CAPÍTULO 13: Al otro lado del mundo.

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- Que gracioso... Mejor cámbiate esas pintas y nos encuentras en el portal de Ibra -Sugirió Mamadu con una risa malvada.

- Mejor eh tío, porque conmigo así no vas... -Dijo Carlos dejando escapar una risa alocada, dándose la vuelta para echarle otro vistazo.

- Que os den -Respondió con cierto pasotismo.

Carlos apretó el timbre de la casa de su amigo ausente, mientras los tres chicos observaban con cautela cada rincón de las escaleras, pendientes de cualquier indicio de la presencia de Suaibo, quien solía retarlos con la mirada en cada encuentro por el barrio. Sin embargo, durante los segundos que permanecieron allí, el piso quedó sumido en un silencio casi palpable, como si una parte de aquella torre de ladrillos estuviera desprovista de vida. La pequeña Fátima abrió la puerta con energía, mostrando una sonrisa tímida al encontrarse con los tres chicos parados frente a ella.

- Pa amb tomàquet! ¡Cuánto tiempo! -Exclamó Omar con una sonrisa.

- No me llames así -Le miró de arriba y abajo -Mejor cámbiate esa vestimenta que pareces un sin techo -Añadió provocando las risas de los otros dos amigos.

- ¿Con quién estas Fátima? -Vociferó su madre desde la habitación.

- Los amigos de Ibra están aquí, mamá -Gritó en soninke, observando cómo su madre salía de la habitación y se dirigía hacia la puerta.


Les invitó a pasar mientras ajustaba su velo y los observaba desde atrás. Por un instante, la nostalgia se adueñó de sus pensamientos, recordando las horas que habían compartido los cuatro desde la infancia hasta hace tan solo cuatro días. Sumergida en esos recuerdos, se encaminó hacia la cocina en busca de algo para ofrecerles. Mientras tanto, en el comedor, los tres chicos se acomodaron en silencio. El respeto hacia la familia de Ibra les impedía mantener sus acostumbradas conversaciones bulliciosas, por lo que hablaban en susurros, provocando risas que se disipaban en largos momentos de silencio. Poco después, Ñuma apareció con su hija y tres vasos de Coca-Cola para los chicos. Se sentaron y comenzaron una conversación que inició con el típico saludo africano, pero pronto derivó en preguntas personales que incomodaban a los tres amigos, quienes hacían un esfuerzo por mantener la compostura.

 Carlos, inmerso en sus pensamientos sobre los partidos de Salt, revisó la hora en su móvil y luego volvió su mirada hacia Ñuma, quien observaba atentamente la televisión.

- ¿Cuándo volverá Ibra? -Preguntó después de unos segundos.

Ñuma no consiguió dar una respuesta inmediata. Clavó su mirada en los ojos de Carlos y respiró profundamente mientras buscaba en su mente qué decir. En realidad, ni ella misma sabía cuándo regresaría su hijo. Se abrazó las manos y bajó la mirada hacia el suelo, sintiendo el peso de la incertidumbre en sus hombros.

- De aquí poco, inshallah -Contestó, mientras volvía su mirada hacia la televisión, sintiéndose mal por haber mentido a esos tres chicos.

- Ah vale, Pero ¿ ya has hablado con él? -Preguntó a la vez que volvía a mirar la hora.

- Si, he llamado a uno de sus tíos y luego he hablado con él, pero está muy bien -Contestó, todavía con la mirada clavada en la televisión.

- ¿Cómo podríamos hablar con él? Es que su WhatsApp no funciona -Añadió Mamadu.

- ¿Ah, no? Seguramente no tenga conexión, pero seguro que os contestará en cuanto tenga -Observó su hija, quien miraba atentamente los calcetines de Omar y se reía disimuladamente. -No seas mala, Fátima. ¿Por qué te ríes de Omar? -Añadió

- Es que mira, mamá, parece que vaya a jugar al fútbol en chanclas -Soltó una carcajada que fue acompañada por las risas de los otros.

- Omar, no le hagas caso. Mucha gente juega así en África -Dijo tratando de calmarle.

DOS PAÍSES Y UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora