Capítulo 35

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Lucia Cooper

—No, no y no, no me desnudaré frente a una chica que ni conozco al decir eso me crucé de brazos para darle mas determinación a mis palabras.

—Soy una profesional, no es como si la fuera a violar señorita —yo seguí en la misma posición haciéndole el menor de los casos.

—No —negué rotundamente al ver como intentaba acercarse.

—Usted es la princesa, pero yo quiero terminar con mi trabajo ¿se quitará la ropa usted sola o se la quito yo como sea? —la rubia no oxigenada se cruzó de brazos y empezó a chocar su pie derecho con el piso.

—Pero es que me da vergüencita —me quejé como niña pequeña.

—Soy mujer igual que usted, no tiene nada de qué avergonzarse —suspirando ya cansada por la situación me quité el vestido quedando en ropa interior frente a ella.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunté mientras quitaba mi sostén con vergüenza.

—No lo recuerdo —ella se giró para no hacerme sentir incómoda.

—¿Eres un demonio? —la escuché suspirar.

—No, soy una alma perdida, estoy en el castillo por mi apariencia, las feas no entran al castillo y aunque sea una simple empleada de spa es mejor que estar en el tártaro, ese lugar es terrorífico —susurró. Como si viejos recuerdos la avasallaran.

—¿Estuviste ahí alguna vez? —ella asintió.

—Si, pero no mucho tiempo, Axel me saco de ahí —en la forma en la que lo dijo parecía admirarlo —si no fuese por él me hubiesen violado hasta el cansancio —¿terminaste? —cuestionó queriendo cambiar de tema.

—Si.

—Pues empecemos.

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Después de varias horas de sufrimiento y tortura debido a la depilación en cera y muchísimas otras cosas más me fui a la habitación que compartía con Axel. Al entrar vi que Ana estaba sentada en uno de los sofás con una bata blanca de seda. Se veía tan tierna mirando hacia la pantalla, donde daban una película de terror.

—¿Cuál es esa? —le pregunte mientras me sentaba al lado de ella.

—La película de Annabelle —algo hizo clic en mi cabeza al escucharla.

—¿Es la real? —negó lentamente mientras tomaba el control y apagaba la televisión.

—¿Quieres saber mi historia? —cuestionó en un susurro.

—Claro que si —ella sonrió encantada.

—Te la contare, pero después de ponernos la ropa —asentí y me puse de pie para caminar hacia los tres escalones, pero frené mis pasos al ver al majestuoso vestido que estaba enganchado en un maniquí.

Era negro con una cola enorme que arrastraba por el piso, sin mangas y con muchas capas que a simple vista lucían pesadas. Definitivamente era un vestido demasiado ostentoso.

—Están todos locos si piensan que me pondré eso —me negué rotundamente.

—No me hagas obligarte —yo gruñí molesta.

—¿Por qué todo el mundo hace conmigo lo que se le da la gana? Te pondrás esto, harás aquello, iras aquí, vendrás acá. Estoy harta de que me den órdenes y me obliguen a acatarlas como si fuera una muñeca de trapo. No me obligaras a ponerme ese maldito vestido —Ana me miro sorprendida, pero luego sonrió satisfecha.

Mi Demonio PersonalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora