Capítulo 9: "¡Nuestro salvador!"

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—Debo ayudarla —esperó a que las abominaciones dejaran de moverse del todo, así podría apuntar y disparar. En total había unos cinco, quedaban bastantes, y aún se preguntaba de dónde habían salido tantos seres como esos, y la verdad, era complicado atinar. De cualquier forma, dejó escapar el primer y silencioso tiro. Al ser tan rápido el proyectil, no hacía ningún sonido en especial, así que sus enemigos no podrían localizar de dónde venía la fuente que los atacaba. Alan repitió su acción, y la mujer, que no permaneció quieta por cuestiones de seguridad, siguió esquivando hasta que él último monstruo fue vencido por los disparos de aquel muchacho que por unos momentos llegó a convertirse en héroe.

En cuanto todo terminó, el joven suspiró con cansancio. Contrario a lo que esperaban, no habían logrado una vez más purificar el ambiente, pero por lo menos, pudieron salir con vida de esto. Antes de reunirse con la joven, recordó que sus amigos aún estaban atrapados en aquella pirámide, así que se transportó para ir a verlos. Al llegar, encontró a Abel apenas consciente, y a Misa aún dormida.

—¡Lo siento Abel por tardar tanto! —dijo exaltado el pelinegro, y se inclinó para levantarlos.

—No te preocupes, había cosas más importantes de las cuales encargarse —le sonrió adolorido. Sin embargo, ya no podía más con ese sufrimiento, así que las lágrimas se le escapaban inevitablemente de los ojos, aparte, en su mano ya se veían las ampollas; estaba agonizando terriblemente.

—Supongo entonces que no habrá tiempo para agradecerle a ella. Es una lástima, dado que me hubiera gustado saber su nombre, pero esto es más importante —no perdió más el tiempo; no debía hacerlo. No obstante, si las cosas se daban, podría darle las gracias en otro momento, ya que ahora, debía dedicarse a socorrer a quienes lo necesitaban.

El grupo de tres regresó a la nave, y Talía los recibió a todos al principio muy contenta, pero al apreciar más cuidadosamente el estado en el que venían, se asustó mucho, además estaba la mayoría del equipo desmayado.

—¡Oh por dios! ¿Qué le paso a la mano de Abel! —gritó Talía.

—Larga historia. Ayúdame a llevarlos a la sala de recuperación —comentó Alan.

—¡Está bien! Y ten cuidado que por allá está tirado Yamil. No he podido moverlo porque es muy pesado para mí.

—Está bien, vamos.

—Sí.

Así es como finalmente comenzaron a trasladar a todos los que estaban mal heridos he inconscientes a la sala de recuperación. Transportarlos les tomó mucho trabajo, tanto a Talía como a Alan.

—Estoy cansada, y para colmo, aún no hemos avanzado nada en lo que nos pidió Seitán.

—Es verdad. Desde que empezamos, no hemos purificado nada, y sólo terminamos heridos.

—¿De verdad somos quienes podemos salvar al mundo?

—Imagino que, para hacerlo, primero hay que salvarnos a nosotros mismos.

—¡Qué palabras más maravillosas dices Alan! Son muy significativas.

—No es nada —al parecer lo dicho por Talía logró hacer que él se avergonzara un poco.

Ahora nada más les quedaba espera a que sus compañeros despertarán, pero no lo harían en la sala de recuperaciones, por lo que se fueron al comedor principal de la nave, en donde siempre tenían sus reuniones. Talía se dispuso a hacer té como antes, así que por ahora tenían que ser pacientes.

Aprovechando el tiempo de espera, Alan le contó lo que había ocurrido con sus amigos: que el invasor estaba en el cuerpo de Misa, y que una persona desconocida los había salvado de aquellos seres antropomórficos.

—Me alegra que hayan logrado volver. Si te hubieran lastimado también, no sé qué hubiera pasado.

—Todo esto se lo debo a Abel. Él me dio los ánimos para mantenerme en pie. También ayudé a esa chica, pero ahora no sé dónde pueda estar, ni que haya pasado con ella; me concentré más en salvarlos a ellos —afirmó.

—Hiciste lo que pudiste Alan, así que no tengas remordimientos —ella le sirvió el té.

—Gracias, y no, no tengo remordimientos, pero me gustaría haber sabido cuál era su nombre —avisó bebiendo ahora de su taza.

—Quizás tengas la oportunidad de verla de nuevo —declaró ella tomando asiento.

—Quizás... no lo sé —entre cerró los ojos con duda.

En ese momento, las puertas de la cámara de transferencia se abrieron, lo cual hizo que ambos se sobre exaltaran.

—¡Qué es lo que pasa! —se le escuchó decir a Talía, y enseguida, la misma levantó su guardia para apuntar con su reloj hacia el transportador que tenía ya sus compuertas abiertas. El dichoso antes mencionado, expulsaba una nube de vapor, y de entre la niebla se podía ver que estaba surgiendo una figura.

—¡No lo sé! ¡Pero no te despistes Talía! —él también tomó el arma que había creado para destruir a aquellos anómalos, y copió a su allegada. Por supuesto, no esperaba que algo del otro lado levantara un par de brazos, y que una voz familiar para Alan se dirigiera a ellos.

—¡Oh por favor no disparen!

—¿Qué? —el compañero de Talía bajó el arma, y miró más al detalle la silueta. Cuando la niebla se disipó, dio paso a la figura, y él la reconoció de inmediato: era su salvadora; sin dudas era quien los había librado de una muerte inevitable a él y a sus amigos—. Eres tú.

—Sí, soy yo, y me llamo Dina —se presentó, y Talía se dio cuenta de que no era una enemiga por las resientes palabras de su par. Aun así, ella no se confió del todo, así que se mantuvo alerta disimulando su estado, después de todo, había pasado que se había colado un polisón en la nave, y esta no podría ser la excepción, o al menos eso creía. Por lo menos con todo lo ocurrido, ya no estaba subestimando a sus contrincantes como lo había hecho antes, y esa era una buena lección que había aprendido.

—¿Cómo es que entraste en la nave? —la interrogó la ahora única chica consciente del grupo por el momento.

—Me transporte. Seitán me dio este reloj —elevó su mano, y mostró su equipamiento.

—¿Quién eres exactamente? —volvió a preguntar.

—Bueno, será mejor que se sienten, ya que será una larga historia para ustedes dos —les sonrió amablemente, y tanto Talía como Alan se miraron en conjunto como si dudaran de hacer caso a esa petición. Las resientes tensiones los tenía alterados, después de todo, las sorpresas venían una tras otra, y eso, no los dejaba sosegarse.  

  

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Sueños Bajo el Agua ©Where stories live. Discover now