4 La Hija de Roma

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El labio roto, sumado a los ojos amoratados y la terrible jaqueca hizo que Kenny supiera porque había sido mala idea viajar a Estados Unidos. No había pasado ni una hora de su llegada y ya estaba encarcelado en una jaula colgada en medio de la nada, con ocho amazonas (Amazonas, sí) vigilándolo en todo instante, todas con lanzas y ballestas preparadas para el más mínimo de sus movimientos.

Kenny se colocó en posición de loto con los ojos cerrados y trató de digerirlo todo.

Olimpo. Dioses del Olimpo.

Había escuchado "Júpiter" "Marte" "Plutón" "Neptuno". Los nombres Romanos de los dioses del Olimpo.

Escuchó varias preguntas "¿Qué tipo de semidiós eres?" "¿Quién demonios es tu padre divino?"

Y otras cosas al azar "Oro imperial" "Bronce celestial" "Campamento Júpiter" "Campamento Mestizo" "Gea" "Cohortes" "Amazonas" "Cazadoras de Artemisa" "Mensajes Iris"

La conclusión resultaba obvia: Los dioses del Olimpo también existían y eran tan reales como los que él conocía, a los que había servido y entregado. Aunque le resultaba un poco ilógico que dioses romanos vivieran en Estados Unidos, decidió no cuestionarlo más, sabía que los dioses tomaban decisiones muy extrañas en ocasiones.

Resultaba muy lógico, si en Japón existían ya una cantidad enorme de dioses ¿Por qué no habría de haberlos en todo el mundo? Kenny se imaginó que su abuelo debía estar enterado de eso, al igual que Genkuro-sensei e Inari. Por eso fueron tan cautos y estaban tan preocupados. Kenny sabía que el encuentro entre culturas tan distintas siempre traía desastres que resultaban regularmente en guerras.

Un samurái con una katana de oro. Con máscara de Lobo Oni.

Debía ser un semidiós romano, definitivamente.

Un semidiós muy estúpido o muy poderoso como para robar la Lanza de la Creación.

—Quiero hablar con el extranjero—escuchó Kenny decir debajo de su jaula.

— ¿Bajo qué autoridad?

—La de la reina Hylla, y de la diosa Lupa.

La jaula de Kenny bajó por un sistema de cadenas dejando al chico a la altura de la vista de su visitante. Una chica de su edad, casi idéntica a la que le dio una paliza, pero la que tenía enfrente en lugar de una mirada demencial la tenía triste y cansada. Kenny reconoció esa mirada; era la de una guerrera agotada.

Una chica morena, no muy alta. Dos coletas enormes, una a cada hombro. Una chamarra de piel roja, pantalones y tenis normales. Lo curioso (además de su espada de oro en un costado del cinturón) era su playera morada con letras doradas que decían: "SPQR Campamento Júpiter".

—Váyanse—ordenó la chica.

Lo dijo con tal tono que quedó claro que no aceptaría ni una duda a su autoridad.

Las amazonas se fueron dejándolos solos.

La chica se quitó la espalda y la apartó con el pie.

Kenny alzó las manos para indicar que también iba desarmado.

Más que eso, que tendrían una conversación diplomática.

El chico se quedó en posición de loto.

—Mi nombre es Reyna Álvarez-Arellano, hija de Bellona, diosa romana de la guerra. Pretora de la duodécima Legión fulminata. Encargada de proteger la Nueva Roma y al Olimpo.

Kenny asintió con los ojos cerrados.

—Mi nombre es Kenneth Kuromori. Caballero samurái de Inari. Protector de Japón y de la vida.

Reyna asintió.

— ¿A qué viniste a nuestro país Kenneth Kuromori?

—Un semidiós romano robó algo que le pertenece a mi pueblo.

Reyna examinó a Kenny con la mirada.

—Pero no vienes en declaración de guerra. Sólo viniste a recuperar lo que le pertenece a tu pueblo y evitar problemas entre nuestra gente.

—Así es. El ladrón es un chico en túnica morada,como la de tu playera. Una máscara kabuki de un Lobo Oni y portaba una katana hecha del material de sus armas.

Reyna pareció sorprendida al escuchar eso, pero no se inmutó.

—Las bestias que nos atacaron, el dragón japonés azul, y la tortuga con la serpiente en la cola deben ser de tu país. ¿Los trajiste contigo para recuperar el arma de tu pueblo?

Kenny sintió su boca amargándose al escuchar eso.

— ¿Genbu y Seiryu están aquí?

Reyna pareció preocupada al escuchar el miedo en la voz de Kenny.

—Mi hermana y yo los trajimos aquí, sí.

—Debemos evacuar esta zona de inmediato. Todos corremos peligro.

Reyna volteó a ver detrás de ella, un par de galgos de oro y plata asintieron en silencio.

—Dices la verdad Kenneth Kuromori. Me encargaré de brindarte la ayuda necesaria para recuperar el arma que...

Una explosión interrumpió a Reyna.

La semidiosa salió volando por los aires al igual que Kenny en su jaula.

El guerrero cortó los barrotes de su jaula con la Kusanagi y corrió al lado de Reyna que se estaba incorporando ya. El par de guerreros estaban buscando el originante de la explosión, Kenny sintió su boca secarse al verlo.

Un ave fénix del tamaño de un dragón iba gritando volando por los aires de los almacenes dónde estaban.

—Suzaku...—dijo espantado Kenny.

— ¿Qué es ese fénix?

—El dragón; Seiryu. La tortuga; Genbu. El tigre; Byakko. El fénix; Suzaku. No son mosntruos normales. Son las cuatro bestias sagradas de Japón. Son cuatro dioses, los protectores máximos del país del Sol Naciente.

— ¿Eso qué significa?

—Que si están aquí buscando lo que yo busco, asesinarán a todo lo que se les ponga enfrente hasta recuperarlo.

La Lanza de la CreaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora