Final | Parte 1

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Sé que la encuesta de Instagram dio otro resultado, querían sufrir de corrido, pero con los nuevos cambios, quedó casi de 10.000 palabras. Es obvio que no quería separarme de mis chicos y mucho menos volver tediosa la lectura♥ Espero entiendan y disfruten. 

—Y luego de invitarme a salir dijo que nuestra última cita podría ser en cualquier momento, ¿Puedes creerlo? —pregunté, comiendo una galleta—

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—Y luego de invitarme a salir dijo que nuestra última cita podría ser en cualquier momento, ¿Puedes creerlo? —pregunté, comiendo una galleta—. ¿Quién hace eso? ¿Invitar a una chica y después irte con aire misterioso? —bufé—. ¿Eso funciona? ¿Realmente es su manera de flirteo?

Recordar ese momento me robaba una sonrisa y me hacía pensar en que él, en un muy mal intento, quise meterse en el papel de chico malo de aquellas películas que Emma me obligaba a ver con ella.

Supongo que la base principal para eso, era la conversación que había tenido en la habitación de Sophie sobre motocicletas, chaquetas de cuero y chicos rudos.

Lo conocía muy bien, para mi mala suerte, o la suya, no lo sabía.

Oliver tenía una motocicleta y una chaqueta de cuero —que también decidió usar para invitarme a salir—, pero estaba muy lejos de categorizarse como el chico malo de las historias románticas y juveniles de Emma.

Estaba interpretando el papel del idiota que le mintió a una ingenia chica enamorada de él.

Ese personaje le quedaba a la perfección.

Aunque, debía darle crédito, plantó la semilla de la intriga en mi mente y estaba segura de que no dejaría de pensar en el asunto.

Una maldita cita sorpresa.

Pero, lo no sabía, era lo qué estaba buscando de mí, no parecía tratarse de una cita o, como él había nombrado, la última de ellas.

Suspiré, frustrada, mirando al can que ladeaba su cabeza, atento a mis palabras o las galletas que me llevaba a la boca. Sus galletas. Le sonreí, extendiéndole una.

Nova acercó su hocico, tomando la galleta entre sus pequeños y filosos dientes, tragándosela.

Sus ojos, de diferente color, siguieron fijos en la bolsa de galletas.

—Y tú solo estás aquí por estas —sacudí la bolsa. Emitió un chillido—. Está bien, una más y a dormir. —le dije, en tono de advertencia.

Masticó rápidamente la golosina y yo me levanté de la cama, dirigiéndome al closet para guardar el paquete de galletas de leche, no sin antes robarme una más. Dios santo, eran deliciosas.

¿Por qué los perros podían comerlas y los humanos no? Era muy injusto, mamá me había prohibido seguir comiéndolas, pero me encargué de conseguir una bolsita por mi cuenta. No tenían nada de malo, excepto que las vendían en los centros para mascotas.

¡Las malditas galletas estaban hechas a base de leche!

Solté una pesada respiración, agotada, el tema del anuario estaba acaparando todo mi tiempo, Loyce estaba más neurótica que nunca con terminarlo antes de la graduación. Me sorprendía que no hubiera descubierto que tuve una hora libre antes de que la jordana académica acabara.

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora