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Johnny nunca corrió tan rápido en toda su vida, claro, el camino que lo separaba del coche a la enfermería porque Yuta muy amablemente lo llevó hasta la escuela. Con el corazón en la garganta corrió tan rápido como pudo.

Se encontró con DongHyuck hecho un ovillo en el pasillo frente a la enfermería, llorando desconsoladamente. Se agachó a su lado y puso una mano sobre su hombro.

— ¿Qué pasó, Hyuck?

— Hoy se me había perdido mi cartuchera, hyung. Soy un estúpido. En mi cartuchera tenía un labial y creo que unos pandilleros la encontraron. Ellos querían golpearme y Makku me defendió — se echó a llorar de nuevo.

— Ya llamé a mi papá y él está intentando contactar a su mamá. No te preocupes — le frotó la espalda.

— Es que es mi culpa, pudieron haberlo matado si eran tantos. Debí haber sido más cuidadoso.

Casi veinte minutos después aparecieron sus padres y el médico de emergencia les dejó pasar a los cuatro.

— Sorprendentemente no es nada muy grave. Aunque creí que sería más grave, no se ha roto nada — comentó el hombre de la bata. — Estuvo despierto todo el tiempo.

Su madre se abalanzó sobre su hijo y lo llenó de besos. Tan preocupada había estado, ellos se quedaron un poco aparte hasta que la mujer al fin se calmó.

— DongHyuck — murmuró Mark.

El chico se acercó temeroso bajo la atenta mirada de su mamá, se sentó en la silla al otro lado y discretamente el canadiense le pasó el labial. Donghyuck se largó a llover de nuevo. Mark sonrió ampliamente.

— No llores, tonto.

— ¿Por qué hiciste eso? ¡Hubieras dejado que me golpearan! — gritó, aún alterado.

Mark atrajo al menor para susurrarle algo al oído. Algo que causó que el chico se pusiera colorado. Johnny los miró con curiosidad, pensó que su trabajo estaba hecho ahí y tenía una clase pronto.

Cuando llegó a la universidad fue recibido por un grupo de personas preocupadas.

— ¿Cómo está Mark? — preguntó Ten.

— Bien, está vivo y no tiene ningún hueso roto — respondió. — Además, lo hizo por un chico.

— Debe gustarle mucho para hacer eso— comentó DongYoung.

El rostro de Johnny se volvió serio. TaeIl se rió.

— No voy a dejar que Hyuck salga con ese niño — sentenció, cruzándose de brazos. 

— Oh, ahora dejas de ser boyfriend material para ser dad material— exclamó Chittaphon.

— Puedo ser las dos cosas— se encogió de hombros, fingiendo petulancia. 

— ¿Por qué no quieres que salga con ese tal Mark?— preguntó DongYoung. 

— Porque se acostó con media escuela— respondió el tailandés. 

— Creo que la gente cambia cuando está enamorada— canturreó el conductor de radio, codeando a su amigo japonés. Éste le dio un codazo. 

  — Lo meditaré con la almohada... De cualquier forma, lo seguiré vigilando. No voy a dejar que le hagan daño  — insistió, cruzándose de brazos. 

DongYoung miró a TaeIl y éste sacudió la cabeza.

  — Tu pareja debe ser muy afortunada— dijo el chico de pelo morado con un tono extraño que hizo sonreír a Yuta. TaeIl golpeó su rostro con su mano. 

  — No tengo pareja— respondió Johnny con sencillez.

— Espera, ¿qué?— exclamó el japonés, realmente sorprendido.— ¿Me estás diciendo que eres guapo, caballeroso, estudioso y con un corazón bonito y no estás con alguien?

YoungHo se avergonzó un poco, obviamente había una razón detrás de su soltería; pero no sabía si decirlo o no.

— Supongo que es porque hay que pagar un precio que parece muy alto para algunas personas. 

— ¡Daebak! ¡Eso suena tan cool!— chilló DongYoung.— El precio a pagar para estar conmigo es muy alto, baby— imitó la voz de un mal protagonista de película de acción.  

  — ¿En serio es algo tan imposible?— se animó a preguntar TaeIl con una sonrisa bonita de pura curiosidad en su rostro. Johnny lo observó un instante, antes de sonreír y ocultar aquel gesto agachando la mirada. 

Oh, maldición. Realmente le gustaría que Moon TaeIl pudiera pagar el precio

  

aWhere stories live. Discover now