11 La Espada de Troya

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Onis, gashadokuros, vampiras decapitadas, mujeres serpientes... Japón tenía los monstruos más extraños para Reyna. Kenneth se deshacía de minotauros, ventis, cíclopes, centauros... Los dos guerreros estaban arrasando poco a poco. Pero Reyna sabía que si seguían así, acabarían muertos de cansancio.

— ¡Altura, Kuromori!—Ordenó Reyna.

Kenny dio un salto pateando un centauro en la garganta, y al caer al piso soltó un puñetazo que hizo que una torre de piedras se alzase bajo los pies de Reyna haciendo que se elevara en un salto gigantesco. La pretora enterró su gladium en una torre japonesa y desde allí observó todo.

Troya/Yomi mantenía la estructura de Troya, ya estaban a menos de un kilómetro de llegar al palacio de Príamo. Pero mientras más cerca estaban del palacio, más monstruos emergían de un río negro. Reyna detectó la pestilencia de agua de la Laguna Estigia, pero seguramente también se encontraban los ríos del Yomi. Y alrededor del palacio había un gashadokuro, un dragón japonés y un dragón romano.

Reyna lo vio todo.

Se concentró en un plan.

Se tenían que deshacer del río de aguas del Estigio y del Yomi. Pero...

Un Oni Araña/Toro salió del interior del castillo atacando a Reyna. La pretora apenas pudo cortar una pata antes de caerse de la torre. Reyna vio como el Oni Araña era destrozado de un puñetazo. Antes de darse cuenta de nada más, Reyna la estaba encima de una motocicleta que volaba por encima de los techos de la ciudad.

La moto se detuvo y Reyna se bajó mareada.

La piloto se quitó el casco y la pretora vio a Kiyomi, la mejor amiga de Kenneth.

—¿Kiyomi?—Preguntó agitada Reyna— ¿Kiyomi Hashirama?

La guerrera en traje de cuero negro sacó una pistola y disparó a la cabeza de tres Onis que se lanzaron contra Reyna.

—Y tú debes ser Reyna Ramírez-Arellano.

—Si tú estás aquí, entonces Hylla...

La torre en la que había estado Reyna fue destrozada desde el techo hasta la base.

—Allí está. A tu hermana sí que le gusta ese cinturón de la fuerza. Parece una maldita aficionada destruirlo todo. Me agrada.

Kenneth llegó de un salto hasta dónde estaban las chicas, hizo a un lado a Reyna y corrió a abrazar a Kiyomi. Los chicos se quedaron abrazados por un tiempo en el que la pretora prefirió voltear a otra parte. Hylla legó con ellos y agitó el cabello de su hermana.

—Reyna, el Lobo Oni es...

—Bryce Lawrence.

—Y además está buscando...—comenzó a decir Kiyomi.

—Conquistar el mundo provocando una guerra entre romanos y japoneses.

Hylla se rió agotada y de su chamarra le lanzó una moneda de tonalidades plateadas, de bronce y doradas a su hermana. En cuanto Reyna la tuvo en su mano sintió el poder inmenso y consumidor. Esa moneda era La espada de Troya.

— ¿De dónde la sacaste?

—Del mismo sitio de dónde apareció la moto de Kiyomi. Al parecer a los dioses les urge que detengamos al imbécil de Lawrence.

— ¿Pero qué se supone qué haremos?—Preguntó Kenneth preocupado—. No podremos luchar toda la noche contra los oleadas de monstruos que lleguen a nosotros, en un punto caeremos de cansancio.

—Ya tenemos un plan—dijo Reyna.

— ¿Lo tenemos?—Preguntó Kenneth riéndose.

Reyna vio a dos samurái, una amazona y una Legionaria. Claro que tenían un plan.

Lanzó la moneda al aire y al atraparla La espada de Troya estaba desfundada. Un estilo redondeado al final, un poco más larga que una espada Griega, más ligera que una Romana. Con estructura de Plata Troyana, aleaciones de Bronce Celestial, bañada en Oro Imperial y templada con Hierro Estigio. Jason la había usado en la derrota del Monte Otris, pero la perdió a propósito después de derrotar el trono negro de Saturno. Sabía que si la tenía más tiempo en sus manos, acabaría consumido por el poder.

—Hylla, Kiyomi. Ustedes abrirán paso hasta el palacio y se encargarán de que los monstruos no impidan nuestro avance.

—Cómo ordene pretora—respondió burlándose Kiyomi.

—Kenneth Kuromori, tú me acompañarás hasta el palacio de Príamo, dónde nos desharemos del río dónde nacen los monstruos y después iremos contra Bryce.

Kenneth asintió.

Ya no pudieron decir más, pues un cíclope y un Oni comenzaron a escombros monumentales. Kiyomi y Reyna destrozaron varios a golpe de katana y espada. Hylla saltó junto a Kenneth y cada uno decapitó un monstruo. Reyna se subió a la moto de Kiyomi y salieron disparadas encima de un montón de mujeres serpientes. Reyna se bajó de la moto e indicó a Kenneth que la siguiera.

Reyna sentía la fuerza de todo su pueblo, Troya y Roma a través de los siglos latir en su espada. De un solo golpe destruía al monstruo que se le pusiera enfrente. Hylla luchaba contra los monstruos más grandes impidiéndoles el paso hacía Reyna y Kenneth. Kiyomi se deshacía de todos las bestias voladoras.

Reyna y Knneth se abrían paso a toda velocidad a corte de espada, golpes de la pretora y los elementos del samurái.

— ¡Kenneth!—Gritó Reyna— ¡Arriba!

El samurái asintió mientras se quedaba de rodillas y Reyna corría directo a la espalda del chico. Cuando saltó sobre ella, Kenneth le dio el impulso suficiente para dar un corte desde la altura de un rascacielos hacía toda una horda de monstruos recién nacidos. Todos se deshicieron en polvo ante el poder de la espada de Troya.

Reyna cayó con suavidad al piso con ayuda del poder de viento de Kenneth.

El samurái llegó al lado de la pretora a orillas del río dónde los monstruos seguían naciendo y naciendo. Reyna alzó la Espada de Troya e hizo que comenzará a brillar.

—Préndele fuego—ordenó la pretora.

Kenneth obedeció y al tocar la espada ésa se prendió en un incendio más poderoso de lo que la que la hija de Bellona había esperado. Reyna agitó la espada en el aire y la enterró con furia en el río negro, lo que hizo que todo el agua, en todas direcciones dónde corría, se prendiera en fuego. El incendio no se detuvo hasta consumir todo el río por completo.

Reyna concentró su atención al palacio de Príamo siendo custiodado por un gshadokuto romano y dos dragones.

— ¿Alguna experiencia asesinando dragones, Kenneth Kuromori?

El samurái se rió colocándose en posición de ataque.

—No tienes ni idea.

La Lanza de la CreaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora