CAPITULO 27 ✓

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⟨ — ¡DÉJAME! ¡NO QUIERO IR!

— Quieras o no... ¡ES TÚ OBLIGACIÓN! ¡NO PUEDES EVITARLO!

— ¡YO NO QUIERO ÉSTO! Y tú lo sabes muy bien... —protesté molesta—

— ¿Y acaso crees que estoy feliz? —dijo dolido— ¡SOLO PIENSAS EN TI Y EN CÓMO TE SIENTES! ¡EL RESTO TE VALE NADA! ¡SIEMPRE EGOÍSTA COMO SIEMPRE! —me estremeció por los hombros, estaba furioso— Por si no recuerdas bien, a mí también me arruinaron la vida, tenía planes ¿sabes?. ¿Por qué regresaste? Debiste quedarte allá, lejos de aquí. Por tú culpa, ya no seré feliz. Ni tú, ni yo. ¡NINGUNO!

— Yo... n-no creí... 

— Tú nunca crees en nada. —soltó con amargura burla—

La sonrisa de Jeremy llegaba hasta sus orejas, y su carcajada, era gruesa y profunda, como un estruendoso eco. Sus hermosos ojos celestes, se volvieron más oscuros hasta quedar en un tono de rojo carmín. Tapé mis oídos debido a que su risa se volvía más fuerte.

Las risas inundaron mi habitación. Las caras de mis padres se hacían borrosas y distorsionadas. Mis hermanos solo reían y burlaban de mi. Mientras que yo por otro lado, tenía un vestido de novia, lleno de suciedad y roto por doquier. Mi velo estaba lleno de sangre al igual que el buqué de rosas blancas. Miré mis manos y estaban sucias de lodo y mucha sangre.

Por la puerta principal, vi entrar a Marcel. Él llevaba un traje completamente rojo y su cabello estaba peinado hacia atrás. Lucía impecable y muy apuesto. En su brazo izquierdo, una bella mujer alta, rubia con rasgos de alemán y de ojos azules, me miraba con burla. Marcel solo me miraba sin ningún tipo de emoción en su rostro, su mirada era dura y sin brillo, parecía estar muerto. Su piel, debido al color fuerte de su traje, se veía más pálida de lo usual. Logrando que se viere de alguna manera escalofriante. Ese sin no era el Marcel cálido y amable que conocía. Éste era otra versión de él que nunca llegué a ver. 

— Marcel... por favor, no permitas esto. Ayúdame. —pedí en un susurro, pero él ni siquiera se inmutó—

— Has labrado tu propio destino, y debes asumirlo con responsabilidad. Eso te lo mereces por jugar a ser otra... eres un fracaso.  

— Te juro que yo no quise lastimarte, no fueron mis intenciones y...

— ¡NADA! —se acercó a mí y me sujetó por los hombros. Su cara estaba cerca y su nariz rozaba con la mía. Y en un susurro, dijo; — Me das asco.

Me soltó y caí al suelo. Desde mi posición, lo vi demasiado alto para mí gusto. Todos a mi alrededor se burlaban y hacían comentarios despectivos. Tapé mis oídos y comencé a llorar desesperada. ¿Qué era todo esto? ¿qué sucedía?. No comprendía nada y estaba realmente asustada. Me levanté del suelo y salí corriendo de la casa.

Corrí en dirección al patio trasero. Miré hacia atrás y visualicé a la distancia mi hogar que, con cada paso que daba, se alejaba más de mí. Al mirar al frente, me topé con un bosque, y sin importarme nada, seguí corriendo sin límite alguno. Al adentrarme en dicho bosque, me tropezaba con algunas raíces de los imponentes árboles altos y rocas medianas. Cada que podía aceleraba más mis piernas, veía todo más oscuro y tenebroso. Pero eso no me importaba en absoluto, lo único que hacía era correr y correr sin parar, quería alejarme de todo aquello que me atormentaba. Mis piernas estaban débiles, y mis pies torpes, hacían que perdiera el equilibrio de vez en cuando. Como todo estaba totalmente oscuro, no me percaté de una roca y tropecé cayendo al lodoso suelo en un golpe seco. 

— ¡Aaahh! —gemí de dolor—

Me senté en el suelo e inspeccioné cada parte de mi cuerpo en busca de algún raspón o cortadura. Hasta dar con raspones en mis codos, pantorrillas, manos y piernas. 

LA SIRVIENTA DE LOS GEMELOS STYLESWhere stories live. Discover now