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Johnny pensó que las cosas eran muy curiosas. Hace un par de meses había llegado a Corea del Sur y ahora estaba en la casa de Lee TaeYong, el chico que había hecho perder la cabeza a una profesora

Había muchas cosas que no entendía. 

TaeYong vivía en una casa bonita, ligeramente costosa. Sus padres, aunque con comportamientos recios, eran personas amables. Tenía un perro pequeño y peludo que daba vueltas cada vez que lo veía llegar a su casa y era lo suficientemente tonto como para chocarse con las paredes y tropezarse mientras corría. Había dicho que lo adoptó recientemente como un regalo por pasar más de tres meses en una misma escuela. 

Pero fuera de ese comentario, TaeYong no había dicho ni una palabra acerca de su oscura fama. 

Incluso más importante que su silencio, eran sus acciones. Johnny se consideraba relativamente bueno leyendo a las personas y aunque el chico parecía tener el sistema nervioso de un chihuahua, fuera de eso, era una persona muy aplicada con sus estudios. Tanto así, que de estar en Estados Unidos, lo habrían catalogado como nerd

Y todos saben que los nerds no son matones. 

Además, era un chico delgadísimo y pequeño (aunque según Chittaphon, todos eran pequeños a su alrededor), que si no podía romper una nuez, no iba a poder partirle la nariz a alguien. 

Si Johnny tuviera que describirlo con una palabra, sería... Maniático

Y lo confirmó cuando miró en sus pies las extra-suaves pantuflas que les había obligado a colocarse para entrar a su casa. Eso no sería nada raro porque el piso era de parquet, pero que tirara un spray desinfectante antes de que las usaran si había sido raro. Así como el alcohol en gel, jabón líquido, toallitas húmedas, pañuelos, franelas, spray antibacterial y demás cosas que guardaba siempre en su mochila. Cada uno en su respectivo empaque de plástico que guardaba dentro de un paquete más grande. 

YoonOh no se había contenido a la hora de hacer bromas al respecto. Así descubrieron que él tenía sentido del humor. 

  — ¿Entonces les quedó claro la Guerra de Corea?— preguntó TaeYong. 

— Obvio, entendí todo— exclamó Ten. 

— Estuviste con tu teléfono la mitad de la explicación— bufó YoonOh.

— Existen personas, como yo, que pueden prestar atención a dos cosas, duh. 

— Ya perdí la cuenta de en cuántas guerras se metió Estados Unidos— comentó Johnny, terminando de anotar cosas en su cuaderno que seguramente solo él entendería.  

El perro tonto de TaeYong entró y se chocó contra la pierna de Johnny, causando que se riera un poco. Lo alzó sobre su regazo y le rascó la panza.

  — Está un poco emocionado porque nunca recibimos visitas— comentó TaeYong.— No está acostumbrado a ver gente extraña.  

  — Oye... TaeYong— el aludido todavía seguía bastante aturdido porque Johnny no tenía la costumbre de usar honoríficos y hablaba informalmente con todo el mundo.— Sé que quizá sea un poco entrometido de mi parte, pero...

— ¿Quieres saber sobre los rumores?— preguntó.

Los tres muchachos asintieron. 

— Realmente ni yo sé como es que las cosas llegaron a suceder— suspiró pesadamente.— Creo que tengo la costumbre de estar en el lugar menos apropiado en el momento menos indicado. Luego, la mala fama hizo el resto por mí. 

Una vez entré al baño luego de que un grupo de matones salió, evidentemente habían hecho mucho barullo porque pronto llegaron un grupo de profesores que me vieron a mí junto a un chico que tenía la cara destruida y no paraba de llorar. Creo que así comenzó todo

¿No han querido alguna vez volver el tiempo atrás y salir corriendo de un sitio? 

Los muchachos se miraron entre sí y definitivamente cada uno estaba pensando en una cosa distinta; pero todos compartieron el mismo sentimiento.

Sin embargo, quizá si había muchas cosas que TaeYong no decía. Pero bueno, ni siquiera eran lo suficientemente cercanos para llamarse amigos. Pero ninguno de ellos decía todo lo que les sucedía. La incomodidad en el ambiente creció cuando entró el padre de TaeYong y los miró debido a que estaban todos muy callados. 

De algún modo, durante cada receso, terminaron siendo los cuatro muchachos contra el mundo. Incluso si TaeYong estaba en otra clase, los almuerzos terminaban del mismo modo. Con cuatro rezagados juntos que comían cosas que TaeYong les preparaba (porque no iba a permitir que murieran de alguna enfermedad gástrica a los veinte años por pasar su preparatoria comiendo esa comida rara), mientras procuraban no llamar demasiado la atención. 

aWhere stories live. Discover now