Capítulo 29

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— ¿Podrías bajarme? ¿O me llevarás hasta mi casa? Porque si es así deberías traer una almohada incluida para poder dormir —dije, al tiempo que mis pies sintieron en suelo—

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— ¿Podrías bajarme? ¿O me llevarás hasta mi casa? Porque si es así deberías traer una almohada incluida para poder dormir —dije, al tiempo que mis pies sintieron en suelo—. Oh, de acuerdo, sí, aquí está bien.

El grandulón —el cual podría ser confundido con un gorila— que era el guarda de seguridad, me dejó en el estacionamiento junto a una feliz Emma, le pareció divertido que la cargarán por el centro comercial como si de un bulto se tratara, algo totalmente diferente para la chica Johnson, Ann estaba alterada, tanto que no dejaba que nadie la tocara, los guardas lo entendieron y ella salió por su propio pie, porque, seguía sorprendida, resultaba que no podía ver una gota de sangre sin querer desmayarse y Oliver, quien era tomado por uno de los gorilas por el brazo, se encontraba molesto y adolorido, sangraba por la boca, nariz y nudillos cuando sacado del recinto.

Ann se mantenía al frente, lo más lejos posible de él.

Pobre Annabeth.

Ah, y Oliver, claro.

Sin embargo, el que se llevó la peor parte fue el innombrable, su ceja sangraba, su nariz al parecer estaba rota y una que otra costilla también.

La chispa que encendió a Oliver fue el hecho de que Logan pretendiera besarme. Estaba tan nerviosa, tan aterrada al ver que se estaban lastimado —jamás había estado en medio de una pelea— que me paralicé, de mi boca no salió ningún reclamo para que se alejara de mí y eso, creía yo, había enfadado a Oliver, porque luego de que los de seguridad los separaran, me miró un milisegundo; sus ojos estaban inyectados de ira y su ceño estaba más allá de fruncido, y luego se alejó, junto a un hombre de tez morena a su espalda, custodiándolo. No me había dirigido la palabra ni me había dado otra nueva mirada.

Resumiendo; nos echaron del centro comercial, Oliver golpeó a Logan por todos lados al igual que el chico de ojos azules a él y podría —no estaba segura— estar molesto conmigo.

— ¡Ojalá se repita la ocasión! —les exclamó Emma a los cuatro grandulones que nos acompañaron hasta el estacionamiento. Ella movió su mano en señal de despedida siendo ignorada por completo.

Caminé tras Ann para alcanzarla, al llegar a su lado me di cuenta que estaba un poco más tranquila. Ella giró a verme y sus ojos se abrieron con sorpresa.

— ¡No, no! ¡Nicole, no! —pidió, su voz flaqueó un poco. La miré con confusión.

— ¿Qué te pasa? ¡No te voy a hacer nada! —le aseguré. Ella negó rotundamente con la cabeza, cerrando sus ojos.

— ¡Tu rostro! —respondió casi horrorizada.

De acuerdo, eso fue ofensivo.

— ¡Qué no estoy tan mal! —exclamé a la defensiva.

Una risa masculina se escuchó y mis ojos viajaron a Oliver, quien tenía su mano tapando su boca sangrante. Aunque su cara estaba más roja gracias a la sangre, parecía divertirse con la situación. ¿Él entendía algo que yo no?

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora