Capítulo 43 🐺

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Axel

—¿Hueles eso? Siento su presencia —dice Melody —. Ella está en la cabaña esperándonos.

Mis terminaciones nerviosas se llenan de confusión y uno las cejas. Aún me resulta extraño que me haya llamado con el único fin de molestarme y recordarme que es Abigail. Ella sabía que corría el riesgo de ser rastreada. No creo que haya sido muy estúpida, ¿o sí? A menos que esté tramando algo...

—Melody, espera.

—Ya no puedo esperar, Axel —Me mira sobre su hombro con las fosas nasales dilatadas —. Meredith está hambrienta y será un caos si no la alimento pronto. Lo que menos deseo es molestarla.

La cerradura se abre con un chasquido e ingresamos a la cabaña sin tocar la puerta. Echo un vistazo al entorno para asegurarme de que nadie sea un problema, aunque dudo que alguien detenga a Melody. La muerte de Abigail o Audrey es inevitable.

—Sé que estás aquí, rata repugnante —Habla Melody —. Sal de escondite porque no te gustará si voy por ti.

Oigo pasos aproximándose cuando de repente Audrey aparece armada y una sonrisa triunfal. Sus manos sostienen una ballesta que apunta directamente hacia nosotros. Los dardos son de plata y con veneno. Sabía que era una trampa.

—Tardaron bastante en localizarme —dice con un mohín —. Me aburrí esperándolos. ¿Qué les tomó tanto tiempo?

Melody cruza los brazos sobre su pecho sonriendo ampliamente. Ella no está intimidada por el arma a punto de dispararnos. La diversión destella en sus ojos oscuros.

—La gran Abigail Sanders nos atacará con un arma patética —Se burla con una amplia y sonrisa malvada —. ¿Qué sucedió? ¿El cuerpo no soporta mucho de tu magia?

La punta del dardo brilla con veneno.

—Siempre están varios pasos atrás. ¿Piensan que sigo siendo Abigail?

La tensión se retuerce en mi estómago. No sería tan tonta como para enfrentarse a Melody sola. Ningún cuerpo humano tolera su presencia por mucho tiempo. Razón por la cual los cambia constantemente. Ella no es Abigail. Dejó de serlo hace tiempo.

—No —susurro.

Audrey me sonríe.

—No tienen idea de quién es.

—Entonces dinos —exige Melody —. Si quieres una muerte rápida tendrás que hacerlo.

La carcajada de Audrey suena forzada.

—Tuve la oportunidad de irme. Compré pasajes que me llevarán a Irlanda, pero después recordé que no le importo a nadie. Volverán a usarme como un maldito recipiente cuando me necesite y estoy cansada. Prefiero morir bajo mis términos.

¿Qué tan estúpido suena eso? ¿No puede empezar una nueva vida y dejar atrás su odio? Al parecer no. Ella no merece estar tranquila después de toda la mierda que nos hizo pasar. Debe pagar.

—Encontraste a la indicada —dice Melody —. Te haré un inmenso favor al matarte.

Audrey sonríe.

—Qué considerado de tu parte.

Capto el momento que Audrey dispara su objetivo, pero soy demasiado lento. El maldito dardo de plata se entierra profundamente dentro de mi hombro. La punzada de dolor es seguida instantáneamente por un ardor intenso que se desliza por mi brazo derecho y atraviesa mi omoplato. El veneno líquido corre a través de mis venas y aprieto los dientes para calmar el golpe.

—¡Mierda!

Audrey dispara su arma de nuevo, aunque Melody sí es rápida y esquiva los dardos con sus antebrazos como si fueran simples moscas. Sus ojos oscuros inmediatamente cambian a rojo y veo la furia en ellos. El monstruo en su interior acaba de despertar. El veneno nubla mi visión mientras me deslizo hacia una pared con un gemido adolorido. Siento que moriré.

Dulce Perdición [En librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora