27. IV

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Sentía que sus pies no tocaban el suelo. Nunca le llegaba suficiente aire a los pulmones y no había bastante tierra en el mundo para que pudiera seguir corriendo eternamente, y allí estaba. Saltando ramas, esquivando los enormes árboles, corriendo como si le fuera la vida en ello. Le era imposible acordarse de cuántas veces había huido en el Subsuelo y fuera de él para escapar de quienes pretendían hacerle daño, todas ellas con el corazón en la boca y piernas temblorosas. Ahora le daba igual si sus botas se manchaban de tierra o si acababa hundido en un charco de barro, o si tropezaba y hacía el ridículo, pues sólo le importaba ser más rápido que Erwin.

Era la primera vez que corría por diversión.

—¡Vamos, viejo! ¡Puedo oír tus huesos crujir! —gritó girando la cabeza hacia atrás sólo por un par de segundos.

La respuesta le llegó enseguida.

—¡Levi, más te vale que no te alcance!

—¡Tú eres el que ha dicho que tenía que entrenar más!

Desaceleró un poco tan solo para girar por la derecha de forma aleatoria, haciendo al mayor tener que medio frenar para seguirle luego. Erwin era bastante rápido, mucho más de lo que uno se esperaría de alguien de su tamaño, pero a velocidad nadie le ganaba a él y se lo estaba demostrando con creces. Para restregárselo aún más, se puso a zigzaguear los árboles.

—¡Aagh, Levi!

Se echó a reír ante las quejas de su superior. A reír, a reír como no lo había hecho nunca, sin dejar de correr entre la hierba húmeda por el rocío, bajo el sol que acababa de salir, bajo el cielo violáceo y azul y anaranjado y bandadas de golondrinas que ya empezaban a emigrar. Fue un momento en el que era muy consciente de su alrededor y a la vez lo había olvidado todo sólo por la intensa y efímera felicidad que sentía. Tanto, que acabó sin mirar por dónde iba y se encontró de bruces con un pequeño barranco en el que frenó de golpe en el borde. Pero Erwin no.

Levi se detuvo y el otro se tiró a por él, abriendo los brazos para cogerle justo antes de que ambos acabaran rodando por el suelo hasta un pequeño campo de flores que marcaba el final del bosque. Los dos gritaron y rieron como críos jugando en medio de la nada. Erwin acabó encima por pura suerte, mientras Levi aplastaba unas cuantas nomeolvides y veía la silueta del contrario recortada en el mejor amanecer de su vida. La frescura del ambiente llenaba su pecho, y notaba la tierra mullida por las pequeñas plantas en su espalda.

El mayor no perdió el tiempo y agarró sus muñecas con cada mano, anclándolas al suelo. Sus respiraciones estaban desacompasadas y los dos tenían el rostro colorado de tanto correr, pero especialmente Erwin por su piel pálida. Estaba así más expresivo que nunca.

—Te cogí.

—Buen cazador —Levi contestó sin moverse, llegando a esbozar una suave y cansada sonrisa.

Erwin también sonrió, y sus mejillas eran valles, y su pelo era el sol, y sus ojos eran el cielo.

Acabó igual - pareció deshacerse alrededor de Levi al ver la curva de sus labios y se inclinó para besarle sin soltarle ni un segundo, como si de verdad fuera un animal salvaje y temiese que huyera. Cuando lo hizo, fue para aventurar una mano por su cuello y sacar de debajo de la camisa su colgante. Erwin lo observó, dándole vueltas al colmillo en su mano, pero Levi lo miraba a él.

—Hace casi diez años que te di este colgante.

—Era importante para ti —Levi subió una de sus manos para ponerla encima de la que agarraba el collar—. ¿Por qué me lo diste?

Pioneros (𝐒𝐍𝐊)Where stories live. Discover now