Capítulo tres: Memorias de un protector

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Muchos años atrás.

KyungSoo, me gustas —rio el hada, de quince primaveras recién cumplidas. Sus regordetas mejillas estaban sonrosadas por la inocencia y sus labios tan extendidos que un hoyuelo de margarita apareció en su moflete. Su aspecto era el epítome de la ternura, con la lozanía propia de la adolescencia.

Algún día, cuando encuentres a tu pareja, dejarás de perseguirme.

Bufando, el pelinegro de nombre KyungSoo cruzó los fuertes brazos contra el pecho amplio y poderoso. Aún con su metro setenta, muy por debajo del metro ochenta de ChanYeol, conseguía siempre imponerse sobre él, lo que no era muy difícil; el príncipe de las hadas era tan dócil como un dulce cachorro baboso del que no conseguía despegarse.

El hada de fuego, oculto detrás unos arbustos que impedían que pudiera ser observado, estaba temeroso de que el otro hombre pudiese tener uno de esos comunes arrebatos y lanzarle lo primero que encontrase solo porque no le gustaba que el más alto lo persiguiera a casi todos lados.

—Y entonces me extrañarás —sentenció, como si marcara el destino de ambos, como si pudiera leer el futuro—. Ambos lo sabemos.

Como toda respuesta, el pelinegro rodó los ojos y continuó su camino dando un resoplido. Los pasos eran fuertes y decididos sobre la hierba alta, en total contraposición al caminar torpe y titubeante del hada tras él. 

Él tenía razón, lo extrañaría. Él lo quería. Pero ellos no estaban destinados a estar juntos de esa manera. El mayor buscaba a una pareja que lo llamaba en sueños y ChanYeol, en algún lugar, también tenía a su propia persona especial aguardándolo.

KyungSoo en ocasiones se sentía como si no fuese más que el pasatiempo preferido de quien perteneciera a la realeza, que por cierto además de ser su más fiel acosador —que no le dejaba solo ni a sol ni a sombra—, era su mejor amigo; porque el pelinegro era demasiado gruñón para socializar. Ambos se conocieron allí, en ese mismo bosque, muchas primaveras en el pasado. Un crío ChanYeol llorando por haberse separado de su hermana mayor y un adolescente KyungSoo conquistado por el adorable niño regordete, aún cuando nunca hubiese sido capaz de admitir a viva voz que el tierno rostro lloroso de aquel día cavó en lo profundo de su frío corazón, marcando el destino de ambos. Desde esa ocasión, se grabó a fuego la misión de no permitir que lágrima alguna volviese a empañar los brillantes ojos de cachorro de aquella criatura.

***

Mirando el ocaso a través de los amplios ventanales, el pelinegro se negó a observar a la mujer que le hablaba con desesperación, con lágrimas acumuladas en las comisuras de sus bonitos ojos y las manos juntas en una plegaria que no iba dirigida a alguna deidad, sino a él.

—YooRa, yo no puedo hacer eso. —Tragó saliva. Se escuchaba demasiado débil, demasiado angustiado, demasiado vulnerable frente a la chica.

Él había olvidado que tenía un corazón. Solo una vez en el pasado fue en contra de su naturaleza maliciosa, esa vez fue el día en que salvó al hada príncipe y el susodicho, un simple niño, lo adoptó como su mejor amigo. En el transcurrir del tiempo, desarrolló sentimientos hacia ese chiquillo que ahora crecía hasta sobrepasarlo en altura, pero que seguía poseyendo un alma pura. Debido a esos sentimientos y a la promesa que le hizo de protegerlo, no sería parte de aquellos planes que ejecutaría la chica, e incluso, cada vez que tuviera la oportunidad, trataría de arruinarlos.

—Por favor, KyungSoo —rogó ella—. Conozco de primera mano el amor que tienes por mi hermano, aunque no lo expreses. Por eso, debes ayudarme.

Tales palabras lo sorprendieron, observándola por vez primera desde que se reunieron ahí, a espaldas del resto de la familia, a espaldas del principal afectado.

Si ella sabía de su amor, no debería pedirle aquello, debería respetar su posición, su decisión y no empeñarse en usarlo a su favor.

—Si tú... lo sabes, entonces no...

Ella lo cortó, mirándolo con obstinación.

—Incluso sin tu ayuda, lo haré. Es mejor que cooperes para que todo sea menos doloroso.

Sin abandonar su postura, la observó marcharse y abandonar la estancia. Los finos tacones que calzaba golpeteaban contra el linóleo. Solo una vez más se miraron en esa ocasión, justo antes de que ella se fuera, compartieron muchas palabras en una mirada. Después de eso, el tema no volvió a ser tocado por ellos, se trataron como si tal conversación nunca hubiese tenido lugar.

Intenso BaekHyun «BaekYeol»Where stories live. Discover now