V e i n t i s i e t e

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Algunas personas se acercaron a hablarme, porque eso era común cuando en este mundo tu padre era uno de los que lo manejaban. Ninguno fue lo suficientemente insoportable para alejarme, así que me quedé, charlando con ellos mientras por debajo de la mesa contestaba el mensaje que había llegado de Rachel.

"¿Cómo te sientes?"

"Como si un auto me hubiese atropellado y dejado tirado en una carretera oscura y fría. Pero fuera de eso, me siento bien."

"No tengo idea de si debería reír o ir a abrazarte."

Aquello me sacó una sonrisa que aligeró un poco mis hombros que habían estado tensos todo el día.

"Preferiría la segunda opción."

"Yo también."

"¿Tú día no ha estado bien?"

"Oh no, lo ha estado. Mejor de lo que esperaba, de hecho."

"Entonces sólo yo debería recibir ese abrazo."

"Egoísta."

Solté una pequeña risa que llamó la atención de la persona sentada al lado mío. Quien me miró raro y regresó a la conversación.

"Tú egoísta."

Lo envié y creo que aproximadamente dos segundos después me dió un paro cardíaco al percatarme la cursilería que había hecho. Quise eliminar el mensaje pero las palomitas azules de visto aparecieron antes de poder hacerlo. Esperé nervioso su respuesta como nunca antes lo había hecho, porque nunca antes le había dicho algo así. Pero no llegó, sólo marcó un "en línea" y después un "última vez a las...".

—Demonios —mascullé.

Era consciente de que mi estado de ánimo había ido cambiando estos días y no podía evitarlo. Seguía siendo yo, con un toque de sentimentalismo al extremo que había salido al aire desde que había aceptado el consejo de Emma y empezar a intentar algo con la castaña.

Así que sólo respiré y me uní a la conversación esperando no haberle parecido demasiado infantil.

Tan poco presente había estado que no había caído en cuenta que otros dos chicos habían llegado. Estaban hablando acerca de una nueva maestra suya, que habían visto justo cuando cuando venían para acá, pero los rumores se habían esparcido rápido. Uno de los míos le comentó que yo también era nuevo aquí.

—Parece que tú regreso ha traído suerte, Cage —agregó mientras tomaba un trago de su refresco de cola—, ella es sexy.

Alcé una ceja—. ¿Ah, si?

—En definitiva —apuntó—, hará que la física sea más interesante.

Su amigo concordó con él en un gesto de aprobación. Tomé sin importancia aquello, en realidad me interesaba poco, pero a mis compañeros no les pareció igual, pues siguieron hablando de ella. Al parecer era joven para estar siendo catedrática aquí. Eso me causó gracia, ciertos rumores no tardarían en esparcirse por el campus. Y ya me imaginaba de qué clase serían, casi me sentía mal por ella.

Estaba a punto de irme cuando un mensaje entró a mi teléfono, regresándome la sonrisa, porque eso era exactamente lo que hacía ella.

"¿Porqué no?".

R A C H E L P R I C E.

Las palmas de mis manos se encontraban sudorosas y la forma en la que el vestido se pegaba a mi cuerpo parecía casi asfixiante, pero me obligue a mantener la vista hacia en frente y continuar con mi decisión.

Si bien sentía que estaba a punto de caer al piso, sabía que todo estaba en mi mente. Era sólo una mala jugada de mi subconsciente que intentaba hacerme retroceder.

Así que ejercí una fuerza que no tenía sobre mi carpeta y avancé hasta llegar a las oficinas.

Saludé a la secretaria con la que ya había registrado mi llegada y toqué la puerta del señor Roberts.

—Pasa, pasa, Rachel —saludó mientras me invitaba a pasar—. Me alegro mucho de verte. Tenía mis dudas acerca de si volverías a rechazar la respuesta pero me alegro muchísimo de que sólo hayan sido dudas.

Le sonreí. Su efusividad y el ambiente cálido que emanaba siempre lo habían acompañado.

—Aquí estoy, preparada para el puesto, señor Roberts. No puedo agradecerle suficiente la oportunidad.

—Oh no, Rachel. Mientras tú te sientas segura de esto, nosotros te queremos aquí, eso ya lo sabes.

Sonreí nostálgica.

—Me siento segura, esto es algo que quise hacer toda mi vida.

Después de haber ido a ver a mi padre, sabía que todo sería diferente. Tenía que hacerlo. Tenía que concentrarme en mi vida y hacer todas aquellas cosas que me había reprimido hacer.
Me concentré en dejar a los fantasmas del pasado lejos del presente y mantuve una sonrisa en mi rostro.

Sólo que esta vez no la sentía forzada, la sentía real.

—Excelente —mi respuesta terminó de convencerlo—, tengo todo listo para ti —extendió unos papeles que revisé rápidamente y asentí.

—Muchísimas gracias, señor Roberts.

—Julián, puedes decirme Julián —me recordó—, ahora somos compañeros.

Evite decirle que no, que técnicamente era mi jefe, no un compañero, pero la historia no era completamente de acuerdo.

—Pasaré por aquí más tarde, Julián. Para comentarte mis avances.

Él asintió contento y yo salí de ahí, yendo de nuevo por la dirección de la que una vez me alejé, mientras lo hacía marqué el número de la persona que necesitaba oír en estos momentos.

Cuando contestó, deje salir un suspiro lleno de un repentino alivio que me inundó el pecho.

—Está hecho, Mel.

Casi pude oír el grito ahogado de emoción brotar de sus labios.

—Me siento orgullosa de ti, castaña —reí—, muy pero muy orgullosa. Ya verás que todo irá bien.

—Eso creo.

Esta vez lo creía, la forma en la que se despejaba el cielo me hacía creer que era verdad, y por un momento me permití dejar atrás con cada paso que daba esa sensación de que le debía algo a alguien, porque aquí empezaban las cosas, aquí marcaba el cambio.

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