10. Unidos

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Aquella noche resultó ser la más húmeda y fría de todas las que había pasado en la ciudad, o quizá solamente era la sensación que le daba. La ropa que había usado ese mismo día para ir al mercado se le pegaba al cuerpo, y aunque también llevaba zapatos en realidad tenía los pies descalzos como todos los vagabundos y exiliados. Con su pequeño recordatorio de amistad al cuello y una ligera bolsa llena de comida a la espalda el camino se hacía un poco más fácil. Por una parte no se sentía tan extremadamente solo. La otra parte de sí que no respondía a la lógica ni a sus instintos le decía que estaba dejando atrás todo un futuro de posibilidades por miedo y así era, pero el miedo y, sobre todo, el saber utilizarlo, le había salvado la vida hasta ahora.

Andaba a paso ligero, prefiriendo hacerlo por las sombras y con cuidado. A pesar de que intentó no distraerse demasiado por el camino, pudo ver que el cuarto creciente decoraba el cielo oscuro surcado de puntitos brillantes. La calle olía a humedad y a orina de gato, y el ambiente estaba recargado por una niebla que a cada minuto crecía en espesura. Aún con las palabras de Erwin, no le había puesto al corriente de su decisión final. Simplemente había esperado a que todo el mundo estuviera durmiendo y había salido por la ventana, y ahora no podía dejar de pensar en ello y en que se sentía un poco culpable. Más todavía.

Solamente se encontró con un par de policías en la entrada de un bar que se suponía estaban patrullando y no le supuso mucho esfuerzo esquivarles sin ser siquiera oído. Por lo demás no había ni un alma en pie, señal también de que el crimen de contrabando no era muy alto por allí, y en cuanto encontró la primera entrada a las alcantarillas probó suerte. No conocía apenas la ciudad excepto por el centro, pero simplemente tenía que buscar alguna tapadera abierta. Era un plan arriesgado porque no contaba con la posibilidad de que todas las entradas estuviesen en orden o de encontrarlas siquiera. Había pensado en usar las alcantarillas para llegar de nuevo hasta el Subsuelo, teniendo en cuenta lo difícil que sería hacerlo por las entradas principales llenas de guardias tanto en las escaleras públicas como en las que pertenecían a adinerados venidos arriba con el comercio o con influencias políticas. Kenny se lo había explicado en alguna ocasión. Además, no estaba del todo seguro pero había oído que para subir o bajar por cualquiera de las escaleras había que pagar un peaje y que concedían cortos períodos de estancia en la Superficie para quienes no tenían residencia allí. Eran de risa, claro.

Tardó una buena hora antes de encontrar una tapadera de hierro que no estuviese bien ajustada, y otro rato medio escondido y nervioso mientras aflojaba los tornillos para levantarla. Una vez hecho eso, respiró hondo y saltó dentro contra todos sus instintos y temores. Al instante un olor desagradable le azotó y sintió náuseas. En el túnel, dos calles de piedra eran separadas por una corriente de agua espesa y negruzca.

No podía ver bien el canal pero no le hacía falta para ver que el agua que llevaba estaba tintada de un tono oscurecido y que lo mejor que podía hacer era mantenerse bien alejado de ella. Levantó la cabeza, aún quieto donde había aterrizado, y vio el cielo oscuro a través del agujero de la alcantarilla abierta, eclipsado parcialmente por el tejado saliente de un edificio. La tapadera abierta era algo que tenía que dejar atrás, pues el hueco se encontraba a dos metros de su cabeza y no llegaba a volver a taparlo ni había escalera alguna. Descolgándose la bolsa a sus espaldas, sacó una caja de cerillas que había robado de la cocina de los Smith y encendió una. Le costó varios intentos, pero finalmente logró crear una pequeña llama con la fricción de un rápido y breve movimiento entre la cabeza de la cerilla y la caja. Se preguntaba cuánto duraría. Afianzó de nuevo su bolsa a las espaldas con la mano en la que llevaba la cajita de madera y se giró, comenzando a caminar en una dirección que creía que saldría de la ciudad hacia las afueras por el momento, donde supuso que la seguridad sería menor y nadie que hubiera visto la alcantarilla abierta sospecharía ni le seguiría. Como no llegaba apenas luz de la calle, el sitio estaba mucho más oscuro de lo que seguramente era ya de día y apenas podía ver dónde ponía el pie; la luz entre sus dedos era demasiado pequeña en comparación con toda esa penumbra. Le recordaba a muchas cosas.

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora