Hacía atrás

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Abrió los ojos, dándose cuenta que el sol ya se había

puesto. Miró el reloj de pared, pero de nada le sirvió, porque

cayó en la cuenta en ese mismo instante de que llevaba mucho tiempo

en silencio. Los rayos del sol ya no se colaban por las rendijas de la

persiana e incipientes trazos de oscuridad comenzaban a ambientar la habitación.

Volvió a mirar el reloj para asegurarse, pero este continuaba parado.

No podía recordar con exactitud el momento en que las agujas se

detuvieron en las nueve y veinte: pudo ser hace un año, o mientras

dormía… no estaba segura. Ya no estaba segura de nada.

Se levantó de la cama con movimientos lentos, como si tuviera miedo

a precipitarse contra el suelo, como si sus huesos fuesen de fino cristal.

Se quedó sentada y miró fijamente la persiana. Detrás

de esta todo era silencio y ni siquiera una brizna de aire se atrevía

a romper esa extraña calma.

Extraña calma. Le parecía increíble que ahora solo

existiese silencio a su alrededor. Hasta parecía que esa ausencia

de sonidos tenía guardada una frescura que la reconfortaba, hasta

el punto de tener que protegerse las manos, para sentir el calor que desprendía

su cuerpo.

Permaneció sentada durante unos minutos. Durante ese tiempo pensó

en muchas cosas. Eran pensamientos deslavazados, sin sentido, sin que un

motivo poderoso la obligase a pensar en realidad, pero sentía que

necesitaba hacerlo. La asaltaban imágenes de caras, de lugares visitados,

de un coche que se compró, de un hombre que conoció en un

bar de carretera…

De un hombre que conoció en un bar de carretera y que ahora estaba

con ella en la cama. Fue entonces cuando se volvió. Y a pesar de

que el hombre parecía dormir, de su boca había manado un

fino hilo de sangre.

- Parece que duerme, pero no esta dormido. Tiene sangre en los labios…

no recuerdo muy bien lo que ha pasado, pero aún tiene el cuchillo

clavado en el pecho. Otra vez lo mismo… no me acuerdo de nada.

Se levantó de la cama, contemplando al hombre. Tenía unos

treinta años y era muy guapo. Estaba desnudo y su cuerpo estaba

formado perfectamente. Sabía que no podía ser de otra forma.

Todos los hombres con los que había estado eran guapos y sus cuerpos

eran motivo suficiente para ser la fantasía de cualquier mujer.

Su gusto era impecable en cuestión de hombres; o al menos eso es

lo que ella creía. Pero sin embargo, ninguna de esas cualidades

lo había podido salvar de la muerte.

Se vistió lentamente: unos pantalones vaqueros, una camiseta de

Leyendas Urbanas 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora