El beso

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Noche del solsticio de verano poco después de la noche de las brujas el 24 de junio, la noche de la festividad de San Juan, noche aún más mística que todas cuanto se hayan visto pues en estas fechas las mozas se descubren más aún y los hombres tienen pensamientos más lujuriosos, por eso hay más maldad en esas noches.

En la gran villa de Dorm Town todo se sucedía con normalidad generalmente pues era una villa tranquila, pero esos días la paz habitual era alterada por los preparativos para la gran fiesta que daba el alcalde de la villa esa noche en su gran casa.

Todo el mundo estaba invitado, desde las más hermosas y nobles mozas hasta los transeúntes que había por esas fechas en la villa, incluso los vecinos de la aldea colindante, aldea que estaba a tan sólo un segundo a caballo.

En esa aldea vivía un noble de hermoso rostro y a punto de casarse con una hermosa joven de la misma cuña que él, pero él sólo se casaba por sentar la cabeza, como le decían sus padres, pues
él prefería trabajar en el campo con sus caballos y juntarse con los vecinos por las noches para contar cómo había ido la jornada y jugar unas partidas de cartas.

Todo el mundo asistió a la fiesta, el joven Rodrigo de la Fuente asistió a la fiesta esa noche vestido con sus mejores galas como la ocasión lo pedía pero esta vez no acudió acompañado de su
hermosa prometida, en casa por una leve gripe, allí comió, bebió y se divirtió como mucho tiempo atrás no lo había hecho, conoció gente nueva y hermosas mujeres pero nada lo atrajo tanto como una dama que le presentaron, una hermosa dama de lindos ojos marrones y cabello liso y bien peinado, cabello castaño que a la vez le daba un aire de misteriosa, era la dama por la que todos
los hombres suspiraban en Dorm Town; era hermosa como nunca unos ojos mortales de hombre habían visto, pero a la vez simple, no era ni alta ni baja, de delicados y pequeños pero bien puestos senos, de hermosas caderas y de mejores piernas y posiblemente lo que más atraía a los hombres eran sus preciosos y delicados labios, lindamente contorneados, hacían a la dama aún más hermosa.

Era una dama afortunada en cuanto a hombres se refería pero ella rechazaba a todos porque a sus 21 años y con la mayoría de edad recién cumplida no quería comenzar a vivir con un hombre ni mucho menos casarse. De nombre rezaba Sonia por cierto, un nombre distante como ella pero hermoso a la vez sólo por ser el nombre tan bella mujer como jamás se haya escrito.

Esa noche Sonia conoció a Rodrigo y Rodrigo a Sonia y Rodrigo aun sabiendo de su prometida se enamoró como nunca antes lo había hecho de Sonia, a quien juró en secreto amor eterno aun después de saber que seguramente no se verían más.

Pasaron toda la fiesta juntos y se conocieron  y contaron sus secretos más íntimos y personales, él justamente le anunció a la dama su promesa con otra mujer a la vez que antes de despedirse le confesó su amor, Sonia sin saber qué hacer y enamorada secretamente de él huyó sin decir más y desapareció en la noche, él raudo y veloz la siguió en su negro corcel hasta dar con ella y
disculparse de su ofensa hacia la dama y los dos montaron hasta descansar cerca del campanario, donde él le contó que un amante por amor es capaz de dar su vida y que si la pierde sin haber satisfecho ese amor su alma vaga durante toda la eternidad sin rumbo hasta cumplir su cometido y más en noches de verano, noches de brujas todas. La dama que no era de fácil intimidación no creyó ni una palabra de lo que Rodrigo le había contado, ella era feliz a su lado pero él estaba prometido y no estaba bien continuar con esta nueva historia a la que ella por primera vez se hubiera entregado. Pues así le dijo que esta vez se marchaba sin vuelta atrás y sin que él la fuera a buscar nunca más, pero antes de dejar partir a la dama Rodrigo le pidió un beso.

Rodrigo le pidió con toda su alma un solo beso de aquellos labios, hermosos como jamás había visto, un beso con toda el alma y el corazón, un beso que hiciera parar todo a su alrededor y que los hiciera sentir solos y alejados de todo cuanto les ataba y rodeaba de este mundo.

Sonia se negó rotundamente, sabiendo sólo en su corazón que quería dárselo, negándose sólo por estar Rodrigo prometido, pero argumento que ella jamás besaría a un caballero poco
después de conocerlo y ella disfrutaba de su compañía pero él no era su príncipe encantado.

Las palabras con las que la dama se negó a aquel beso fueron tan hermosas como ella misma pero éstas aún hirieron más a Rodrigo que sin decir nada más dejó a la dama partir, no antes que las
campanas de la iglesia junto a ellos picaran por tres veces en la cuarta hora después de media noche y otras tres instantes después, sin necesidad alguna pues las campanas sólo repicaban durante el día o con motivo de alguna celebración importante en la aldea como lo habían hecho mucho antes para anunciar la fiesta del señor alcalde.

Sonia no entendió nada y esto la sobrecogió, pero Rodrigo ni pudo prestar atención a las campanas pues su corazón estaba herido y destrozado.

 

Sonia no durmió en toda la noche pensando en Rodrigo y mientras pensaba en él, las ventanas de su casa se abrieron sin haber tormenta, al abrirse creyó que el viento susurró su nombre, la pobre mucha no consiguió conciliar el sueño después de esto hasta el día siguiente, y teniendo una extraña sensación, además de ver la sombra en la calle de un joven moribundo que huía veloz en su corcel como si lo persiguiera la mismísima muerte.

Al despertar sobresaltada como si alguien la despertara sentía una pesada carga sobre su rostro y sobre sus labios.

 

Al nuevo amanecer Zulema, la prometida de Rodrigo se apresuró a salir de casa y preguntar a todo el mundo y buscar a su amado pues éste no había dormido en casa, ni nadie sabia de él en la aldea.

Cuando Zulema fue a la iglesia el cura estaba muy alterado pues no se explicaba cómo era posible que las campanas hubieran sonado en la noche anterior, pues todas las entradas a la iglesia estaban bien cerradas y no había nadie dentro de ésta y ya estaba demostrado que el viento no podía hacer sonar las campanas, Zulema pidió por su amado al cura pero éste sólo condujo a la fe del señor.

Un vecino de Zulema y amigo de Rodrigo le habló de ver galopar al joven rápido con su corcel fuera de la aldea pero los guardias en la ronda de la noche anterior afirmaron no ver atravesar a nadie por los límites de la ciudad.

Días después se encontró el cuerpo sin vida de Rodrigo, tras muchas pruebas no se encontró la causa del fallecimiento pero el cura del pueblo dijo que su alma lo había abandonado.

A su entierro acudió todo el mundo incluyendo su secreta amada en la noche de luna llena anterior, Sonia, pero no dijo nada a nadie de los extraños acontecimientos de esa noche, pues pensaba que sólo estaban en sus pensamientos.

En la noche de la nueva luna llena Sonia tuvo la misma sensación a la hora de acostarse, no había tormenta y las ventanas se le abrieron de golpe, creyó ver al mismo joven huir sobre su corcel pero allí no había nadie, el viento susurraba su nombre realmente o estaba en sus pensamientos y porque sus labios temblaban más que el resto de su cuerpo como si alguien los acariciara.

Sonia sólo pudo esperar al nuevo día para ir a confesarse al párroco de la aldea, éste le dijo muy claramente y en secreto lo que debía de hacer, ir a la tumba de Rodrigo y besarla y despedirse de él por última vez.

La muchacha no creyó estas palabras, y en las noches de luna llena se repitieron los escalofriantes hechos una y otra vez hasta que por fin,  aterrorizada, Sonia consiguió reunir fuerzas para ir de nuevo frente a la tumba de Rodrigo. Una vez allí frente a la piedra inerte le confesó su correspondido amor ahora ya sin posibilidad de vuelta atrás y le pidió mil disculpas y rogó a dios que la perdonara por no haber actuado como su corazón le dijo sin importar quién más hubiera en el mundo capaz de ofenderse por aquella historia, y besó la tumba de Rodrigo y se marchó y no volvió jamás allí.

Esa noche fue peor aún, sin sucederse ningún hecho extraño Sonia no consiguió conciliar el sueño y en cuanto lo empezaba a conciliar oyó como pasos que se acercaban a su alcoba pero allí
no había nadie, aterrorizada se durmió y a la mañana siguiente al despertar encontró unas letras que le pedían perdón por las molestias, que se despedían para siempre y le daban las gracias por el beso salvador a su condena de amor de los labios más hermosos del mundo.

Leyendas Urbanas 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora