Instintivamente llevó su mano a su pecho y la apretó.

¿Pasa algo malo? —inquirió, mas no hubo respuesta. Mikaela ladeó la cabeza—. Ah, mira, tienes pasta en el labio —se burló y acercó su mano para quitar dicha sustancia con su dedo y enjuagarla en el lavamanos, pero justo ante hacerlo, Yuu le dio un manotazo.

Se quedaron en silencio unos segundos en lo que el azabache procesaba lo que acababa de hacer. Inmediatamente se arrodilló en el suelo.

Lo siento, lo siento, no quería hacerlo... —sollozó con voz queda, con tanto miedo que no podía verlo a los ojos.

Basta, por favor párate —musitó Mikaela, jalándolo de la mano. Él mantuvo su cabeza gacha—. No pasa nada, fue sin querer, todo está bien.

—Ahora... me vas a regresar, ¿verdad...?

—¿Eh?

Entonces Mikaela se atrevió a llevar su mano a su mejilla para obligarlo a verle. Sus ojos estaban cristalizados y su expresión era tan afligida que le dieron ganas de llorar. Lo abrazó con fuerza.

—Yo te escogí allá, decidí que ibas a ser mi amigo, ¿por qué iba a regresarte? —murmuró sin dejar de apretarlo.

Él no pudo contestarle.

Eso no va a pasar, solo fue un golpecito, así que está bien, ¿sí, Yuu-chan? —sonrió alejándose, sin dejar de sostenerlo por los hombros. Él asintió—. Entonces vamos a dormir.

Había una extraña sensación dentro de ambos por el momento vivido. Mikaela no podía comprender muy bien las dimensiones de lo que Yuuichirou había vivido antes de que lo adoptase, y este aún no tenía plena confianza en que podía confiar en él.

Así que caminaron juntos y se acostaron en la cama, así que el de tez pálida apagó la lámpara para girarse con él. Como le daba la espalda, solo atinó a acariciar sus orejas y se aproximó para abrazarlo.

—Te encantará vivir aquí —aseguró sin dejar de acariciarle—. Te prometo que voy a cuidarte muy bien, y tú y yo seremos amigos siempre, ¿sí?

—¿Estás... Estás seguro de eso...?

¿Por qué no lo estaría? —cuestionó en una risa nerviosa. Yuu se dio la vuelta y lo miró. Sus ojos verdes se veían enormes rodeados de la oscuridad.

Entonces... —tomó aire, acercándose al cuerpo ajeno y acurrucándose en este—. Por favor cuida de mí, Mika.

—L-Lo haré —prometió sonrojado mientras abrazaba despacio a su amigo—. Buenas noches, Yuu-chan.

—Buenas noches, Mika.

—Mika, despierta —pidió Yuu moviéndolo un poco, casi con temor

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—Mika, despierta —pidió Yuu moviéndolo un poco, casi con temor.

—Hm...

—Vamos, Mika...insistió sintiendo su panza rugir.

Lentamente, él abrió sus ojos, encontrando a Yuu sentado a su costado, y al sentarse, empezó a mover su colita de lado a lado.

—Buenos días, Yuu-chan —saludó bostezando y casi instintivamente acariciando su oreja—. ¿Qué tal dormiste?

—Bien... tu cama es muy cómoda...

Mikaela le sonrió, un poco aliviado de que él se viera tranquilo y alegre.

Vamos a lavarnos la cara y los dientes para ir a desayunar —dijo—. Luego iremos de compras.

Asintió aceptando las órdenes de su pequeño dueño, caminaron juntos al baño, realizaron su rutina diaria posterior a despertar, y ya estando con la cara limpia, sin lagañas y con buen aliento, bajaron a la cocina, en donde estaba Marie preparando el desayuno.

—¡Buenos días, nana! —saludó un enérgico Mikaela.

—Oh, buenos días, tesoro —saludó ella girando a verlos—. Y buenos días a ti también, Yuuichirou.

—Buenos días, Marie-san —murmuró cohibido.

—Llámame nana, cariño —le sonrió ella—. Ahora siéntensen, estaba a punto de ir a levantarlos, pero se me adelantaron.

Sonriendo, ambos obedecieron mientras la mujer de edad avanzada ponía dos platos con waffles, miel y mantequilla frente a cada uno.

—Gracias por la comida —dijeron.

Yuu agarró su tenedor y lo clavó en el círculo de harina, llevándolo entero a su boca para masticarlo.

—Yuu-chan, no hagas eso —regañó dando un suave golpecito en la mano de su amigo para que lo pusiera de vuelta en el plato—. Te enseñaré a usar los cubiertos, ¿sí? Debes portarte muy bien, así les agradarás a mis padres.

—Sí... —aceptó resignado.

Empezó a explicarle la manera correcta de tomar los cubiertos y la forma adecuada de portarse en la mesa: espalda recta, bocados pequeños y nunca subir los codos. El pobre azabache renegaba que tener modales no servía de nada, pero rápidamente era corregido por su dueño, quien le decía que tenía que comportarse si quería ser aceptado totalmente en esa casa, es decir, si bien sus hermanos lo "aceptaron, en realidad la última palabra la tenían sus progenitores.

La nana sonreía al ver la relación que esos dos pequeños iban forjando, porque la manera de hablarse y de reír juntos le parecía adorable.

—Lo estás haciendo bien, Yuu-chan —elogió el menor de los Geagles.

Él sonrió; le gustaba que Mika lo elogiara.

Él sonrió; le gustaba que Mika lo elogiara

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Espero les haya gustado

Bye!

5/12/18

Mi pequeño híbrido [MikaYuu] |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora