Capítulo 13

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— ¡Nadaremos, nadaremos! ¡En el mar, el mar, el mar! ¡¿Qué hay que hacer?! ¡Nadar, nadar! —coreábamos mi hermana, Emma y yo desde las gradas

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— ¡Nadaremos, nadaremos! ¡En el mar, el mar, el mar! ¡¿Qué hay que hacer?! ¡Nadar, nadar! —coreábamos mi hermana, Emma y yo desde las gradas.

Esa era nuestra forma de animar a los chicos aunque parecía más como burlarnos de forma amable y graciosa para que ellos sintieran diversión a la hora de tener algún partido. No se nos ocurrió nada más que eso puesto que el nombre del equipo era Los tiburones que fue ideado por Matt.

Para nada creativo por parte del castaño.

Era oficialmente su segundo entrenamiento, habían empezado antes, ellos realmente querían ganar este año y era entendible al estar próximos a graduarse —menos Dylan— por lo tanto querían arrasar con todo. Logan también estaba en el equipo, así que no me sorprendí al verlo iniciar el calentamiento, todos, tanto mi novio como mis amigos, compartían la pasión por el fútbol y la adrenalina de ir tras el balón.

— ¿Por qué no estás con las porristas junto con Loyce? —preguntó Emma a Sophie Rosie.

Interiormente también me moría por realizar esa pregunta.

Sophie había estado emocionada por ello desde las vacaciones de Navidad, decía que este año sería su oportunidad para que su currículum académico, el cual enviaría a la Universidad del Sur de California fuera llamativo, demostrando su compromiso con actividades extracurriculares y así tener más índice de ser aceptada, ser porrista era lo siguiente en su lista y Sophie Rosie era decidida y perseverante con ello.

—No es mi estilo —dijo, fingiendo indiferencia. Emma y yo la miramos sin creer en lo que decía, ella mentía—. Está bien —suspiró y rodando los ojos, agregó—: No me aceptaron.

— ¿Por qué? —cuestioné, realmente creía y me dolía admitirlo, pero Sophie era la chica típica y adecuada para estar en el grupo de porristas.

Todos en la preparatoria la adoraban, era buena alumna, excelentes calificaciones y una deportista con alto rendimiento. Merecía estar ahí.

—No tengo lo que buscan —relató e imitando, supongo yo, lo que le habían dicho, la escuché suspirar—. O mejor, la capitana decretó que no era apta para estar en el grupo cuando la mayoría de chicas al segundo mando dijeron que tenía potencial —bufó en desacuerdo—. Y, bueno, quizás también se deba al hecho de que Kim, la capitana, quiere hacer crecer su fama de andar con todos los del equipo de fútbol y su radar está en Matteo, quien, para su mala suerte, es mi novio.

Me pareció injusto y por segundo observé a la capitana, que se destaca por sus pompones de color azul oscuro sobre los colores blancos y celestes de las demás chicas, sin contar que el contoneo de sus caderas era más sensual y marcado llamando así la atención de la mayoría de estudiantes con el cromosoma Y.

—Oh, ahora todo tiene sentido. —dijimos en unísono Emma y yo.

Kim Byrne era una chica difícil de tratar, era popular y de temperamento fuerte casi abusivo, la morena era linda y nadie lo podía negar, sin embargo, su actitud y manera de actuar arruinaban su belleza física, porque por dentro se podría decir que estaba podrida, su boca sólo se abría para hacer sentir mal e insignificantes a los demás.

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora