El escaparate

469 15 0
                                    

Cuando inauguraron la nueva tienda de ropa en el paseo principal de la ciudad todos estaban expectantes antes los coloristas e innovadores escaparates. Y es que no era para menos, los maniquíes, de bellas facciones, casi humanas, parecían dirigir su mirada de vidrio coloreado a los viandantes y las ropas que vestían eran tan espectaculares que hacían que la gente no dejase de mirarlas.

La joven salía del trabajo y pasaba por la acera de enfrente. De repente se percató de que la tienda ya había abierto sus puertas al público y, cruzando la calle, como si una fuerza interna la impulsara a acercarse al escaparate, allí se dirigió. Una vez allí, su atención fue completa para un vestido de gasa azul con pedrería que vestía una bella maniquí de pelo oscuro, largo y muy rizado, con los ojos de un vidrio del mismo tono azul cielo que el vestido. Ella miró el precio y sonrió.

Sí,
era el vestido ideal para su cita. Cuando cobrase, se lo compraría.
Además, se dio cuenta de que, como su constitución era semejante
a la del maniquí, aquel vestido le sentaría como un guante.
La verdad es que le dió mucha pena por aquel hermoso maniquí
sin vida, pues era una simple imitación de una persona que nunca
llegaría a ser, sólo era una pobre muñeca de plástico.

Cada día
de aquella última semana del mes, la chica al pasar ante el escaparate
se paraba a mirar “su vestido azul”. Por fin, a últimos de mes,
cuando cobró su sueldo, entró a la tienda, se probó
el vestido y deslumbró a la gente que estaba en la tienda, tan preciosa
como se veía con él.

El maniquí,
desnudo, que habían girado desde el escaparate, también la
miraba, pero no había sorpresa en sus ojos, si no más bien
odio… bueno, eso parecía, aunque suene a tontería, pues,
era sólo una muñeca… ¿o no?

Aquella noche,
la chica había quedado para cenar y se puso su vestido nuevo. Al
pasar junto al escaparate se paró para ver con qué nuevo
vestido habían adornado al maniquí que llevaba el suyo y
se sorprendió al ver que la muñeca aún estaba desnuda,
al fondo de la tienda. Pero su sorpresa fue mucho mayor al ver a la muñeca
encendiendo el interruptor de la luz de la tienda y acercándose
a ellos, hasta el escaparate. La chica y su novio estaban aterrorizados
y no podían moverse, como si el terror hubiese pegado sus pies al
suelo.

La muñeca
avanzó con decisión y entró al escaparate. Una vez
allí se lanzó con toda su fuerza contra el cristal, rompiéndolo
en mil pedazos que fueron a clavarse en los paralizados cuerpos de la chica
y su acompañante, cayendo ambos al suelo.

Entonces la
muñeca salió del escaparate para ensañarse con la
joven.

La golpeó
con fuerza y cogió un trozo grande de cristal para clavárselo
varias veces por todo el cuerpo, haciendo cortes profundos y sangrantes.
Su novio, en el suelo, había quedado inconsciente por el golpe.

Ella no podía
apenas moverse, sólo gritaba y lloraba en la calle desierta mientras
notaba como la vida se le iba escapando de su ser. Sus ojos se clavaron
en los ojos azules del maniquí, que le dijo con una voz gutural:

- “¡¡¡ERES
UNA LADRONA!!!”

Después
de asegurarse de que la chica estaba ya muerta, aquel maniquí, bello,
grácil, de apariencia inofensiva y tan real que parecía humano…
volvió a su lugar, con su vestido azul puesto, luciendo desde el
escaparate la mejor de sus sonrisas.

********

Jánika

Leyendas Urbanas 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora