Capítulo 38

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Recordaba a la  perfección cuando todo empezó

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Recordaba a la perfección cuando todo empezó.

Recordaba a un chico de cabello oscuro, alto, de ojos pequeños y de un tono azul profundo, recordaba que se sentó en la mesa de la cafetería junto a mí, eso me había dejado fuera de lugar, no era la primera vez que lo veía, de hecho, me parecía muy guapo y simpático, sabía lo básico de él, Matteo era amigo suyo y a veces me contaba cosas de aquel chico, sin embargo, sí era la primera vez que Logan Smith me determinaba.

¿Qué hacía uno de los mejores deportistas del Lincoln en la misma mesa que yo? No lo sabía.

—La comida de nuestra cafetería es un asco, ¿no lo crees? —preguntó rompiendo el silencio, su voz me hizo ponerme nerviosa, era masculina, grave y profunda además de que su tono era gentil, amigable.

Él esperó una respuesta de mi parte, levanté mi vista de la bandeja frente a mí, casi terminaba con mi pudin de chocolate y mi libreta de dibujo se encontraba lista para un buen rato de trazos antes de mi próxima clase, dibujar lograba relajarme. Mis ojos viajaron a su rostro, tenía una gorra con la visera hacia atrás y algunos mechones brotaban de ella, sus labios formaban una sonrisa amable y sus ojos se veían achinados oscureciendo en el proceso su color azul.

Mis labios se entreabrieron y respondí:

— ¿Me hablas a mí?

Él soltó una fuerte carcajada haciendo subir y bajar su manzana de Adán, sus brazos antes apoyados sobre la mesa se cruzaron sobre su pecho y su espalda se reposó completamente en el respaldar de la silla metálica viéndose en confianza y más guapo de lo que ya era.

¿Debía decir que Logan Smith era el chico que me atraía? ¿No? Bueno, porque así era, Logan Smith me alteraba los nervios, poros y neuronas.

«No creo que sea posible que una persona te altere los poros, Nicole. »

Pues él lo hacía, ¡Era una metáfora!

«Tu metáfora no tiene coherencia. Sí que te altera las neuronas. »

Ignoré la lucha mental que tenía y concentré toda mi voluntad en no sonrojarme.

—Eres divertida —comentó él, sin dejar de observarme—. Matteo tenía razón.

¿Matteo? Debí suponer que esto era obra suya. Observé al chico junto a mí con una ceja arqueada.

— ¿Matt te habló sobre mí? —interrogué, girándome completamente hacia él. Logan no dejaba de sonreír.

—Así es —asintió—. Mencionó que cierta pelinegra gustaba de mí. —reveló, dejándome completamente de piedra.

Mi cerebro estaba en corto circuito y lo único que logró salir de mi boca fue:

—Matteo, hijo de tu madre. —espeté, haciéndolo reír una vez más.

Logan alejó su espalda de la silla y con aquel movimiento consiguió estar más cerca de mí y mi abochornado rostro. Mi mirada cayó en la suya como si de un imán ante metal se tratara o como abejas a la miel o...

Pequeña promesa © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora