol.

La diosa Inari y Genkuro empezaron a tentar las muestras del desastre que había dejado tras de sí el ladrón de la Ame-no-nuboko.

—Genkuro... La katana de ese samurái era de oro, pero no cualquier tipo de oro...

—Lo sé, Inari-sama. Era oro imperial romano.

Inari frunció el ceño temiendo lo que se aproximaba si se sabía que un romano había irrumpido el palacio de una diosa japonesa y robado una de sus armas más poderosas.

—Llama a Kuromori-san y a Kiyomi Hashirama, deben ir a Estados Unidos. 

La Lanza de la CreaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora