Capítulo 52

12.6K 1.3K 222
                                    

—¡No es necesario usar la violencia y menos frente al cachorro! —exclamó nerviosamente Oliver, sus ojos estaban muy abiertos, expectantes de mis movimientos y el bate entre mis manos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡No es necesario usar la violencia y menos frente al cachorro! —exclamó nerviosamente Oliver, sus ojos estaban muy abiertos, expectantes de mis movimientos y el bate entre mis manos.

Emma se cruzó de brazos, perdiendo cualquier interés por irse, entendía que ella no me dejaría sola con Oliver, ella me apoyaba, estaba siempre para mí. Me sentí tranquila y segura de seguir con mal rato que, según yo, le estaba haciendo pasar al chico frente a nosotras.

Le apunté a Oliver con el bate, haciendo que diera un paso hacia atrás, vacilante y temeroso. Esto era nuevo para él y para mí.

Pero era muy divertido verlo de esa manera: asustado, creyendo que me atrevería a dar un bueno golpe, cosa que deseaba y que, tristemente, jamás haría.

Hice un mohín.

Ni siquiera era certero para mí que lo estuviera lastimando emocionalmente por mi comportamiento, aun así, me sentía tan bien de demostrarle que no me afectaba o me rendiría ante su estúpida cara bonita y el tierno cachorro entre sus brazos.

«Oh, no podría olvidar el pequeño y delicado cachorro.»

—Dame al cachorro y yo lo llevaré a otra parte para que no presencie como te dan una paliza —ofreció Emma, estirando sus brazos en dirección a Oliver, este se negó—. De acuerdo, me estoy enojando y por la ecologista que llevo dentro y el amor a los animales que me hace vivir espero que no hayas comprado al cachorro, White. —bramó, muy seria, volviendo a su pose de brazos cruzados sobre el pecho.

Ese comentario era típico de Emma, sin embargo, me descubrí apoyándola, sería mejor que Oliver no aceptara haberlo comprado y lo hubiera adoptado por su bien.

Ambas esperamos su respuesta.

Oliver frunció el entrecejo.

—Por supuesto que no —replicó el chico de inmediato, tanto Emma como yo nos relajamos notoriamente—. Fui a un albergue y lo adopté, ahora soy su padre humano y estoy en busca de una madre para él. —señaló al pequeño que dormía muy cómodo entre sus brazos, su pelaje era grisáceo, mientras que, en sus orejitas, resaltaba el color negro, mi mirada viajó a sus patitas de color blanco.

Se veía esponjoso, como si de un peluche se tratara.

Mis manos picaron sintiendo el anhelo de acariciarlo.

De repente, fui consciente de lo que él acababa de decir.

Mis nervios se hicieron cargo de mi mente y cuerpo al escucharlo decir esas palabras, mi pecho se llenó de una sensación cálida, haciéndome conocedora de sus intenciones y del sucio juego que Oliver estaba creando entre nosotros.

Oculté una sonrisa, agachando mi rostro al tiempo que dejaba de apuntarle con el bate de béisbol. Emma se encargó de responder pues yo no encontraba las palabras para expresarme o, quizás, si abría mi boca, me podría en bandeja de plata.

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora