(Temporada 2) Capítulo 20.

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21 de diciembre.

Repaso el día antes de acostarme. He visto a David, para variar. ¡Y a Laura, Ele, y Sandra! Hemos llamado a las otras, que aún estaban juntas, y hemos estado hablando todas. La verdad es que me suben el ánimo, aunque se pasen el tiempo intentando que vuelva con Jesús. Los recuerdos no me dejan dormir, sobre todo porque estoy en Sevilla y Jesús, si es que está en su casa, está a menos de una calle de mí. Me tiembla casi el pulso al pensarlo. Es que creo que si lo veo me tiraría a sus brazos o algo por el estilo. Suspiro con fuerza, intentando conciliar el sueño, pero parece imposible. 

22 de diciembre. 

Hoy han caído diez minutos de charla de mis amigas. Menos mal que cada vez son menos frecuentes. Pero en agosto eran a diario. Mis amigas no están de acuerdo en todas las decisiones que he tomado respecto a Jesús. Bueno, más bien, están de acuerdo en todas menos en una: La última. Y sé que tienen razón. Que no debería haberlo hecho. Pero lo hecho hecho está y además esto también tiene sus puntos positivos. Y ellas no lo entienden. No entienden que yo soy feliz mientras él esté feliz aunque no sea conmigo. Todo está bien. Menos mi ánimo, pero al parecer eso cada vez le preocupa a menos personas porque finjo bastante bien. Subo las escaleras cabizbaja. Adoro a mis amigas. Y sé que ellas a mí también, y que solo quieren verme feliz. Y sé que mis padres, los chicos, gente conocida, personas de mi alrededor, sé que prefieren verme con mi ánimo de siempre. Y me estoy esforzando. 

Pero sigo tan confusa como en agosto. Suspiro con fuerza y abro la puerta de mi habitación. Y me llevo una sorpresa enorme. Los ojos se me llenan de lágrimas instantaneamente y sonrío como una idiota. Alguien ha llenado el techo de estrellas. De esas que son pegatinas, y que brillan en la oscuridad. Queda precioso. Me siento en la cama, sin perder la sonrisa, y miro hacia arriba. Brillan. Brillan mucho. Los minutos pasan y yo no aparto la mirada de ellas. Son preciosas. Y esbozo una sonrisa un poco más triste que las demás al darme cuenta de quién ha sido. Mi mano derecha se encuentra con un folio que está doblado sobre mi cama. Lo desdoblo. Es muy cortito. Apenas unas frases. Las leo a media voz y entonces estallo en sollozos.

Me han dicho que no estás muy feliz últimamente. He pensando que como no tienes a tu novio para que te cante al oído y en Sevilla no llueve mucho, te vendría bien tener estrellas de sobra para mirar. 

Es díficil de explicar pero... Quiero que seas feliz. 

¿Por qué le he hecho daño? ¿Cómo he sido tan mala como para hacerle daño a este chico? Yo no soy mala. Lo hice pensando más en él que en mí. Y que no tendría que preocuparse por mí, en que no tendría que sentirse mal por no llamarme, en que sus fans serían más felices y... No sé, en que muchas personas serían más felices. También yo. He de admitir que pensé que yo sería más feliz. Pero me ha salido mal, no ha dado resultado. Cojo el folio de nuevo y le doy vueltas y más vueltas. Pero este no es como el de aquella primera y peor discusión sin contar esta. Este folio no trae una petición de cita, no busca un reencuentro. Miro a mi alrededor. Son las nueve y media. Me levanto, decidida. Igual no pone ni sitio ni hora, pero el sitio lo sé de sobra y tiempo tengo. Así que me vuelvo a poner las converse blancas, y la primera chaqueta que pillo. Bajo las escaleras en completo silencio y salgo a la calle. Le he dicho a mi madre que estaba rendida. Y la verdad es que ni siquiera me importa que llegue y no me vea en mi habitación. Camino hasta la terraza y subo en silencio. Me acomodo contra la pared y alzo la vista. Estrellas. Las que me suben el ánimo, muchas.  Suspiro. Me froto las manos. Está refrescando y con las prisas no he escogido demasiado bien la chaqueta. Pasan las horas en silencio. Son casi las doce. 

-Repite eso- Jesús y Daniel(Gemelier) PARTE DOS.Where stories live. Discover now