U n o

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Mi mirada se detiene en el pequeño balanceo de sus pestañas provocado por los suspiros que abandonan sus labios entreabiertos.

Está dormido, sumido en un sueño que me permite detallarlo sin disimulo alguno. Su cabello es oscuro, largo y con un flequillo que cae sobre la piel blanca de su frente. Tiene una afinada y ligeramente cuadrada nariz que marca un camino hasta sus labios.
El inferior, más regordete que el superior llama mi atención. Mi visión se queda un par de segundos estancada en ese punto específico de él y entiendo que lucen como algo que quisiera probar.

Pequeñas agujas punzan mi cabeza, pidiéndome que cierre los ojos y vuelva a dormir. Me he despertado cuando un brazo ha rodeado mi cintura, sorprendiéndome. Mi mente está dispersa, y aunque lo intento, no logro comprender del todo como el pelinegro ha llegado hasta aquí. Aunque creo tener una sospecha.

No reacciono si no hasta después. He dejado de observar sus labios y ahora me encuentro observando sus ojos. Me ha dejado debajo de su cuerpo en un veloz movimiento, que ni siquiera me he dado cuenta del momento en el que despertó. 

Asumo el repentino golpeteo alocado de mi corazón con la sorpresa que me ha dado. Aunque debo reconocer que quizá sea por su cercanía, o tal vez por la forma en la que mira. 

Su mirada es oscura, y a la vez dulce. Como si la tormenta en otoño pidiera una disculpa antes de destrozar tu hogar. Luces parpadean en el iris azul eléctrico de sus ojos, obligándome a no mirar hacia ningún otro lado y arruinar la conexión entre nosotros.

Sus ojos curiosos viajan por mi cara. Sé lo que está viendo. Unos iris muy similares a los suyos, incluso más oscuros por los secretos en ellos. Una piel que no es igual de blanca que la de él. Cabello castaño claro que de seguro ha de lucir sin control. Y unos labios más llenos que quisiera probar. El sentimiento es mutua al menos.

Trago grueso, pues de repente he empezado a tener calor por la cercanía de nuestros cuerpos casi desnudos. Nuestros pechos se tocan y el roce de su piel es excitante, incluso cuando no quiero sentirlo.

Me debato mentalmente en si debería hablar, y en qué debo decir. Me he dicho a mi misma que no es seguro seguir poniéndome en situaciones como ésta y sigo haciéndolo. No recuerdo la noche anterior, y no creo que sea necesario por la forma en la que hemos amanecido. Reconozco las paredes de mi casa, cosa que nunca antes me había pasado, por lo que en esta ocasión, no puedo simplemente irme.

La esquina de sus labios se estira en una ligera sonrisa, que debo admitir, me debilita por un momento. Intenta acercarse. Busca besarme, y un breve instante pienso que también lo quiero, pero lo detengo antes de que alcance a hacerlo. Muevo mi cabeza y en su lugar,  sus labios caen sobre mi mandíbula, casi rozando mi cuello. Un escalofrío me recorre cuando sus labios comienzan a bajar con una presión tan insinuante que llega a cada nervio de mi cuerpo.

Mi respiración se entrecorta y cierro los ojos disfrutándolo. Los abro cuando creo que va a por mis labios de nuevo. Hablo antes de haga otro movimiento que me descoloque.

—Veo que despertaste —mi voz sale un susurro. Un susurro ronco con el que puede notar su efecto en mi.

Desconozco si el tiene memoria de lo sucedido, porque mis recuerdos se detienen cuando todavía cubría mi tuno de la noche en el roast. Quisiera saber si sabe quién soy, o si sólo ha llegado aquí por casualidad del destino.

—No pensaba pasar la noche aquí, supongo que se hizo algo tarde y nos quedamos dormidos.

Alzó una ceja que él no alcanza a ver porque ya ha regresado a mi lado en la cama. Su calor ha dejado de envolverme y por un momento me extraño al añorarlo. 

¿Quieres ser mía?Where stories live. Discover now