38.

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Emily estaba mucho más desmejorada desde la última vez que la vio, y no se mintió a sí mismo diciéndose que se debía a que esa última vez ella estaba arreglada y a plena luz del día en un café en una zona de dinero. Incluso entonces Levi sabía que su bienestar era solo externo y físico, que por dentro libraba una batalla de la que él solo había probado las trincheras. En silencio, se miraron a través de los barrotes.

Tener enemigos era una parte de quien era, pero nunca había dolido tanto.

—Ahórrate el venir para reírte. Ya tienes lo que querías.

—No quería meterte entre rejas, pero no me dejaste otra opción.

Emily agachó la cabeza y se rió, con la risa aguda y corta de quien no tiene ya nada que perder ni de lo que reírse con sinceridad. Cruzó los brazos y se mantuvo apoyada en la pared más alejada de los barrotes.

—Ya hablas como ellos.

—No me compares a mí con los cerdos con los que tú te has mezclado. —Levi saltó, mordaz.

Se sentía traicionado de una forma en la que quizá no tenía derecho, pero no le ganaba la pena o el dolor de una antigua amistad o experiencia compartida. Ya no. La injusticia venía encarnada en multitud de formas, y estaba harto de todas.

Emily dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y avanzó con vehemencia hasta estar frente a Levi. No parecía haber llorado, pero su pelo lacio y despeinado y sus ojeras denotaban que no estaba pasándolo bien.

—No le debo nada a nadie. Ni a ti, ni a ellos —dijo con una voz que navegaba entre la firmeza y la angustia, inestable—. Nunca pedí esto. Solo hice lo que tenía que hacer para sobrevivir y tú mejor que nadie deberías saberlo.

—Por eso te dejé elegir y te ofrecí seguridad, y elegiste seguir siendo considerada una noble más a salvar a niños que sufrirían lo mismo que tú y yo. Utilizaste a un buen amigo en mi contra y luego intestaste sabotearme.

Emily se le quedó mirando sin contestar, con la mandíbula rígida, como si retuviera cualquier respuesta.

—¿Para qué has venido, Levi? —preguntó con más calma, que su rostro no reflejaba. Apretando los labios en una fina línea miró hacia abajo, a la muleta en la que Levi se apoyaba—. No soy valiente de la forma en la que tú lo eres. He sobrevivido por egoísmo y lo volvería a hacer, pero eso no significa que pueda dormir tranquila por la noche.

Levi entendió la doble implicación, y sus siguientes palabras murieron en su lengua. Calló porque podía comprenderla, pero su pierna le dolió al volver a prestarle atención. Había sufrido. Había estado en varios infiernos y a las puertas de la muerte, y tenía suficientes problemas para vivir con normalidad, relacionarse y dormir como para demostrarlo, pero ese sufrimiento nunca justificaría el mal que había hecho en la vida.

—He venido para decirte que a pesar de que toda la casa Windermere haya caído por corrupción, el resto estará entre rejas y tú harás seis años de trabajo por ser cómplice pero también víctima. —Levantó la muleta para dar un par de pasos atrás, intentando que nada de la rabia y la pena que sentía se reflejara en su rostro—. No te volveré a ofrecer ni ayuda, ni tratos. Esto es lo que hay. A mí no me importa que también seas una puta víctima. No a estas alturas. —Apartó los ojos de los hundidos de Emily y se dio la vuelta—. No olvides que usaste el poder que tenías contra otras.

Subió con dificultad las escaleras de los calabozos, sintiéndose extraño por ser él quien estaba al otro lado de los barrotes, quien podía irse. Y lo hizo mientras fingía no escuchar un pequeño sollozo que volvió a encogerle el corazón con dudas.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora